El #metoo es un ejemplo del poder que ejerce la sociedad sobre el individuo. De qué forma puede curar sus heridas, y de qué forma puede aniquilarlo, sin piedad. Una especie de paso al límite. De la escala de grises, al blanco y al negro.
Para una mujer que ha sufrido una demencial agresión es un momento purificador, curativo, y de gran apoyo moral, material, incluso espiritual. Beneficioso en sí mismo. Un acto a conciencia.
Para un hombre acusado injustamente es el infierno sobre la tierra. Con todas las consecuencias que ello acarrea.
Y hablo de estos dos casos particulares, en dos roles extremos (maltratada-inocente acusado de maltrato), porque ahora mismo, en cuanto a género, el #metoo está así repartido. Podria valer para cualquier individuo/colectivo, en el sentido de que se está sentenciando un acto no demostrado, a ojos de los demás.
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