Foro de Amor > Foros de Temas de Amor > Foro General sobre Amor
 
Abrir Hilo Responder
 
ads
Antiguo 16-Feb-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas noches.

Como algunos/as sabréis, llevo ya algún tiempo en este foro. Un foro que, válgame la sinceridad, encontré navegando por la red tras ver por segunda vez el dorama japonés (telenovela japonesa, por definirlo de algún modo) de Densha Otoko. Es la historia de un chico otaku, amante del manga y anime, que se enamora de una chica al salvarla de un tipo en el tren (de ahí el nombre, Densha Otoko, el hombre del tren). Como el pobre se considera poca cosa, se mete en internet, en un foro de solteros, y allí es donde todo un compendio de personas solteras y con problemas como él, le van ayudando y dándole consejos para conseguir a la chica en cuestión (mas o menos como nosotros, vaya xD) Os la recomiendo a todos aquellos que no la hayáis visto, dicho sea de paso.
Bien, tras esta introducción, me animo al igual que Densha Otoko a narraros un poco la historia que estoy viviendo de un tiempo a esta parte, para que la comentéis, me aconsejéis si gustáis, y la vayáis viviendo conmigo. Una historia que comenzó hace más de diez años, en un instituto de Madrid...

Entrada 1 Una chica en el camino


Esta historia comienza un frío día de Noviembre del año 2002 en un tranquilo barrio de Madrid. Como cada mañana, me dirigía al instituto para dar las clases de primero de bachillerato, rama de humanidades.
Me recuerdo como un joven moreno de pelo corto, gafas, algo torpe y rellenito, pero con una boca dada a la risa, un gran corazón y una enorme imaginación (o eso decían todos aquellos que me conocían). Por aquél entonces comenzaba mis pinitos en el mundo de la literatura fantástica. Ávido devorador de libros y cómics desde pequeño, mis manos comenzaban a moverse sobre las teclas del ordenador para dar rienda suelta a mis historias. No eran pocas las noches que me pasaba frente al monitor, sumergido en un chat de rol interpretativo, donde conocí a muchos amigos y amigas que a día de hoy perduran en mi vida. También fue gracias a la red que pude experimentar mis primeros amoríos de juventud (más amores a distancia que algo realmente serio, aunque varias veces me encontré con la chica en cuestión y la cosa trascendió de simples conversaciones de chat o Messenger) Pero, por aquél entonces, nadie ocupaba mi corazón. Me encontraba soltero y libre cual pájaro.
Pájaros como los que entonaban sus trinos al naciente sol en aquella mañana a la que retorno en mi memoria. Fresca, invernal, y aún así trayendo un aroma a cambio. Un olor que en aquél entonces no podía distinguir, tan inmerso estaba en la aventura de rol que había llevado a cabo la tarde/noche anterior con mis ciber-colegas. Frente a mí, el sueño me impidió ver la espalda cargada con una mochila celeste de una chica que me precedía durante todo el camino hasta clase.
Tras algunos días más (como dije antes, era algo torpe en captar ese tipo de detalles), mi abotargado y somnoliento cerebro captó las imágenes que, mañana tras mañana, me enviaban mis ojos. Esa chica, fuera quien fuese, parecía tener el don de la oportunidad para cruzarse en mi camino. Daba igual a qué hora saliera: podían ser diez minutos antes, con el tiempo justo para llegar a clase, que media hora para ir holgado. Ella siempre parecía compenetrarse conmigo para ir unos metros por delante. Llegados al instituto, la joven desaparecía en su aula y no la volvía a ver hasta la mañana del día siguiente.
Ya no sólo veía su espalda, como es lógico. A veces, en las curvas del camino, atisbaba su pelo largo y castaño, cayendo en graciosos rizos por su espalda. El destello de sus gafas, el asomo de una sonrisa cada vez que saludaba a algún compañero o compañera de clase… Por lo que pude comprobar, iba un curso por debajo de mí, en aquellos tiempos a cuarto de secundaria. No sabía su nombre, y ni tan siquiera la había podido ver detenidamente. Pero había algo en aquella misteriosa chica que llamaba poderosamente mi atención.
Siempre he sido una persona que cree en el destino, en encuentros que están marcados en nuestro devenir. Aquello no podía ser una casualidad. Algo en mi interior me decía que aquella joven se había cruzado en mi vida para dárseme a conocer. Dada mi timidez (recordemos que, hasta entonces, sólo me había acercado a chicas o en grupo, o por Internet. Unos galones no demasiado brillantes en mi uniforme de combate, pero galones al fin y al cabo), no me decidía a darme a conocer.
Ni siquiera hablaba de ella, como suele ser lo normal, con los amigos del instituto o con mis padres. Era como un pequeño juego, una experiencia íntima que prefería guardar para mí. Estuve muchos días, semanas incluso, haciendo el mismo camino tras ella cada mañana (Dios, ahora lo pienso y a todo aquél que me viera y conociera de este hecho, podría parecerle prácticamente un acosador xD). Pero no me sentía así, y algo me decía que ella también sabía de mi existencia siguiendo sus pasos. Como si aguardara el momento oportuno. Quizás ella ya consideraba que había dado el primer paso abriéndome la senda, y que como en buen juego de ajedrez, era mi turno de mover ficha. No lo sabía, y lo único que tenía claro es que debía superar la barrera de mi timidez y dar el siguiente paso.
Así, una mañana de Diciembre, tras un buen desayuno que me diera fuerzas, después de mirarme por enésima vez en el espejo, salí a la calle con la mochila a la espalda. En mis ojos brillaba la determinación de hacer el siguiente movimiento. De cubrir aquellos metros que durante tantos días nos habían separado y darme a conocer por fin.



Bueno, y hasta aquí la entrada de hoy. Dada mi pasión por la escritura, espero que entendáis que lo cuente en forma de relato. Me es más sencillo y, creo, más ameno para vosotros el leerlo así. El próximo día seguiré con ello, esperando vuestra presencia para continuar la historia conmigo. Una historia que, a día de hoy sigue vigente, y no sé dónde acabará (aunque, como es lógico, sé muy bien dónde me gustaría que acabara)

¡Nos vemos!
 
Antiguo 16-Feb-2012  
Usuario Experto
Avatar de dori
 
Registrado el: 21-April-2009
Mensajes: 345
mm..interesante historia.se nota tu pasion por la escritura.esperare impaciente la segunda parte jeje
 
Antiguo 16-Feb-2012  
Usuario Experto
 
Registrado el: 27-November-2011
Ubicación: Madrid
Mensajes: 176
Bueno después de estar casi 3 semanas en off, me alegra ver que ha entrado una corriente de aire fresco por aquí, Sir Francis, sigue contándonos tu historia, y espero que haya muchas partes,
 
Antiguo 19-Feb-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas noches, usuarios de ForoAmor. Hoy que me siento relajado y feliz por librar mañana en el trabajo, me pongo a escribir la siguiente entrada de la historia que, según veo por el número de lecturas, tan buena acogida parece haber tenido. Gracias a Dori y Syrma (preciosa imagen, por cierto, ¿es una elfa de la noche del wow?) por sus palabras de ánimo y deseos de seguir leyendo mi historia. A los demás, lectores/as anónimos, gracias también por contribuir con vuestro tiempo a darle vida al relato, y animaros a que expreséis libremente vuestra opinión. Nada más por ahora, espero que disfrutéis de la siguiente parte.

Entrada 2 Una de cal y otra de arena

Aún recuerdo cómo me latía el corazón aquella mañana. Mientras me acercaba a ella, paso a paso, notaba como si se me fuera a salir del pecho. Yo, que siempre había sido un chico extremadamente tímido e inseguro, estaba a punto de hablar con aquella chica a la que llevaba semanas observando. Como es natural, en un momento así no puedes evitar que las dudas te corroan por dentro, y aquello me hizo vacilar un tanto.
¿Y si, tras un frío saludo, aceleraba el paso para deshacerse de mi compañía? ¿Y si luego les contaba a sus amigas que un pesado rellenito y gafotas la había molestado en su camino hacia el instituto? Las risas que aquello suscitaría me hacían encogerme de la vergüenza.
Afortunadamente, pudo más mi sentido común que mis miedos infundados. ¿Cómo iba a ser así de cruel aquella chica? Vale, no la conocía en persona, podía serlo perfectamente. Pese a que mi corazón me dijera que no, bien podía estar equivocado. Pero, como quien no arriesga, no gana (como siempre dice mi padre: el no ya lo tienes asegurado), decidí echar los miedos que frenaban mis pasos y acelerar el ritmo, hasta alcanzarla finalmente.
- Hola, buenos días- opté por un saludo como primera impresión, confiando en que mi facilidad de palabra me ayudara a andar con buen pie.
Ella se giró hacia mí y sonrió. Nunca jamás olvidaré aquella sonrisa.
A pesar del frío de aquella mañana, sentí la calidez que destilaba, como si me hubiera acercado a un acogedor fuego de chimenea. Hay veces en la vida en las que una simple mirada, una palabra o un gesto pueden significar todo un mundo para nosotros. Aquella alegre mueca hizo desaparecer los restos de las dudas que me habían asaltado tan sólo unos segundos antes. Una chica capaz de sonreír así no podía ser malvada.
- Hola- respondió con una suave voz. Noté que hablaba bajito, con dulzura, como si su garganta no estuviera hecha para gritar- Ya pensaba que nunca nos íbamos a conocer. Todas las mañanas yendo juntos a clase y ni un solo saludo por tu parte.
¡De modo que yo estaba en lo cierto! Ella estaba esperando a que fuera yo quien diese el siguiente paso. Aquello me infundió valor para seguir con la conversación.
- Bueno, pues en ese caso me alegro de haberme acercado por fin. Me llamo Fran, encantado- sonreí contento de poder mirarla a los ojos por fin. Eran de un tono parduzco clarito, preciosos bajo aquellas gafitas que llevaba sobre la nariz. Su pelo caía en cascada por sus hombros y espalda, tenía la piel rosada y la punta de la nariz algo enrojecida por el frío. Todo ello, en conjunto con su metro sesenta de estatura, le daban un aspecto de lo más adorable en comparación con mi casi metro noventa de estatura.
- Elena, el placer es mío- y, poniéndose ligeramente de puntillas, me dio dos besos que hicieron entrar en calor a mis mejillas. Gracias a Dios, soy bastante moreno de piel, y el sonrojo apenas se me notó.
Seguimos el camino el uno junto al otro, poniéndonos a hablar en su mayor parte del colegio. Qué profesores teníamos, cuáles eran mejores, cuáles peores, anécdotas varias… Fue entonces cuando me enteré de que vivía apenas a un par de minutos andando de mi casa, cerca de un parque circular de patinaje al que mi padre nos llevaba a mi hermano y a mí de niños. De ahí que mi casa le pillara de camino a la hora de ir al instituto, toda una suerte, la verdad.
Finalmente, llegamos a las puertas del colegio. Hay una frase que dicen en la película Deep Blue Sea (adoro desde crío las películas de bichos que comen gente, como los tiburones gigantes de este filme, por ejemplo), la cual siempre se me viene a la cabeza en este tipo de situaciones: “El tiempo es relativo. Si sostienes algo al rojo vivo, un segundo puede volverse una hora, pero si pasas una noche al lado de la persona que quieres, unas horas pueden pasar en segundos”. Cuánta razón hay en ella.
Un camino que a mí, a veces, se me había hecho tortuoso (bien por tener un examen, por no apetecerme ir a clase, vamos, las cosas que todos hemos sentido de vez en cuando en ese tipo de situaciones) ahora transcurría en apenas un parpadeo. Había bebido de sus palabras, cada una de ellas me aportaba una gota más de conocimiento sobre Elena. Y yo deseaba conocerla muy bien, deseaba saberlo todo sobre ella. ¿Cómo puede ser que una persona de la que jamás había oído hablar, de repente, se volviera tan necesaria en mi vida?
Sí, ya sé que nunca había hablado con ella hasta aquella mañana, y que apenas sí llevaba mes y pico observándola. Pero ¿no habéis experimentado nunca una sensación de familiaridad al conocer a alguien? Como si esa persona ya estuviera relacionada con vosotros desde hace muchos años, como si el rincón de la mente acerca de ella hubiera permanecido dormido hasta encontrarla. Una palabra, un gesto, una sola mirada, y ya sientes que todo está bien. Que se ha colocado una pieza importante del tablero de tu vida.
La acompañé hasta la puerta de su clase, deseoso de pasar el mayor tiempo posible con ella. No sabía qué hacer o decir para volver a quedar. Las palabras se me aturullaban en la boca, sin dejarlas salir por miedo a sonar demasiado desesperado de volver a hablar con ella. Afortunadamente, fue Elena la que puso remedio a aquello.
- ¿Quedamos a la salida de clase para volver juntos? Salgo a las tres, ¿y tú?
- A las tres también- mentí. Salía a las dos y media, pero estaba dispuesto a esperar media hora con tal de poder volver a casa a su lado.
- Estupendo, entonces. A la salida nos vemos, Fran. Ha sido un placer- y me volvió a dar dos besos antes de meterse en el aula.
En aquél momento podría haber echado a volar de pura felicidad. ¡Todo estaba saliendo a pedir de boca! Había logrado dar el paso de conocer a aquella chica misteriosa, era todo un encanto, y quería volver a verme. La alegría me hinchaba el pecho, dibujándome una amplia sonrisa en el rostro. Sonrisa que se ocupó de borrar mi profesor de inglés, detrás de mí.
- Francisco ¿qué haces aún aquí vagueando? A clase, que tenemos examen.
Es sorprendente lo rápido que te pueden hacer bajar de las nubes de la manera más dura posible. Y, para colmo de males, apenas si había estudiado el temario del examen. Como muchas veces nos pasa a todos, la vida me dio aquella mañana, una de cal y otra de arena.



Hasta aquí la cosa por hoy, que va siendo tarde y la cama me llama demasiado. A ver si mañana, con el hecho de que tengo el día libre me da tiempo a escribir una tercera entrada y subirla. ¡Nos vemos, gente!
 
Antiguo 19-Feb-2012  
Usuario Experto
Avatar de dori
 
Registrado el: 21-April-2009
Mensajes: 345
gracias a ti por contarnos esta historia tan bonita.yo ya me he enganchado jeje.saludos.
 
Antiguo 25-Feb-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas tardes, gente de ForoAmor. Tras varios días alejados de estos lares por motivos de curro en exceso, vuelvo una vez más trayendo la tercera entrada de mi historia. Un saludo y gracias por leer

Entrada 3 La señal del anillo

Pasaron los días y cada vez me sentía más unido a ella. Es sorprendente comprobar la de cosas que se tienen en común con alguien con la que no has hablado en toda tu vida. Además de ir al mismo instituto, compartir comadreos, habladurías y demás ocurrencias que siempre pasan durante nuestros años de estudio, fui aprendiendo cosas sobre Elena que me hicieron estar aún más interesado en ella si cabía.
Para empezar, su afición por la épica medieval. Para todos aquellos que no tengáis claro el tema, me explicaré diciendo que la épica medieval es un género, en su mayor parte novelístico, situado en mundos fantásticos/medievales. Buenos ejemplos son Canción de Hielo y Fuego, el Señor de los Anillos, Crónicas de la Dragonlance… en fin, todo un amplio surtido de buenos libros que yo tendía (y sigo tendiendo) a devorar página tras página. Desde crío he sido un gran lector, y eso me ha ayudado a darme cuenta de que lo que deseo ser, es escritor (precisamente, de este género de fantasía, entre otras cosas). Por tanto, hablar de libros que ambos habíamos leído o de películas que ambos habíamos visto, era un tema más en común que podíamos tratar. Por aquel entonces, yo ya comenzaba mis primeros pasos en el mundo de la escritura, y no fueron pocas las cosas que, tímidamente, le dejé para que leyera.
Lo segundo que me gustaba de ella tenía mucho que ver con esto. Se trataba de su objetividad. Era, ante todo, una crítica sincera (dura cuando había de serlo, amable cuando lo consideraba), justa, en constante equilibrio (y siempre ha sido así. No es una persona dada a callarse las cosas por la opinión que estas puedan generar en los demás sobre ella). Personalmente, siempre he valorado muy positivamente la sinceridad, aunque duela (bien es cierto que algunos somos mas sensibles que otros, y tendemos a suavizar los golpes o emplear un poco más de mano izquierda en los “reproches” u “observaciones” acerca del comportamiento ajeno. Más cuando son personas que nos importan). En cuanto a mí, como podéis suponer, cualquier crítica que proviniera de ella era acogida con gusto. Si eran toques de atención, porque me servían para mejorar como escritor, y si eran buenas… en fin, os podéis suponer que me sentía flotar en una nube cuando alababa alguna de mis pequeñas creaciones (recuerdo con especial cariño mi primer intento de novela, titulada Fantasía, surgida de juegos de imaginación que practicaba desde niño en los recreos. Puede que algún día la retome, revise, le haga un lavado de cara y la deje libre por el mundo, quien sabe xD).
Lo tercero, y no por ello lo menos importante, su buen corazón y su sano sentido del humor. Es un rasgo que suelo tener muy en cuenta en las mujeres, más allá de la mera apariencia física (además, la suya, como describía en las primeras entradas, me tenía encandilado). Si una persona es capaz de tomarse la vida con buen humor, creo fervientemente que podrá capear el temporal por mucho que arrecie la tormenta. Lo importante es saber ver las cosas desde otro ángulo, una nueva perspectiva que nos dé, quizás, la salida a un problema que se nos puede antojar insalvable. De ahí que ser una persona positiva, usar la risa como método de comunicación y de recuperación del estado anímico, sea algo tan efectivo. En cuanto a su corazón, qué decir además de que se trataba de una persona comprometida con los amigos/as y familiares que la rodeaban. Ayudaba a los demás, se preocupaba por ellos, e incluso intentaba cargar sus problemas sobre los hombros para llevárselos a cuestas, sin tener en cuenta el esfuerzo que esto muchas veces, nos supone (sé de lo que hablo, dado que yo también soy así. Alguien dispuesto a evitar que los demás salgan dañados, un defensor de los débiles, por así decir. De ahí que me guste firmar como firmo, obviamente )
Teníamos, repito, muchas cosas en común que se iban dando a conocer a medida que quedábamos y hablábamos durante horas. Parecía que siempre teníamos algo que decir, las palabras fluían sin titubeos, sin temor a resultar ofensivos (ambos éramos muy correctos a la hora de tratar con el otro, gozábamos de buenos modales y de tener el tacto suficiente para no resultar borde o tajante). Además de en los paseos hacia clase y de regreso, yo solía acompañarla a su casa (sobre todo cuando por determinados motivos se hacía tarde. ¿Qué queréis que os diga? Me sentía mejor si la veía entrar en casa, y eso que vivimos en un barrio de lo más tranquilo) y volverme después a la mía. Este hecho me lleva a contaros la situación que se produjo una tarde/noche de mediados de Marzo.
Como era habitual, la acompañaba a su casa después de pasar la tarde juntos. Comenzaba a anochecer, y el barrio se veía sumido en una preciosa luz anaranjada. Tan sólo quedaban ya iluminadas las partes superiores de los edificios, mientras el sol descendía en su camino por el horizonte. Nos llegaba un olor a primavera (mi barrio está lleno de setos y árboles por todos lados. Es una zona de las afueras de Madrid con bastante vegetación) que hacía que tuviéramos más ganas de pasear, de disfrutar del día. Casi junto a su casa, nos detuvimos cerca del parque al que mi padre me llevaba de niño, y nos sentamos en un banco.
No recuerdo bien de lo que estuvimos hablando, y a mi memoria se le antoja poco importante, habida cuenta de la trascendencia que tuvo lo que pasó a continuación. Empezamos un juego de miradas de lo más íntimo, mientras sentía como mi corazón se aceleraba por momentos. No sé si alguna vez os ha pasado algo así, un momento tierno entre dos personas en el que tú la miras a ella, ella te mira a ti, buscando y evitando a la vez los ojos del otro.
En un alarde de valentía, acerqué mi mano a la suya, tomando sus dedos entre los míos. Agaché la mirada un momento, mirando nuestras manos entrelazadas, tan distintas y a la vez, tan complementarias. La mía, grande y morena, de dedos ágiles, cálida; la suya algo más fría (siempre ha sido una persona muy friolera), chiquitita y pálida, de dedos pequeñitos que se alojaban en aquellos momentos entre los míos.
Poco a poco empecé a elevar de nuevo la cabeza y fue cuando ambos pusimos fin al juego de miradas que llevábamos un rato haciendo mientras hablábamos. El silencio se hizo entre ambos, no un silencio incómodo o pesado como una losa, propio de cuando estás en tensión en una situación incómoda o te dan una mala noticia. Era más bien, por definirlo de algún modo, como el silencio quieto, expectante, del público antes de que una orquesta comience a tocar (como músico, permitidme este pequeño símil). Era como si el mundo contuviera la respiración a nuestro alrededor, aguardando para ver lo que pasaba. ¿Y qué pasó, os preguntaréis? Lo que tenía que pasar. Lo que ambos deseábamos que ocurriera.
Nuestros rostros se acercaron poco a poco, entornando los ojos, y en el momento en que los cerramos nuestros labios se unieron en un primer beso. Aún hoy día se me acelera el pulso mientras escribo estas palabras, recordando aquél primer gesto tan dulce que compartimos. No fue, precisamente, un casto roce de labios. En un momento dado fue como si nuestras bocas sintieran anhelo de la otra, pero sin llegar a perder la ternura del momento. El mundo dejó de existir a mi alrededor, sólo estaba aquella maravillosa sensación, el sabor y la textura de sus labios, el sonido de su respiración agitada y el de mi corazón que latía desbocado en mi pecho, bombeando sangre como un loco.
Nos separamos y volvimos a abrir los ojos. Y fue en ese momento cuando ella, con una mirada resplandeciente y las mejillas encendidas, tomó mi rostro entre sus pequeñas manos y volvió a besarme, añadiendo a la ternura una pizca de picardía como solo ella podía sacar.
Me hubiera encantado quedarme en aquél banco durante horas, charlando y compartiendo besos con ella, pero finalmente nos levantamos y, todavía cogidos de la mano, la acompañé al portal de su casa.
- ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar?- murmuré mirándola a los ojos. Podéis imaginaros cómo deseaba que ella quisiera salir conmigo, que aquellos besos que acabábamos de compartir dieran inicio a una bonita relación.
Sus ojos, en cambio, una vez pasado el momento del banco, demostraron una sombra de duda. Era como si estuviera dividida entre lo que habíamos demostrado apenas unos minutos antes, y el hecho de no estar preparada para una relación (hoy día nos veo apenas como dos niños. Es cierto lo que dicen que cuando eres un adolescente pareces tener las respuestas a todos los enigmas del mundo. Por todos los dioses, parezco un viejo hablando, jajaja xD)
- No lo sé, Fran- me confesó, evitando mirarme. Seguramente se sintiera culpable por no poder darme la respuesta que, en mi anhelo, deseaba escuchar- Estoy hecha un lío. Ojala pudiera decirte, pero yo…
Sonreí negando con la cabeza, evitando que hablara más de la cuenta. Me llevé las manos al cuello y extraje un objeto que pendía sobre mi pecho, bajo la ropa. Se trataba del Anillo Único de la película de “el Señor de los Anillos”. Lo había comprado en Toledo meses atrás, con su cadenita a juego y todo. Me lo quité y, tomando de nuevo aquellas manitas más frías de lo habitual a causa de los nervios, se lo puse en la palma, cerrándole los dedos.
- Escúchame, haremos una cosa- un plan romántico tomaba forma en mi mente mientras hablaba- Te doy este anillo que ambos conocemos bien. Tú piensa sobre todo lo que hemos compartido y sobre lo que podríamos compartir en el futuro, sea cual sea tu respuesta. Ante todo, somos amigos, y eso nadie nos lo va a quitar. Pero, ya sabes lo que siento por ti, Elena.
Ella asentía, con los ojos brillantes. Nunca la he visto llorar, es una chica demasiado fuerte e independiente como para mostrar lo que considera una debilidad (no llorar en sí, o que lloren otros, sino que alguien la vea llorar).
- Si decides dar ese paso conmigo- continué- no hace falta que me digas nada. Tan sólo preséntate un día ante mí, como siempre, pero con este anillo puesto sobre la ropa. Esa será la señal de que lo has pensado, y has decidido aceptar mi propuesta- dije separando las manos de las de ella- Ahora he de irme. Pase lo que pase, lo que ha ocurrido hoy aquí entre nosotros, lo llevaré siempre dentro.
- Yo también- respondió llevándose el puño cerrado, con el anillo dentro, hacia el pecho, como dando a entender en aquél gesto sus palabras- Siento no poder darte una respuesta ahora mismo, Fran.
- El tiempo la dará, no te preocupes. Tómatelo con calma, no tenemos ninguna prisa- me despedí cogiendo una última vez su mano, depositando un beso en el dorso, galantemente- Que tengáis dulces sueños, mi señora.
- Lo mismo os deseo a vos, mi señor- rió levemente, feliz de comprobar que seguía usando nuestros pequeños juegos de palabras medievales. Sin más, entró en el portal y desapareció escaleras arriba.
Un cúmulo de sensaciones se aposentó en mi pecho durante mi regreso a casa. Por un lado, miedo a que aquello no saliera adelante, dado que lo deseaba con todo mi ser. Por otro, esperanza en que se cumpliera mi anhelo y poder salir con aquella chica que me había robado el corazón tantos meses atrás. El paso ya estaba dado, solo el tiempo diría si nos quedaríamos en una buenísima amistad, o habría algo más entre nosotros. Y el tiempo, como siempre, tenía mucho que decir al respecto.



Hasta aquí por hoy, espero que os haya gustado el escrito. Prometo, eso sí, intentar ser un poco más constante y escribir más de continuo, para no teneros tanto tiempo en ascuas. ¡Nos vemos!
 
Antiguo 02-Mar-2012  
Usuario Experto
Avatar de dori
 
Registrado el: 21-April-2009
Mensajes: 345
escribe prontooooo.jejeje.queremos la 4 parte yaaaaa!!!
 
Antiguo 06-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
¡¡Vacaciones!! Qué bien sienta tomarse un descanso del trabajo de vez en cuando. Aunque no suponga más que una semana de asueto, pero bien recibida, sin duda. Aprovechando esto, habrá que escribir un poco más, digo yo. Y, si bien es cierto que tengo mucho que corregir de mis novelas y demás creaciones, tampoco puedo dejar abandonada esta historia que tan bien parece haberse asentado en este foro. Como siempre, lamento la espera a la que os he sometido, y vamos allá con la cuarta parte del relato. ¡Espero que os guste!


Entrada 4 Punto y aparte

Pasó el tiempo y todo pareció seguir igual que siempre. Era como si aquella tarde/noche compartida en el banco cerca de su casa no hubiera ocurrido jamás. Yo atesoraba aquellos momentos en lo más profundo de mi corazón, como la imagen de su hogar que añora un náufrago, perdido en una pequeña isla desierta en medio del mar. En la vida, vamos guardando esos pequeños oasis de paz, momentos en el tiempo que nos traen felicidad con su mero recuerdo. Aquél, sin duda, se convirtió en uno de los míos.
Pero lo que me mataba por dentro día a día, era encontrármela y no ver la señal convenida. Entendedme, cada vez que hablaba con ella me sentía uno de los chicos más afortunados del mundo. El hecho de tener aquella confianza que iba creciendo con el paso del tiempo, me hacía sentirme más unido a ella. Pero yo deseaba algo más, y por ello mis ojos siempre se dirigían, en primer lugar, a su cuello cada vez que la veía. Esperando ver el destello de aquél anillo bañado en oro que confirmara mis más fervorosos anhelos.
Dicen que quien espera, desespera. En mi caso fue cierto. Conforme seguía pasando el tiempo, y al ver que aquél tema no volvía a salir entre nosotros, la esperanza se fue desvaneciendo de mi corazón, relegándose a aquél rinconcillo donde guardaba los besos que habíamos compartido. Fue entonces cuando, echando la vista atrás, comencé a trabajar en serio nuestra amistad.
Hasta entonces siempre había tenido la posibilidad, aunque remota, de que Elena decidiera salir conmigo. Pero como aquello había quedado en agua de borrajas, como quien dice, de algún modo mi corazón apaciguó aquél fuego y lo sustituyó por el de la amistad. Todos sabréis que las llamas del amor nunca se consumen del todo, más bien se aletargan, se cubren de otros sentimientos que nos ayudan a superarlas. En muchos casos, esos sentimientos son el odio, la indiferencia, otro nuevo amor… en el mío, fue la amistad.
Palié el dolor de mi joven corazón mirando a los ojos de aquella chica, escuchando su risa, disfrutando de la amistad que me brindaba sin reservas. ¿Pudiste conformarte con eso? os preguntaréis. ¿Qué más me quedaba? Esa es mi respuesta.
Sí, podría haber luchado, insistido en ello, pico y pala, como dicen algunos en estas situaciones. Pero, primero, yo era muy joven entonces, y bastante pesimista. Por lo que, pensé, que quizás aquellos besos no habían sido mas que fruto de la curiosidad, del “me apetece y lo hago”. Yo tampoco se lo podía reprochar, estaba claro, puesto que para mí había sido un auténtico placer compartir aquél gesto con ella, aunque fuera tan fugaz como el atardecer que nos sirvió de testigo.
Segundo, no estaba seguro de que, insistiendo, fuera a conseguir algo más que alejarla de mí. Conforme la conocía, veía en ella a esa chica independiente antes mencionada. No tenía pinta de ser la típica princesita de cuento de hadas que necesitara de un caballero de brillante armadura. Más bien, al contrario, quizás mis galanteos y pretensiones me valieran que se alejara, agobiada, de mí. Todo esto es lo que, en aquellos tiempos, pensaba sobre aquél tema.
De modo que, convenciéndome a mí mismo, me dispuse a enterrar suavemente aquellos sentimientos en favor de nuestra amistad.
Fue difícil, me llevó bastante tiempo, pero acabé lográndolo. Al cabo de un año, a causa de que repetí el último curso en el instituto, ambos compartimos clase. Recuerdo aquél último año con especial cariño. Lo bien que nos lo pasábamos dando latín y griego juntos, estudiando Historia del Arte o Filosofía. Entre exámenes, visitas al Museo del Prado, preparatorias para la selectividad y apuntes, aquellos meses volaron. Finalmente, acudí con mi clase a hacer la temida prueba de acceso a la universidad (¿Quién, de entre todos, no ha tenido al menos nervios al enfrentarse a ese fantasma? xD) La lástima fue que ella no aprobó el curso y tuvo que repetir el último año (hasta en eso nos parecemos. Curioso, cuanto menos, ¿no? Jaja)
Baste decir, para el desarrollo de esta historia, que me hice con los laureles en aquellos exámenes, consiguiendo acceder a la carrera de Historia del Arte.
Sin embargo, debido a mi vida universitaria, me distancié de aquellas viejas amistades del instituto. Cada cual siguió su camino, y, lamentablemente, dejé de ver a Elena tan de seguido. Poco a poco, nuestros encuentros se fueron reduciendo, encontrábamos otras personas, frecuentábamos otros ambientes, hasta que al final no la volví a ver.
Ahí podría haber acabado esta historia, un bello recuerdo del pasado, de un amor que pudo haber sido y no fue. Pero, como bien intuiréis por el mero título, esto no ha sido más que la introducción a la verdadera historia, que a día de hoy se sigue escribiendo.
Porque, pese a todo, el destino seguía girando sus ruedas, colocando las fichas para el inicio de su juego. Aquello no era, como pude comprobar años después, más que un punto y aparte en el libro de la vida. Aún me deparaban algunas sorpresas más con ella, cuando una afición que tenía creció, acercándome a personas, lugares y eventos que, a su vez, me acercarían más a Elena. Cuando aquella afición me abriera puertas a otros mundos llenos de manga, anime, cosplay, juegos de rol, videojuegos y, sobre todo, fantasía. En resumen, cuando entrara de lleno en el mundo friki.


Y mañana espero poder seguir con la siguiente parte, aprovechando el descanso que vivo estos días. Que mis manos y mi mente trabajen un poco más, que nunca viene mal. Hasta entonces, pues, gente de ForoAmor ¡Pasadlo bien!
 
Antiguo 06-Mar-2012  
Usuario Experto
Avatar de martim
 
Registrado el: 22-February-2011
Mensajes: 401
Agradecimientos recibidos: 27
interesante historia amigo,sigue!!
 
Antiguo 07-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas tardes a todos/as. Como lo prometido es deuda (y un paladín siempre cumple su palabra, que no me nombraron Sir por nada xD), aquí os traigo la siguiente parte de mi historia. La historia comienza ahora a desviarse un poco y a ampliarse, con un tonillo algo más cómico, que espero que os guste. Pues se ponen en escena más personajes que iré introduciendo poco a poco, dándole forma al entorno para haceros formar parte de él. Gracias por los ánimos para seguir escribiéndola y espero que os guste


Entrada 5 Cosplay de canguro

Como decía en la anterior entrada, llegó un día en el cual Elena y yo nos perdimos la pista mutuamente. Nuestros caminos se separaron, nuestras amistades y ambientes cambiaron, y cada cual siguió a su ritmo por la vida.
Por aquél entonces, yo acababa de comenzar la universidad, y uno de mis más antiguos amigos de Internet se mudó a Madrid, a casa de sus tíos, para asistir también a su carrera. Se trataba de Pedro, conocido por los ambientes frikis/roleros como Cyrus. Su llegada supuso un cambio bastante importante en mi vida, pues fue el principal artífice de que me uniera al mundillo friki en todo su esplendor. La historia transcurrió, pues, como relataré a continuación.
Llevábamos ya unos meses quedando, yendo de tiendas y demás, cuando surgió el tema que cambiaría mi vida para siempre.
- ¿Expo qué?- pregunté desviando los ojos de la pantalla del ordenador. Nos encontrábamos en casa de sus tíos, navegando por la red en busca de vídeos y tontunas (que, por aquél entonces a falta de youtube, se encontraban en páginas como Elrellano.com ¡Qué tiempos aquellos!)
- Expomanga, tío, que pareces nuevo ¿y tú te consideras friki?- meneó la cabeza poniendo los ojos en blanco. Siempre ha sido una persona cínica, sin pelos en la lengua y más alocada que yo (al menos por aquél entonces, cuando aún era muy modosito y timidillo) Por aquél entonces llevaba el pelo largo, a tazón (lo cual en nuestro primer encuentro, en la distancia, me había hecho confundirle con una mujer xD), más bajito que yo, de sonrisa fácil y mirada pícara (sobre todo con alguna que otra friki, que por aquél entonces no eran ni una décima parte de lo que son hoy día. ¡Qué suerte tienen los frikis de ahora, copón, aunque parezca un viejo al decirlo! xD)
- ¿Eso qué es?
- Es un evento que sea hace en Madrid cada año. Un salón del manga y la cultura japonesa. Montan stands, venden cómics japoneses, figuras, videojuegos… la gente suele ir disfrazada y todo, de cosplay, vamos- me apartó del ordenador y sus manos teclearon en Google, enseñándome algunas fotos del sitio.
En la pantalla aparecieron un montón de imágenes, la mayor parte de gente disfrazada, de cosplay (palabra que viene de la conjunción de “costume” o disfraz y “play” o jugar. Consiste en hacerse un disfraz de personaje de manga, anime, videojuego, etc… para ir a estos eventos. Hay mucha gente que se lo toma bastante en serio, preparando todo tipo de trajes y artefactos durante meses, que luego lucen entre foto y foto. Todo un mundillo que yo empezaba a vislumbrar)
- Uf, no sé, tío- comenté echando un vistazo- ¿Meternos en un sitio lleno de gente disfrazada? Parecen un hatajo de locos, la verdad (ahora, recuerdo mis propias palabras y no puedo evitar reírme. Tiene bastante gracia que me cohibiera ese tipo de personas y que, unos meses más tarde, pasara a formar parte de ellos como el que más xD)
- Locos, dice. Tú si que estás loco si no vas, viviendo en Madrid desde siempre y ahora te enteras de que existe un evento así, capullo (procuraremos poner las menos palabras altisonantes aquí. Mi colega tiene un lenguaje de lo más fluido en lo que a tacos y palabrotas se refiere n_nU)
Hice memoria al ver unas cuantas fotos más. En ellas, se mostraban los primeros Expomangas y Expocómics de Madrid, hacía años, cuando se celebraban en el museo del ferrocarril. Yo ya había estado en un sitio de aquellos hacía años, cuando todavía iba al instituto. Recordé como Jesús, un colega de clase amante de Marvel, nos había prácticamente arrastrado a los tres restantes componentes del grupo (Nacho, Mario y yo) a un Expocómic. Habíamos ido el Viernes al salir de clase, claro que por aquél entonces la cosa estaba empezando en Madrid y no tenía mucha difusión. Apenas nos habíamos quedado unas horas deambulando por allí, comprándome el que sería mi primer manga, de Ranma ½, el tomo 1.
- Ahora que lo veo, creo que ya he ido a un sitio de estos, pero fue hace años- respondí, intentando no parecer tan desinformado como me decía su mirada.
- Bueno, pues entonces ya estás curado de espanto, supongo, ¿no? Es más, he estado hablando del tema con unos amigos de un foro, y van a hacer un cosplay grupal de Naruto (por aquél entonces, matizo, Naruto acababa de comenzar. No era tan conocidísima como lo es ahora, sobre todo fuera del ámbito friki) Yo voy a ir de Shikamaru, y tu podrías ir de…- sus ojos deambularon por una lista de nombres del mencionado foro, buscando algún personaje libre que me pegara- ya está, Kankuro.
- ¿De canguro?- mi cara era un poema. Ni muerto me iba a poner a dar saltos por el local.
- De Kankuro, idiota- me puso una imagen del susodicho. Pues no estaba nada mal, la verdad, vestido con una especie de mono negro, una capucha con orejas y una…
- ¿Lleva una momia a la espalda?- la cosa iba mejorando por momentos. Si ya tenía pocas ganas de disfrazarme, pues desde primaria que no me vestía de nada, y solo para carnavales, viendo el berenjenal en el que me estaba metiendo de cabeza mi amigo, se me evaporaban las pocas que me quedaban.
- Joder, Fran, de verdad. Mira, se acabó. Doble dosis de Naruto en vena a la de ya- tomó la determinación, buscando los capítulos del anime que llevaba descargados hasta el momento- Y es una marioneta, no una momia. Son ninjas, cada uno ataca de una forma, y Kankuro usa marionetas.
En la pantalla comenzó el primer capítulo de la serie, mientras las letras japonesas del karaoke del opening (la canción del principio, vaya) iban pasando por la parte inferior.
- No sé, no acabo de estar seguro de esto, la verdad. No me gusta disfrazarme, tío- murmuré cohibido ante la mera idea de vestirme con aquellas pintas, rodeado de gente por el estilo- Lo de ir al Expomanga, puede ser, ¿pero disfrazados? Ni hablar, no me convence la idea.
Por aquél entonces yo todavía no conocía lo suficiente, cara a cara, a Pedro. Y si algo he aprendido con el paso de los años, es que cuando se le mete una idea entre ceja y ceja, ni con martillazos puedes sacársela. Para el Expomanga aún quedaba un mes y medio, cierto, un tiempo que yo emplearía en ver casi todos los capítulos de Naruto que, por entonces, había. Un tiempo en el que trataríamos el tema una y otra vez, en el que yo me negaría y el insistiría, hasta que, finalmente, accediera a ello.
Así, cuando llegó Abril, me coloqué la capucha sobre la cabeza, sujetándola con la bandana de Ninja. Me eché a los hombros aquél amasijo de vendas a modo de mochila y, temblando de puro nervio, salí de mi casa en dirección a mi primera prueba de fuego como friki.
¡No tenía idea de las cosas que me iban a pasar en aquél entonces!


Y hasta aquí por hoy, para dejar un poco la tensión en el ambiente, la intriga, el “cliffhanger” como se dice en las series. Una vez más gracias por leer y animaros a que lo sigáis haciendo, sobre todo ahora que me he vuelto un poco más constante con mis aportaciones. Pasad una buena tarde, gente
¡Nos vemos, foreros!
 
Antiguo 07-Mar-2012  
Usuario Experto
Avatar de martim
 
Registrado el: 22-February-2011
Mensajes: 401
Agradecimientos recibidos: 27
apurate que quiero saber que paso con la chica...
 
Antiguo 07-Mar-2012  
Usuario Experto
 
Registrado el: 27-November-2011
Ubicación: Madrid
Mensajes: 176
Muy bueno, estoy expectante a ver cuando vuelve a aparecer Elena. , pero sin prisas.
 
Antiguo 14-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas noches, ya de madrugada, usuarios de ForoAmor. Llevo algunos días totalmente desaparecido de Internet, pero regreso a vosotros con fuerzas renovadas para continuar con mi historia. He de darme prisa, pues se sigue escribiendo a cada día que pasa, y nunca sé donde puede acabar. Así que, sin más dilación, vamos con la siguiente entrada, disculpándome de antemano por la tardanza en seguir escribiendo y dejaros un poquito en vilo. ¡Que la disfrutéis!

Entrada 6 De cabeza a la piscina

Es sorprendente lo mucho que puede cambiar una persona de un día para otro. A veces, esos cambios se van experimentando durante mucho tiempo, poco a poco, pasito a pasito. Otras veces, sin embargo, es como aprender a nadar tirándote a la piscina.
Estás tranquilamente en el borde, contemplando el reflejo del sol sobre el agua, cuando de repente alguien te empuja desde atrás y te lanza dentro. El primer instinto que nos surge es el de respirar, el instinto de supervivencia, y como tal agitamos frenéticamente brazos y piernas con tal de ganar la superficie. La autoconservación aflora a nosotros, “adaptarse o morir” como expresaría Darwin en sus estudios.
Con este ejemplo tan exagerado, quiero dar a entenderos el hecho de cómo me adapté al medio en apenas un solo día. No se trataba de sobrevivir, desde luego, sino más bien de encajar, de dejar salir lo que había dentro de mí, de hacer locuras y no ser censurado por ello, de expresar libremente mis apetencias frikis en un entorno que jamás había conocido hasta entonces. En definitiva, de potenciar mis aficiones.
Como decía, me dirigí en compañía de Pedro a mi primer Expomanga, debidamente disfrazado y temblando como una hoja. Para empezar, la prueba de fuego de ir en el autobús a la vista de gente “normal y corriente” fue un gran reto para mí. Podéis imaginaros, si alguna vez habéis ido en transporte público a alguna fiesta de disfraces, o con algo de ropa llamativa, la vergüenza que debí de sentir al notar tantas miradas clavadas en nosotros. Hasta al conductor le costó controlar su curiosidad cuando subimos y buscamos asiento en su vehículo.
Pues bien, llegamos al recinto y, cual no sería mi sorpresa, al comprobar que mis temores eran del todo infundados. ¡Había más gente, además de nosotros, disfrazada!
Compramos la entrada y pasamos al recinto. Comenzamos a mirar los stands, los cómics, las figuras… un colorido mundo se presentaba ante mis ojos. Por aquél entonces, no obstante, mi economía no estaba precisamente holgada, y apenas si tenía veinte eurillos para gastar en alguna que otra cosa. Lo principal, según había dicho Pedro, era pasar el día allí y divertirse. ¿Qué demonios íbamos a hacer para pasar el rato, aparte de mirar merchandising que no podíamos permitirnos comprar?
Como contestando a mi pregunta no formulada, apareció ante mí una chica un poco más joven, sonriendo con emoción mientras agitaba una cámara de fotos ante nuestras caras.
- Perdonad ¿puedo haceros una foto?
Recuerdo bien aquella primera foto, en la cual me pidieron que posara como el personaje del que iba disfrazado. Suerte que iba prácticamente cubierto y, entre el flash de la cámara y el calor en el ambiente, creía que apenas si se me notaría el bochorno. Pensad que, como en el ejemplo anterior me he remitido, para curar aquella timidez que desde niño me había caracterizado, me habían lanzado a la piscina directamente para que aprendiera a nadar.
- ¡Gracias por salvar a Kiba-kun, Kankuro-san!- se despidió alegremente aquella chica, arrancándome un suave “de nada” que susurré al cuello de la camisa, como quien dice (sin saberlo, me había comido mi primer spoiler, o destripado de la trama, cuando aquella chica me había hecho referencia a uno de los últimos capítulos de la serie publicados, el cual no había llegado a ver todavía xD).
- Pero tío, suéltate un poco, joder- me recriminó Pedro cuando la chica se hubo marchado- Que estás ahí cortadísimo, cuando deberíamos estar disfrutando a tope del salón.
- Para ti es fácil decirlo, no te jode- por aquél entonces envidiaba el desparpajo de mi colega, el cual no tenía reparos a hacer frente a todo aquél tipo de situaciones nuevas.
- A ver, Fran. Piensa que estás en un evento friki. Es un sitio normal, con gente normal a la que le gusta lo mismo que a ti. Deja de tener tanto miedo a hacer el ridículo.
Con aquella frase dándome vueltas en la cabeza, seguimos dando un paseo por el recinto, comprobando lo “normales” que podían ser aquellas personas al llegar al escenario. Sobre él, tres tíos como tres templos, ataviados solamente con unos calzoncillos de los que colgaban hojas de parra (a lo Adán xD) bailaban una canción japonesa de la que habíamos visto el videoclip hacía unos cuantos días. Aquello fue una buena dosis de la “realidad” para mí.
Con aquél ejemplo, y algunos más, amén de las fotos que nos fuimos haciendo a lo largo de la mañana, comencé a cambiar mi forma de ser. Poco a poco, me iba desinhibiendo más. Veía a la gente disfrazada, poniendo poses, gritando, riendo, juntándose con amigos que compartían aficiones. Escuchaba canciones en japonés, gente leyendo mangas, comprando peluches y figuras… Llegó un momento en el que pensé: ¿qué demonios? Cuanto más llamas la atención, mas triunfas en un sitio así. Veía como la gente no nos miraba raro, como, al contrario, se nos juntaban para hacer el friki. Incluso comenzamos a ser nosotros quienes pedíamos fotos a las demás personas disfrazadas. Al final del día, éramos los más escandalosos de todos, participando en karaokes, llegando a organizar un “Circulo de Poder” (se hace un corro de personas y dos, disfrazados, salen a hacer un combate de pega reencarnando a sus personajes. He de decir que pusimos de moda aquello, y tuvo tanto éxito que, años después, se ha incluido como evento oficial en diversos salones. Lo que son las cosas xD)
Llegamos a conocer a muchísimas personas, trabando amistades que continúan a día de hoy (una de las cuales se trataba de uno de los locos que habían bailado sobre el escenario en calzoncillos. Se llama Paco, y a día de hoy es uno de mis mejores amigos. Aún nos reímos bastante al recordarle cual fue mi primera impresión sobre su estado mental, viéndole bailar tan sugerentemente xD)
Y así, entre pitos y flautas, entre fotos y ramen (unos fideos instantáneos japoneses), transcurrió el fin de semana. Unos días inolvidables en los que descubrí que yo también formaba parte de aquello, que era un auténtico friki, vaya. Con todas las repercusiones que ello pudiera traer.
Hicimos amigos, nos lo pasamos genial y, sobre todo, aquellos acontecimientos me pusieron en el camino para convertirme en la persona que soy hoy día. Echando la vista atrás, he de agradecerle sobremanera a Pedro el hecho de que me convenciera para apuntarme a aquella locura, dado que aquél supuso un gran punto de inflexión en mi vida. Hoy día, como he dicho, conservo muchos amigos que hice por aquél entonces, descubriendo un mundo que sigo explorando a cada minuto que pasa, con el mayor de los placeres.
¿Y a qué ha venido todo esto? Os preguntaréis. Fran, joder (diréis algunos/as), que se supone que esto es una historia de amor, no una historia de cómo te volviste friki. Bueno, como bien dije al comenzar este pequeño rodeo para poneros en situación, todo tiene que ver. Y yo en aquél entonces, regresando totalmente satisfecho el domingo por la noche a mi casa, después de mi primer salón, no lo sabía. Pero sería, precisamente, gracias a otro salón del manga posterior, cuando cierta personita reapareciera en mi vida.
Para finalizar, mi consejo es que nunca jamás dejéis de lado cosas que os apetezca hacer, por locas que puedan resultar a priori (os lo dice alguien que fue disfrazado a su primer evento friki xD), dado que nunca se sabe adonde os puede llevar la corriente del río. A mí, me llevó a un reencuentro muy especial. Y esa es la historia que pienso contaros a continuación.


Y hasta aquí el pescado vendido, que se ha hecho muy tarde ya. Mañana veremos a ver si me da tiempo a seguir la cosa. Mientras tanto, para todos aquellos/as que os estéis muriendo de curiosidad por saber el baile que hicieron mis amigos sobre el escenario con hojas de parra entre las piernas, dejo el videoclip del que surgió la actuación. ¡Disfrutadlo! :P

 
Antiguo 18-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Vamos con la siguiente parte de mi historia mientras llegan las pizzas que he encargado. A ver si pronto alcanzo el presente y puedo seguir con el día a día, puesto que siguen sucediéndose todo tipo de experiencias que narraré poco a poco. Vamos, pues, a ello.

Entrada 7 La sorpresa del arquero rojo

Cinco años pasaron desde aquél primer expomanga al que asistí. Cinco años en los que hice varios amigos nuevos y llevamos a cabo todo tipo de reuniones de ámbito friki durante los fines de semana. La más común de todas ellas, consistía en reunirnos en la tienda Atlántica de manga/anime, cerca de Gran Vía, y tras hacer las compras semanales de rigor, a Plaza de España a pasar la tarde sentados en la hierba. Eran grandes tertulias en las que no faltaban las risas, bromas, chismes y demás. Aún hoy en día, cuando paso por aquella zona, me emociono echando la vista atrás y recordando cuando la vida era más fácil para todos (sin preocupaciones como el trabajo, el dinero, etc…) pero me alegra ver a nuevos grupos de jóvenes allí reunidos, cómo las nuevas generaciones de frikis continúan con las tradiciones.
Sea como fuere, decía que pasaron cinco años y, de nuevo me encontraba en el expomanga. Durante aquél tiempo, como es lógico, no fui precisamente paradito en lo que a relaciones se refiere. Al juntarme con más personas, indudablemente, tuve varias relaciones amorosas, una de las cuales vivía en aquél entonces.
Acudía, como era de rigor, disfrazado de Archer (el arquero, un personaje de la serie Fate Stay Night), ataviado de rojo y con dos espadas de goma-espuma como armas. A mi lado, iba mi novia de aquél entonces, Esther, vestida de otro personaje del mismo anime.
Llevábamos todo el día dando vueltas y haciéndonos fotos, cuando en un momento dado, ella se quedó con unos amigos charlando mientras hacía cola para subir a participar en el concurso de disfraces. Yo, mientras tanto, aproveché para dar una vuelta por el evento, saludando a algunos conocidos que hacía tiempo que no veía.
Me detuve a ver la mercancía de un stand, pensando en comprarle algo a Esther, cuando de repente, tras de mí, oí una tímida voz.
- Disculpa, Archer. ¿Puedo hacerte una foto?
Parecía que había muchos aficionados a aquella serie que había terminado de ver hacía un par de semanas. Decididamente, haber ido con aquél disfraz había sido todo un logro. En primer lugar, porque no lo había hecho nadie más. Y en segundo, porque desde primera hora nos habían pedido un montón de fotos. El mayor halago para un escritor, como siempre digo, es que la gente disfrute con sus historias. Que les den vida palabra tras palabra, gastando su preciado tiempo en los mundos que se crean para ellos. Así pues, el mayor halago para un cosplayer (gente que se disfraza asiduamente en salones frikis) es que le pidan fotografías. En aquél entonces, mi timidez era cosa del recuerdo, y me di la vuelta con una amplia sonrisa dispuesto a satisfacer el requerimiento de aquella voz. Casi se me cayeron las bolsas que llevaba al suelo al encontrarme, frente a mí, nada más y nada menos que a Elena.
La primera impresión que tuve de ella en aquél encuentro después de más de cinco años sin verla fue que estaba preciosa. Por un lado, parecía que apenas si había cambiado físicamente en aquél tiempo. Seguía siendo chiquitita, con aquella sonrisa y esa mirada brillante. Pero, por otra parte, para alguien que la había conocido tanto como yo, que se había fijado hasta en el más mínimo detalle de su persona, los cambios eran evidentes.
Para empezar, llevaba las uñas pintadas. Sí, puede parecer una tontería, pero en su caso no es tal. Recordaba perfectamente que, cuando íbamos al instituto, jamás las llevaba así. Quizás era una muestra de su timidez, o del hecho que ella siempre se había considerado muy machorra (en palabras suyas xD aunque a mí jamás me había parecido tal). El detalle de llevar las uñas pintadas demostraba que había madurado y, en cierta medida, aceptaba el hecho de ser una mujer hecha y derecha.
Iba vestida con unos pantalones vaqueros cortos, medias y botas altas. Un suéter algo ceñido dejaba adivinar las formas de mujer que se insinuaban bajo la ropa, con poquito escote, eso sí, pero sin ser tan recatada como la recordaba. La ropa, en su conjunto, me decía aquello. Ya no era tan tímida como antaño. Parecía que su paso por la universidad la había dotado de algunas experiencias que la habían hecho madurar como mujer y, lo que es más importante, estar orgullosa de ello.
- ¡Fran!- exclamó sonriendo, mientras me echaba los brazos al cuello pegando un salto y un gracioso gritito- ¡Qué alegría verte!
- Lo mismo digo, Elena- sonreí dándole dos besos, mirándola de arriba abajo, captando aquellos sutiles cambios que he mencionado- ¿Qué haces aquí? Es el último sitio en el que esperaba encontrarte.
- Pues ya ves. En el instituto me llamaban la atención los manga y demás, como bien sabes. Y, poco a poco, con el paso a la universidad, me fui aficionando cada vez más. Hasta que, aquí me tienes- levantó unas bolsas en las que llevaba lo que había comprado en el salón- una auténtica friki.
Alucinante. Sencillamente alucinante el hecho de que a ambos nos hubieran pasado cosas similares. Cuando nos conocimos, leíamos épica medieval y algo de manga, lo justo y necesario. Parecía que con el paso de los años, aquellas aficiones que habíamos potenciado, se habían encargado de volvernos a unir. No cabía en mí de gozo. Entendedme, yo por aquél entonces tenía novia, y ella, como me hizo saber, también salía con alguien. Era más la alegría del reencuentro con una vieja amiga que el hecho de resucitar aquellos sentimientos que, hacía años, había ocultado en un rincón de mi corazón.
Así pues, tras dar una vuelta con Elena y que me presentara a su novio, intercambiar nuestros números de teléfono con la promesa de volvernos a ver pronto, regresé junto a Esther a tiempo para verla participar en el concurso de cosplay. En mi cámara digital quedaban guardadas las fotos que me había hecho con Elena, como recuerdo del reencuentro. Estaba muy feliz, en una auténtica nube, como se suele decir.En un salón, viendo a mi chica subir al escenario, habiéndome reencontrado con Elena… las cosas marchaban estupendamente, sin ninguna duda.
Lamentablemente, aquello solo había sido un alto en el camino. Algunos pensaréis que fue entonces cuando se retomó la historia entre Elena y yo. Sí y no. Me explico.
Sí, porque la había vuelto a ver, y tenía la certeza de que en aquellos momentos caminaba por el mismo sendero que yo. Ambos habíamos cambiado, crecido, madurado, pero nos seguían gustando las mismas cosas, y cada vez en mayor medida. Eso hacía que me sintiera más unido a aquella antigua amiga.
Y no, porque como digo, aquello solo supuso un punto de inflexión en mi historia con ella. Un pequeño reencuentro, puesto que por casualidades de la vida, todavía no estábamos destinados a llevar una relación tan cercana como antaño. Aún iban a pasar algunos años más hasta que la vida nos volviera a juntar. Pero, desde luego, cuando aquello sucediera, continuaría la historia que había comenzado una fría mañana de camino al colegio. Y sólo el tiempo sería (o es, más bien) el encargado de decidir adonde nos llevaría todo.


Y hasta aquí por hoy, que se me enfría la comida xD Espero que hayáis disfrutado de la siguiente parte de la historia. Un efusivo saludo, usuarios/as de ForoAmor
 
Antiguo 18-Mar-2012  
Usuario Experto
Avatar de LoyalFriend1972
 
Registrado el: 12-November-2010
Ubicación: Madrid
Mensajes: 3.802
Agradecimientos recibidos: 1041
No había visto este post hasta hoy, pero la historia es buenísima!!

Aunque eso sí, me parece fatal dejar a los lectores en ascuas , quiero más!
 
Antiguo 19-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Comienza otra nueva semana y vamos a ver si puedo seguir un poco un ritmo más constante de aportaciones al foro, pues como ha comentado LoyalFriend1972 no está bien dejar a los lectores en ascuas tanto tiempo entre una y otra entrada (muy chulo el avatar, por cierto. Se nota que eres del friki-gremio, ¿no? ^_^) ¡Sigamos pues!

Entrada 8 Saliendo de la oscuridad

Tras aquél fortuito encuentro, no volví a saber de Elena en unos cuantos años más. ¿No os ha pasado a veces que os encontráis con una antigua amistad por la más curiosa de las casualidades y, tras prometer que quedaréis pronto y demás, no volvéis a saber de esa persona?
Todos tenemos una excusa que hace que no retomemos esos viejos lazos. Puede ser que te vas a algún otro sitio a vivir, que quizás no te apetece rememorar batallitas o, como es el común de los casos, que tu vida se complica tanto que lo último en lo que piensas es en rescatar retazos de tu pasado. En mi caso, me ocurrió esto último.
Por aquellos años, digamos simplemente, que no atravesaba una buena racha. Diversas causas familiares y escolares hicieron que cayera en una profunda depresión. Es sorprendente lo mucho que puede cambiarte la vida cuando, anímicamente, no te encuentras bien. Poco a poco, gracias al apoyo de la familia y los amigos, fui saliendo de aquellos bajones, con ciertos altibajos. El más común de ellos, era la ausencia de amor en mi vida.
Desde siempre, me he considerado una persona extremadamente romántica. Me encanta escribir poesías, regalar flores y bombones, cenar a la luz de las velas… en fin, toda una serie de cosas que todos hacemos con nuestras parejas en mayor o menor medida. Cada detalle, por ínfimo que pudiera parecer, significaba un mundo para mí. Desde una simple mirada, un roce de unos dedos entrelazados, un susurro o una sonrisa. Bebía de aquellos gestos, dejando que mi alma se alimentara al igual que mi cuerpo requería comida. Para mí era algo tan necesario como respirar, una demostración de que seguía vivo, de que podía dar tanto amor como el que podía recibir.
Así pues, no es de extrañar que el hecho de no contar con nada de aquello me sumiera en un oscuro anhelo que me impedía ver las cosas buenas de la vida. Miraba a mi alrededor, y a mis ojos todo eran parejitas. Mi imaginación, que desde niño ha sido amplia, me incitaba a bordes rayanos a la locura. Ante mis ojos podían aparecer unos simples amigos riendo juntos, que para mi mente eran aquello que yo no poseía por más que lo quería: un noviazgo.
Pasé por etapas realmente oscuras, desde la desgana hasta la más fuerte de todas las envidias. Por aquél entonces había acabado muy mal con mi última pareja, dejando de vernos de la noche a la mañana (y eso que antes de novios habíamos sido muy buenos amigos durante años). Deseaba estar solo, y como un auténtico zombie, me obligaba a asistir a las clases de la universidad, carente de emociones, siguiendo una rutina de un lado hacia otro. Finalmente, hasta aquello dejó de importarme, dejando incluso de asistir a clase. Gracias al cielo me surgió un trabajo a tiempo parcial para mantener la mente ocupada. Así, además de estar entretenido, podía aportar algo de dinero a casa, lo que me hacía sentirme ligeramente mejor. Con el tiempo, y por casualidades de la vida, acabé encontrando un trabajo mejor que el que tenía, como vendedor en una tienda de videojuegos.
Aquél había sido el trabajo que, de crío, había soñado desempeñar (sí, puede sonar muy absurdo y friki, pero es lo que hay xD) y, pese a no ser el mejor curro del mundo, al menos hacía algo que me gustaba. Echando la vista atrás, aquello también ayudó a sentirme mejor conmigo mismo. Conocí a personas, mis compañeros del trabajo, que también contribuyeron a animarme. Poco a poco, tan sólo me quedó la añoranza y el anhelo por no tener amor en mi vida.
No eran pocas las noches en las que me pasaba horas mirando las escasas estrellas que en el cielo de Madrid se pueden ver, a través de la ventana, mientras sonaba música celta o clásica y mis manos creaban poesías, relatos y reflexiones (algunas de las cuales he compartido con vosotros ya por estos lares). Pensaba que, cómo era posible que los demás tuvieran pareja y yo no. Quizás era algo malo que yo tenía, pese a que todos me insistían con aquello de “ya te llegará, no tengas prisa, que eso no es bueno”. ¡Ja! ¿¡Ya me llegará!? El problema es que no quiero que me llegue cuando tenga ochenta años, joder. ¡Quiero disfrutarlo ahora!
Seguramente muchos de vosotros hayáis pensado eso en algún momento de vuestras vidas. Incluso llegamos a culparnos a nosotros mismos, buscándonos defectos en nuestras formas de ser que quizás sean los causantes de solterías no deseadas.
Hay, sin embargo, una frase que dice que para querer a alguien, primero hay que quererse a uno mismo. Esto tiene cierto sentido, ya que para poder dar lo mejor de ti, has de conocerte primero a base de bien. Has de quererte tal cual eres, hacer gala de cierta seguridad en ti mismo, algo que el día de mañana puede atraer a una persona a la que llames la atención, desembocando en el anhelado amor.
En resumen, conocerse a uno mismo. Algo que empecé a llevar a cabo escribiendo una especie de diario. Día a día, plasmaba mis pensamientos, mis ocurrencias, las experiencias que iba atravesando en un documento Word. Cada noche acudía a la cita puntual como un reloj, a veces dedicaba unos minutos, a veces hora y pico, pero siempre dejaba algo escrito. Aunque fuera una simple frase. Volqué en el papel lo que me restaba de mí, vaciándome por completo de aquellas ansias insanas que me hacían querer una pareja. Y me empecé a sentir mejor.
Comencé a ver la felicidad en otras cosas que, hasta entonces, habían estado junto a mí y ni siquiera me había parado a pensar que existían. Salía con los amigos por el mero hecho de disfrutar de su compañía (y no para ver si conocía a alguien especial por ahí), en los días libres pasaba tiempo con mi hermano, su novia y mis padres. Nos íbamos al cine, a cenar, de viaje a algún sitio. Pequeñas cosas que, en su conjunto, me sacaban del hoyo en el que me había visto arrojado. Atendía a los clientes con una sonrisa, recomendándoles uno u otro juego, riendo y trabajando mientras daba lo mejor de mí. Salía de fiesta nocturna más a menudo, ya no con el objetivo en mente de ligar, sino de hacer el tonto, reír, bromear y pasarlo bien. En fin, todo un conjunto de cosas que me hicieron conocerme mejor a mí mismo, y darme cuenta de que las cosas llegan cuando tienen que llegar.
Hay una frase del poeta indio Tagore que mi madre tenía puesta junto a su cama en su época de estudiante en Zaragoza, para cuando echaba de menos a su familia: “Si lloras porque de noche no puedes ver el sol, las lágrimas te impedirán ver las estrellas”. Es una gran verdad, dado que a veces estamos tan obsesionados con algo en la vida (amor, trabajo, dinero, diversiones…) que nosotros mismos nos cegamos ante otras cosas que nos rodean. Fue lo que aprendí a hacer en aquél entonces, a observar detenidamente a mi alrededor, no solo a echar vistazos.
Pasó el tiempo y, finalmente, aprendí a ser yo mismo, independientemente de si tenía pareja o no. Por supuesto que aún me hacía ilusión (y me hace ilusión xD) tenerla, faltaría más. Pero no era el centro de mi vida, ni mucho menos. Había pasado a ser una parte más de mi sendero, un camino alterno que algún día recorrería.
Y aquí es donde continúa mi historia, cinco años después. Así estaban las cosas hace unos meses, en Octubre del año pasado, cuando una vez más me dirigía por mi barrio hacia la estación de RENFE más cercana. Iba sobrado de tiempo, de camino a la tienda de videojuegos. Bajé la escalera silbando la música de mi MP3 (un opening de Keroro, para más señas. Friki ante todo, desde luego xD) cuando distinguí una figura consultando los horarios de los trenes, de espaldas a mí, junto a los tornos.
Descendí un poco el ritmo de mis pasos, contemplando una larga cabellera castaña rizada que llamó mi atención. Sobre ella, adornándole el pelo, algunas orquillas de colores. ¿Habéis visto alguna película en la que, cuando un chico ve a una chica, parece que el tiempo va más despacio? Pues juro que tuve aquella impresión. Los colgantes y llaveros frikis de mi bolso bandolera tintinearon cuando me detuve. La chica se giró y, con los ojos como platos, sonrió mientras venía hacia mí.
- ¡¡Fran!! ¡Pero bueno, cuánto tiempo!- exclamó.
Sí, lo habéis adivinado. Se trataba, una vez más, de Elena. Fue en aquél preciso instante, durante otro de nuestros encuentros al azar, cuando retomamos la historia que comenzó hace más de diez años. Después de todo lo que había pasado, del túnel que había atravesado, allí estaba ella. Demostrándome, una vez más, lo mucho que puede brillar una sonrisa si sabes apreciarla.


Y hasta aquí por hoy. Espero que estéis tan emocionados como yo por haber alcanzado, al fin, casi, casi la actualidad de esta historia. Pero aún queda mucho por contar, desde luego, y cada día suceden más cosas que hay que tener en cuenta. Mas, por hoy, ya es bastante. Mañana seguirá la cosa Un saludo, foreros, y gracias por leerme, como siempre
 
Antiguo 22-Mar-2012  
Usuario Avanzado
Avatar de Nena20
 
Registrado el: 25-January-2008
Ubicación: Sevilla
Mensajes: 102
Diosss... me he enganchado totalmente a tu historia, estoy deseando saber que pasa al final...
Acabo de descubrir tu post, pero me lo he leido entero en una sola sentada.
Eres encantador Fran, o al menos me lo pareces leyendo tu historia...
 
Antiguo 23-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Un día más, otra nueva entrega de mi historia. En primer lugar, como viene siendo costumbre, agradeceros a todos los que la leéis, dándole así alas. Para todos aquellos que la están descubriendo, les digo: ¡Bienvenidos! Pasad y disfrutar del relato. Un saludo especial para Nena20 por tomarse la molestia adicional de comentarla (os animo a todos/as a que sigáis su ejemplo y comentéis lo que queráis: si os gusta, si no, el porqué, etc… no seáis tímidos, tengáis la opinión que tengáis ) Me halaga haberte enganchado tanto como para hacer que te leyeras el post de una sentada, y espero seguir en alza con las siguientes entregas, desde luego. Agradezco también que pienses que soy encantador ^_^ algo que no puedo ni aseverar, ni desmentir. Simplemente, soy como soy, y procuro mostrarlo en cada una de mis palabras. Aunque me alegro de que se me considere así, ¡que duda cabe!
Vamos, pues, con la próxima entrada

Entrada 9 Donde hubo fuego…

Qué grata sorpresa, desde luego, volver a encontrarme con Elena. Lamentablemente, pese a que había salido pronto para llegar al trabajo, apenas si tenía tiempo para charlar con ella. Tras intercambiar algunas palabras, en las que no pude dejar de ver los nuevos cambios que aquellos años habían operado en ella (para bien, desde luego), decidimos retomar el contacto con algo más sencillo (y en estos tiempos mas habitual) que el teléfono: Internet.
¿Cómo no se me había ocurrido jamás intercambiar la dirección de correo electrónico con ella? Yo, que me he pasado años navegando por la red, trabando amistades, visitando foros, chateando hasta altas horas de la madrugada, jugando a juegos online como el Warcraft o el League of Legends. Definitivamente, no tenía perdón de Dios, como quien dice. Me alegró mucho saber que ella era una habitual del Messenger hasta altas horas de la noche, y más ahora que había terminado la carrera y estaba buscando trabajo. Parecía que la suerte por fin me sonreía un poco más de la cuenta en la continuación de mi historia con Elena. Aquella palabras de “volveremos a ponernos en contacto” que habíamos dicho hacía cinco años, las mismas que se había llevado el viento, volvían con fuerzas renovadas a la carga.
Tras intercambiar direcciones de e-mail y demás, con todo el dolor de mi corazón, hube de marcharme si no quería llegar tarde al trabajo. Durante el trayecto en tren (el cual se me hizo más corto de lo habitual, todo sea dicho) estuve pensando en el pasado que tuve con ella. El reflejo de la ventanilla me devolvía una sonrisa distraída y un brillo especial que hacía tiempo que mis ojos no mostraban. Tras tantos problemas internos por los que había pasado, tras aprender a convivir conmigo mismo, aceptarme tal cual era y en mis circunstancias, parecía que la vida me hacía llegar un obsequio como reconocimiento por haberlo logrado.
Seguí el viaje rememorando los viejos tiempos, dejando que mis piernas me condujeran solas por el camino que tantas otras veces había hecho. Finalmente, llegué a mi trabajo.
- Te noto algo distinto, Fran- me dijo Ricardo, un compañero de la tienda y buen amigo mío, mientras fichaba a menos diez. Diez minutos, pensé, que podría haber aprovechado con ella. Maldije aquél hecho, tal era mi ansia por volver a verla. Y es que, cuando quieres estar con una persona, parece que el día no tiene horas suficientes ¿verdad?
- Será el pelo- comentó David, otro compañero y mi jefe- Se habrá peinado, para variar.
Siempre tan chistoso el muy cabroncete. Y más tratándose de mí, que soy una persona bastante pulcra en lo que a mi aspecto se refiere. Vale, tampoco soy un top model, me sobran algunos kilitos y hay personas que dicen que visto como un abuelo (soy amante de la sencillez. Los vaqueros, los pantalones largos con correa, los suéters y forros polares… en fin, es mi propio estilo y a mí me gusta :S ¿Para qué buscarme otro distinto?). Pero en lo que se refiere a mi ropa, siempre sin mácula, y mi pelo perfectamente peinado, lavado y recogido en una coleta. Por todos los dioses, si hasta me molesta cualquier mínima mota de polvo en los cristales de mis gafas (los que lleven gafas entenderán a qué me refiero. Los demás, no sabéis lo afortunados que sois xD).
- Me he dejado perilla- respondí por fin, con tal de quitarme aquél interrogatorio de encima.
Era cierto. Hasta aquél entonces siempre iba totalmente afeitado. Aquella tarde, antes de salir hacia el trabajo, me había dado por dejarme perilla para ver qué tal me sentaba. Parecía que el día iba a terminar con toda una suerte de cambios en mi vida.
Me fui al almacén de la tienda a ponerme el polo de la empresa, cuando al cabo de un rato entró Ricardo. Es un chico bajito, de pelo corto moreno, muy aficionado a las series americanas, los videojuegos y pasar horas en el gimnasio entrenando. Afortunadamente, en mi trabajo, todos somos algo frikis (cada cual en su estilo, desde luego) y compartimos afición por echar un buen vicio a la consola (como es lógico y normal vendiendo lo que vendemos). No es de extrañar, pues, que enseguida trabara amistad con todos y cada uno de mis compañeros, tanto los fijos como los eventuales. Llevo ya cuatro años y pico en la empresa y jamás podré tener queja de los trabajadores que curran conmigo (ni dentro, ni fuera de la tienda. Que no han sido ni serán pocas las veces en las que hemos acabado por la zona de Argüelles o Tribunal hasta las tantas de la mañana teniendo que trabajar al día siguiente. Mi consejo es que jamás hagáis empalmada de fiesta y trabajo, creedme. Te sientes como si curraras el cuádruple de horas de lo habitual xD)
En fin, como decía, Ricardo fue tras de mí. Parecía que no le convencía lo de la perilla. Así que, tras un rato de tira y afloja, decidí compartir lo que me había pasado con él.
- ¿Está buena?- la primera pregunta al respecto. Sí, ya sé que a veces los tíos somos A, B y C. Qué se le va a hacer.
- Es más que eso. Ya sabes que llevo algún tiempo, por no decir años, sin una chica- comenté colocándome la chapa de empleado alrededor del cuello- Pero con Elena es algo más. Todavía es pronto para decir nada, desde luego, pero hemos tenido mucha historia juntos y que llegue de nuevo a mi vida ahora… ¿Crees en el destino?
Ricardo se pasó la mano por la barbilla, acariciándose su barba de dos o tres días. Parecía que aquella pregunta le había pillado totalmente desprevenido, y no era para menos.
- Creo que cada uno se hace el suyo. Si piensas que es cosa del destino, y ello te ayuda a recuperar una antigua amistad, adelante con ello- comentó- Pero, como tú siempre me recomiendas a mí, ve con cuidado.
Tenía razón y, por supuesto, iba a seguir su consejo a pies juntillas. Hacía años, yo había sido un tarambana en lo que a relaciones se refiere. Internet me había abierto puertas para conocer a personas más allá de la apariencia física (nunca estuve muy orgulloso de mi físico, y eso me hacía ser más tímido de lo habitual, sobre todo al trabar amistad en círculos femeninos). Lo bueno que tiene la red es que puedes expresarte libremente, sin temor a ser juzgado por tu apariencia.
Había tenido varias novias a las que había ido a ver personalmente. Me había pasado años viajando de un lado a otro de España, con la mochila al hombro, para conocer a aquellas chicas con las que mantenía una relación. Echando la vista atrás, soy de los que opinan que las relaciones a distancia no funcionan. Al menos para mí, no deseo asentar una premisa inamovible al respecto, claro está. Pero quise y sufrí demasiado con aquellas experiencias, y era tan fácilmente enamoradizo, entregándome al cien por cien desde el principio, que no era de extrañar que alguna que otra vez me estrellara contra el suelo.
Alguna que otra vez, ojo, pues en varias ocasiones la cosa también salió genial. Conocí a personas a las que merecía la pena conocer, compartí experiencias muy bonitas y gratificantes y, posteriormente, nos unieron amistades que a día de hoy continúan funcionando. Internet, pues, es como todo. Hay que tomarlo con precaución, en su justa medida y siempre con la cabeza fría, analizando los pros y los contras de cada situación.
Como decía, en aquella época yo iba de una a otra sin mesura. Cuando lo dejaba con una, en una semana o poco más, surgía otra nueva persona con la que coincidía en muchas cosas y de la que, tarde o temprano, sentía afecto (no considero, ahora mismo, que se pudiera llamar amor hasta no ver cara a cara a dicha persona. Hay demasiadas cosas, a mi juicio, que han de comprobarse, tenerse en cuenta, para poder querer en toda la extensión de la palabra a alguien). Y, sea como fuere, con la superación de las depresiones que me acosaron en aquella mala época que tuve, aprendí a ser paciente. A no lanzarme de cabeza a la primera de cambio, a ir poco a poco, a conocer a la persona… en fin, a darle todas las facilidades del mundo al amor.
- De momento- pensé mientras volvía al trabajo junto a Ricardo- sólo somos amigos. Viejos amigos que retoman una antigua relación. Esta noche la agregaré al Messenger y veremos a ver qué pasa. Nada más,
Lo que no sabía, era que aquellas brasas que se habían encendido aquella tarde, cuando compartimos nuestro primer beso hacía tantos años, habían comenzado a calentarse de nuevo. Muy poquito, eso sí, y aún seguían enterradas bajo los sentimientos de sincera amistad que, ante todo, sentía por ella. Pero “donde hubo fuego, cenizas quedan”, como le gustaba decir a una novia que tuve. Y no tardaría demasiado en darme cuenta de la verdad que subyace bajo ese refrán.



Y hasta aquí la entrada de hoy. A ver si mañana puedo seguir con la historia, pero no lo voy a decir muy alto que siempre me pasa algo que me aleja de mis obligaciones para con vosotros/as. Espero que sepáis perdonar mis, a veces, prolongadas tardanzas. Un saludo, usuarios de ForoAmor, y nos vemos a la siguiente
 
Antiguo 25-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas tardes, usuarios de ForoAmor. Aquí llego con la siguiente parte de la historia, a punto para que la leáis y disfrutéis. Ahora que he retomado viejos hábitos de escritura y unos horarios de trabajo estables, espero poder ir actualizando más de seguido. Os pido disculpas de nuevo por la espera a la que os someto Pero bueno, sin más dilación, demos paso al relato. ¡Que lo disfrutéis!


Entrada 10 Un baile a la luz de la luna

De vuelta a casa aquella noche, sentado en el tren, me entretuve con unos jueguecillos simplones del móvil. Más que la necesidad de que se pasara el tiempo, sentía algo que hacía muchos años que no recordaba: nervios.
Cuando tenía ocho años, mis padres decidieron apuntarme a un conservatorio. Allí, comencé mis estudios musicales aprendiendo a tocar la trompeta. Como es común en un sitio así, cada cierto tiempo (mínimo unas dos veces al año) se celebran audiciones. Son unos pequeños conciertos en los que todos los alumnos de un determinado instrumento interpretan como solistas una melodía. A mí, me pasaba algo curioso al respecto. No era el más sobresaliente de mi clase, y tenía serios problemas debido a mi paladar ojival que me impedían alcanzar con tanta facilidad las notas agudas como a mis compañeros. A consecuencia, me tenía que esforzar el triple que ellos para conseguir lo que se requería de mí (menos mal que contaba con un profesor sumamente amable que más parecía un segundo abuelo de todos que nuestro mentor) y casi siempre me equivocaba durante los ensayos, no alcanzando las malditas notas que se salían por encima del pentagrama. Hasta tal punto llegaba la cosa que mi profesor modificaba dichas notas y las situaba a una altura más asequible a mi poca destreza de entonces.
Pero, cuando llegaba el día del concierto, yo subía al escenario y, hete aquí la curiosidad, que donde mis compañeros temblaban, se ponían pálidos de los nervios y demás, yo permanecía firme y sereno. Incluso me salía mejor la interpretación delante del público que en los ensayos, y como era muy cabezón y no me daba la gana de rebajar la música para mi comodidad, pasaba de los ajustes de mi profesor y alcanzaba aquellas notas que tantos meses se me habían resistido. A consecuencia de mi ausencia de nervios, mi profesor decidía siempre abrir los recitales poniéndome el primero, para que rompiera el hielo.
Así pues, no era de extrañar que me sorprendiera el hecho de sentir nervios, como si recibiera a un viejo amigo al que creía olvidado. Apenas si había tenido tiempo de hablar con ella en la estación de tren, y me moría de ganas por saber cómo le había ido en los cinco años en los que no la había visto. La verdad sea dicha, también comencé a fantasear con la idea de que aquella vez, tras casi cuatro años de soltería, podía ser que la vida me hubiera puesto ante mí la posibilidad de un nuevo amor. Tampoco me emocionaba demasiado, dado que aún era pronto para decir nada. De momento, sólo quería recuperar su amistad y dejar que el tiempo decidiera hacia donde desembocaba la relación.
Aquella noche, me conecté al Messenger ilusionado como un niño el día de Reyes. Llevaba puesta en mi nick una frase que mi amigo Pedro me había dicho hacía unos cuantos meses, sacada de un foro de Internet, cuando atravesaba una etapa en la que no podía dejar de lamentar el hecho de no tener pareja: “Estar soltero no significa que nadie quiera estar contigo, sólo que Dios está ocupado escribiendo tu historia de amor”. Me gustaba aquella idea por dos razones. La primera, el símil con la escritura que tanto adoro. La segunda, el hecho de que quizás aquella misma tarde se acabara de mostrar ese plan de Dios, del destino o de quien fuera.
Al principio nos pusimos al día un poco de nuestras vidas. Como me había dicho, acababa de terminar la carrera y andaba buscando trabajo, con curros temporales en una tienda en la que llevaba años yendo eventualmente. Comprobé que habíamos desarrollado más aficiones en común, sobre todo en torno al frikismo que compartíamos. Para empezar, a ambos nos seguía encantando la épica medieval, las novelas de fantasia y, como no, los videojuegos. En series de animación japonesa, nuestra favorita era la misma: One Piece. La charla derivó hacia aquellos derroteros, en los que ambos usábamos de vez en cuando nuestros antiguos juegos de “milord y milady”, como yo los llamo. Consistían en usar aquellos calificativos de vez en cuando, empleando un lenguaje de corte clásico, en el que ambos hacíamos gala de nuestra narrativa e invención.
Poco a poco, la conversación, aleccionada por aquellos juegos verbales, derivó en un pequeño rol interpretativo. Se trataba de improvisar un pequeño teatrillo descriptivo, haciendo como que ambos nos hallábamos en una fiesta de gala, en un castillo, al caer la noche. Para ello, usábamos nuestras palabras, gestos escritos entre paréntesis y, sobre todo, la gran imaginación que ambos poseíamos.
Nos encontrábamos en un balcón, donde nos llegaba flotando la música de la sala de baile. Ella, ataviada en mi imaginación con un precioso vestido largo de color azul (su color favorito) y anchas mangas de estilo medieval, me sonreía tímidamente, charlando sobre la grandeza de la noche y lo ínfimos que parecíamos a la vista de las estrellas.
- Y aún así, quedan todas ellas eclipsadas ante la belleza de vuestros ojos, milady- contesté yo, tendiéndole un pequeño emoticono en forma de rosa.
- Sois muy gentil, mi señor- sonrió bajando la vista, oliendo delicadamente el perfume de la flor, tras lo cual se la prendó del pelo, sujetándola entre sus tirabuzones de color miel- ¿Me concederíais este baile, entonces?
- Con el mayor de los placeres- me incliné en una suave reverencia- Mas la música no llega con demasiada nitidez hasta nosotros.
Ella se acercó a mí, pasándome los brazos en torno al cuello, mientras mis manos se movían solas hacia su cintura, posándose suavemente, como pájaros en su nido al caer la noche.
-Dejemos, pues, que la música la interpreten nuestros corazones en un dueto privado- susurró ella clavando sus oscuros ojos en los míos.
Podéis suponer que, cuando roleas, es tan sumamente divertido y adictivo que te acabas metiendo de verdad en el papel. Mi nivel de fantasía siempre ha sido enorme, y nunca me ha costado demasiado meterme en el juego. En aquél momento, mi corazón interpretaba una buena canción, tan sólo de imaginar que una escena así pudiera darse entre nosotros en la vida real.
Finalmente, acabamos paseando bajo un prado mecido por la suave brisa de la noche cuajada de estrellas. La luna llena iluminaba nuestro camino al lago, donde nos detuvimos a contemplar cómo unas cuantas hadas patinaban sobre su superficie.
- Este momento es mágico. Me encantaría que no pasara nunca- murmuró ella, acercándose un poco más a mí.
- Ya somos dos los que tenemos esa opinión- mi mano se apoyó sobre su hombro en el momento en el que ella reposaba la cabeza en el mío y…
- Es genial ¡me encanta rolear! Y pensar que nunca lo había hecho…- sus palabras me sacaron de la interpretación como si me hubieran despertado con un estruendo de trompetas. No obstante, sonreí encantado de haber compartido aquello con ella y que hubiera sido de su agrado.
- ¿Te ha gustado? Pues para ser la primera vez que lo haces, has estado muy bien. Cuando quieras podemos repetirlo. Yo llevo años haciéndolo por Internet, y la verdad es que es una gozada. ¿De donde te crees que salió la idea acerca de mi novela? Del rol interpretativo, claro- respondí. Mis dedos volaban sobre las teclas del ordenador, emocionado ante la perspectiva de compartir aquellas aficiones con ella.
- Por mí, podemos seguir cuando quieras- contestó ella- A propósito, tienes que contármelo todo sobre la novela. A ver cuando quedamos tranquilamente y nos tomamos algo.
- Podemos, si quieres, quedar mañana- me aventuré a ofrecer, pensando que quizás ella lo considerara algo demasiado precipitado- No trabajo hasta por la tarde, podemos dar una vuelta después de comer.
Para mi agradable sorpresa, ella aceptó sin asomo de duda. Así pues, ambos quedamos en vernos al día siguiente para dar una vuelta por el centro de Madrid. ¡No cabía en mí de gozo! Acababa de reencontrarme con ella y ya íbamos a vernos cara a cara de nuevo. Aquello marchaba como la seda. Nos dedicamos a pasarnos canciones que nos gustaban y videoclips durante la siguiente hora, comentándolas, charlando… en fin, recuperando el tiempo perdido. Hubo una, en especial, que me gustó bastante y se contaba entre sus favoritas. En gustos musicales también seguíamos coincidiendo. Era todo demasiado perfecto, tanto que hube de pellizcarme en el brazo para comprobar que estaba despierto.
Pero, sin saberlo, una pequeña nube de tormenta se estaba formando sobre mi cabeza, cubriendo la preciosa noche que estaba pasando. Finalmente, los truenos estallaron cuando ella se despidió de mí para irse a la cama.
- Bueno, mi señor, me marcho ya a dormir. Mañana tengo que madrugar, que he quedado con mi chico por la mañana.
“Mi chico”
Aquellas dos palabras se me clavaron directamente en las ilusiones que comenzaban a florecer en mi corazón. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? Por supuesto que una persona tan fantástica como Elena tendría novio, ¡faltaría más! Qué idiota había sido al dejar que las ilusiones más allá de la amistad comenzaran a forjarse tan pronto. Pero es que había sido todo tan perfecto…
De nuevo saboreé aquella dulce capa de cenizas que habían cubierto mis sentimientos por ella tantos años atrás. Amistad, solamente amistad. Era mucho, como ya he dicho, pero en aquél momento no pude por menos que sentir el helado aguijón de la desilusión. Seguro que más de uno sabréis lo que se siente en estas situaciones. Agradecía su amistad, y desde luego que iba a recuperarla y luchar por ella. Pero en aquél momento, mientras ella se despedía con un “o yasumi” (buenas noches, en japonés), noté como caía la lluvia sobre mi corazón, empañando un poco el final de una noche fantástica. Una noche que daría paso a la esperanza de ver un nuevo amanecer. Pues el concierto no había hecho más que comenzar, y aún quedaban muchos movimientos que interpretar en aquella melodía.


Como véis, la historia se complica un poco a partir de este punto. Pero, al igual que yo no lo hice en su día, no desesperéis vosotros/as tampoco. Puesto que las mejores historias son aquellas que tienen complicaciones y que solo el tiempo y la esperanza saben encauzar.
 
Antiguo 27-Mar-2012  
Usuario Intermedio
Avatar de SirFrancis
 
Registrado el: 03-February-2012
Ubicación: Madrid
Mensajes: 84
Agradecimientos recibidos: 19
Buenas tardes, gente de ForoAmor. Aquí os traigo la siguiente parte de mi relato, que espero que os guste igual o más que las anteriores (siempre a más, desde luego) Gracias por leer, y os animo a que comentéis lo que opináis de mi historia, desde luego

Entrada 11 Cuando el corazón habla

Tardé bastante en lograr conciliar el sueño aquella noche. Mi mente no paraba de bullir con la idea de que Elena tenía novio. Era una pequeña desazón en comparación a haber recuperado el contacto, puesto que me cerraba puertas que quizás con el tiempo se habrían llegado a abrir, pero seguía estando allí. Bien es cierto aquello de que ilusionarse antes de tiempo no trae nada bueno; no vendas la piel del oso antes de cazarlo; espérate lo mejor, prepárate para lo peor y acepta lo que venga… En fin, toda una serie de dichos y refranes que podrían aplicarse en este tipo de situaciones.
Pero, lamentablemente, cuando el corazón habla la razón calla. Cuando te gusta una persona, te dan igual los hechos que la rodeen, eso es así. Hay gente que vive engañándose a sí misma con la promesa de un futuro mejor, de que las cosas con alguien cambiarán si logra aguantar el tirón, pero a veces conviene intentar mantener la cabeza fría y analizar la situación. Estrellarse contra un muro es inevitable, el ser humano es el único animal que tropieza tres veces con la misma piedra, pero tarde o temprano aprende a sortearla o a tomar otro camino que le aleje de esa desastrosa situación.
En mi caso, reflexionando sobre todo esto aquella noche, me di cuenta de que a lo mejor me había dejado llevar demasiado pronto por mis ilusiones. Mi romanticismo exacerbado me llamaba a engaño, montándose una película de amor en mi cabeza. Chico conoce a chica, chico comparte cosas con chica, ambos dejan de verse durante un tiempo, se reencuentran al cabo de los años y ¡bingo!, surge una bonita historia de amor que ha de ser contada. Todos queremos que nos pasen cosas así, desde luego, pero lo que la historia no tiene en cuenta es que la chica en cuestión resulta tan tremendamente maravillosa que ya ha conquistado el corazón de otro hombre. Ahí es cuando la comedia tiene su puntito de drama, que nunca viene mal del todo si al final acaba bien la cosa. Pero en aquellos momentos lo veía todo demasiado negro como para que el destino siguiera jugando cartas a mi favor. Había tenido mucha suerte encontrándomela de nuevo, no podía pretender que la gallina siguiera poniendo huevos de oro.
Fue entonces cuando decidí disfrutar de lo único que, en aquél entonces, podíamos tener en común: la amistad. Como hice en el pasado, volví a cubrir mis sentimientos por ella, relegándolos al rincón de mi corazón donde tantos años habían permanecido. Pero, aquella vez, la cosa no iba a ser tan fácil, puesto que al día siguiente comenzaría a redescubrirla de nuevo en serio, cara a cara, y me daría cuenta de que hay algunas cosas que no puedes olvidar sin más.
Habíamos quedado por la tarde, después de comer, en una parada de autobús de nuestro barrio. Llegué unos minutos antes de la hora estipulada, deseando ir con tiempo y no causar una mala impresión, como tengo costumbre cuando quedo con alguien. La vi llegar con su perenne sonrisa en los labios, abrigada hasta el cuello, el cual llevaba tapado con una enorme y larga bufanda de color azul celeste (siendo tan pequeñita, es normal que todo lo que lleva parece que le quede grande. Pero aquella bufanda daba un par de vueltas a su cuello antes de caer casi hasta sus rodillas. Cuando digo que es grande, es porque era grande xD). El azul, como bien sabía, era su color favorito, y me confesó que aquella prenda se la había tejido su madre con mucho amor. El amor hacía que la bufanda abrigara más de la cuenta, según ella, y sobre aquél hecho bromeamos un rato hasta que llegó el transporte. Estaba un poco incómodo al pensar en sentarme a su lado. Sé que puede sonar algo estúpido, pero para una persona con un ligero sobrepeso como yo, se hace difícil la situación de sentarte en un transporte público junto a alguien.
No me malinterpretéis, tampoco es que pese doscientos kilos y necesite dos asientos para mí solo, pero bien es cierto que cuando se sienta alguien junto a mí estamos un poquillo apretados, y más en los asientos que hacen para los autobuses de Madrid. Para mi sorpresa, con ella no me pasó nada de eso. Siendo tan chiquitina, nos amoldábamos perfectamente el uno al otro (hasta para aquello nos complementábamos, pensé. Pensamientos que hube de quitarme rápidamente de la cabeza si no quería volver a darle vueltas a los temas de la noche anterior). De modo que mi incomodidad duró lo que tardó el bus en dar la vuelta a la esquina y seguir su camino hacia el centro.
Una vez allí, nos fuimos a dar una vuelta por las tiendas frikis de la zona. Según me confesó, a su novio costaba horrores sacarlo a hacer aquél tipo de cosas, puesto que para él eran aburridas. Yo llevo años haciendo ese tipo de planes cada semana, comprando las novedades de las series de cómic que haces, charlando sobre frikadas, viendo alguna película o cenando por ahí. Podía entender perfectamente su afición, lo cual me reafirmó en el hecho de que por mucho tiempo que habíamos pasado separados, compartíamos cada vez más cosas. Me sentía muy afortunado de pasar la tarde con ella a solas, y bien pensado había tenido reparos a la hora de que quizás su novio fuera un tío celoso que le echara la bronca si decidía pasar la tarde a solas junto a un amigo. Aprovechando que había sacado el tema, le pregunté a este respecto.
- Que va, no es celoso. Lo dejamos claro al principio. El tiene su espacio, y yo tengo el mío- respondió Elena mientras hojeaba las páginas de un manga.
- De modo que sigues siendo una chica independiente, a tu manera ¿eh?- la miré con una media sonrisa, a la que ella respondió con otra por encima del cómic.
- Hay cosas que no cambian, ya lo sabes.
Eso estaba bien, y era una de las cosas que me gustaban de ella. No era una chica que dependiera de su novio para absolutamente todo. Hay muchos tipos de relación, y cada cual se siente a gusto de una manera, pero yo había pasado por algunas que me habían acabado agobiando bastante. Me gusta hacer planes con mi novia, quedar con ella, pasar el tiempo juntos, pero soy de la opinión de que si hay aficiones que no se comparten, o se quiere quedar a solas con los amigos, no hay nada de malo en ello. La base de un noviazgo es la confianza, y si no puedes tener fe en tu pareja sin tener que estar las veinticuatro horas del día vigilándola o pegado a ella, ¿qué te queda?
Tras unas cuantas compras, nos sentamos a merendar en una bocadillería cercana. Fue entonces cuando decidí darle el regalo que le había comprado. Su cumpleaños había sido antes de nuestro reencuentro, pero no deseaba quedarme sin la oportunidad de compartir un pequeño obsequio con ella. Descubrí lo difícil que es Elena a la hora de recibir algo, eso sí. Es una chica a la que no le gusta que le hagan regalos sin una ocasión especial de por medio. Se siente incómoda, e incluso se molesta por hacerla pasar por ese “mal trago” (y que queréis que os diga, también es adorable cuando frunce el ceño e intenta parecer enfadada xD). Finalmente, accedió a abrir el regalo, encontrándose con un juego de la PSP (me había informado de qué consola tenía para acertar, desde luego).
Tras prometerle que echaríamos alguna partida juntos, nos pusimos a hablar de lo que nos había pasado durante aquellos años. Poco a poco, la vieja confianza que nos teníamos en nuestros días de colegio salió a la luz, abriéndonos al otro y confesándonos todo tipo de cosas. Nuestras metas en la vida, nuestros sueños, nuestras inquietudes… Es genial saber que entiendes a la otra persona y que, a su vez, te comprenden a ti. Sientes una calidez realmente maravillosa, una compenetración que solo se puede vivir, no se puede expresar con palabras. Una conversación realmente profunda y emotiva que nos hacía parecer como si estuviésemos solos a pesar de estar rodeados de otros clientes por todos lados. Finalmente, me sonsacó acerca de mi sueño de ser escritor.
Comencé entonces a hablarle de la historia que había creado, de sus personajes, del origen de estos, de las aventuras que vivían, de mis planes… en fin, de todo. Cuando llegué a la parte en la que le explicaba la historia de amor de uno de los personajes (precisamente del mío, Sir Francis), de la trama que tenía detrás, ella me pidió que le contara más sobre ello. De vez en cuando, mientras le explicaba las ideas que tenía para aquella historia, dejaba escapar ruiditos monos y suspiros, intercalados con palabras como “qué bonito” o “es adorable, me encanta”. Y mientras mis ojos brillaban con el fuego de la determinación de conseguir sacar a la luz mis libros, los suyos me devolvían una mirada cargada con la ternura que le provocaba escuchar aquella historia.
Sin darnos cuenta, se fue pasando la tarde hasta tal punto que me sonó la alarma del móvil. Debía irme si no quería llegar tarde al trabajo, pues todavía tenía un buen trecho hasta llegar a la tienda. Lamentándolo mucho, nos levantamos y salimos del local al frío de Diciembre. Caminamos juntos un rato hasta que tuvimos que separarnos. Me sentía reacio a dejarla irse sola a su casa, y más después de la tarde tan especial que habíamos compartido, pero no tenía más opción que dejarla marchar. Sonrió y se puso de puntillas para darme dos besos.
- Me lo he pasado genial. ¿Hablamos esta noche por Messenger?- preguntó ilusionada.
- Faltaría más. Y asegúrate de probar el juego o te meteré una paliza cuando echemos una partida- bromeé, sabiendo lo mucho que le molesta perder- Yo también me lo he pasado muy bien.
Como no sabía qué mas decir, pues soy bastante negado para las despedidas (no me gustan, las odio, y procuro que sean lo más alegres posibles), hice lo primero que se me pasó por la cabeza, lo que cualquiera hubiera considerado una auténtica tontería pasada de moda. Me incliné por la cintura en una galante reverencia y, tomando su mano, besé el dorso de esta.
- Milady, hasta nuestro próximo encuentro- dije mirándola a los ojos.
Ella no se hizo esperar y, cogiéndose el abrigo cual si de un vestido se tratase, respondió a mi gesto con otra ligera reverencia.
- Mi señor, ha sido un placer. Que paséis una buena tarde- sonrió siguiéndome el juego. Algo en mi interior me había dicho que ella actuaría acorde con la situación, y por ello me había despedido así de ella. Donde cualquier otra chica me hubiera tomado por un auténtico loco, ella había recogido la pelota que le había lanzado, devolviéndomela con el mayor de los placeres.
Así, la contemplé marchar con una sonrisa, decidiendo que aquello, después de todo, no estaba tan mal. No podía acceder a ella de otra forma que no fuera la amistad, y me negaba a intentar romper una pareja en mi beneficio (nunca he sido así y nunca lo seré, desde luego). Pero lo que no sabía en aquellos momentos es que las brasas de mi amor por ella se calentaban con cada gesto y cada palabra que compartíamos, y llegaría un momento en que volviera a arder aquél fuego dentro de mí. Quisiera o no, y hubieran las dificultades que hubiesen. Pues, como dije al principio, cuando el corazón habla, la razón calla.


Y hasta aquí ha sido todo por hoy. El próximo día, más y mejor. Hasta entonces, que seáis felices Un saludo!!
 
Responder
Herramientas Buscar en el Hilo
Buscar en el Hilo:

Búsqueda Avanzada
Desplegado

Temas Similares
La historia continua La historia continua... Mi historia continua La historia continua La historia continua


La franja horaria es GMT +1. Ahora son las 09:32.
Patrocinado por amorik.com