Mucha angustia por la ruptura

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Hola grupo,
Les cuento mi situación.
Hace 8 años que estoy con mi marido: 5 de novios y 3 de casados.
Tuvimos un noviazgo que empezó muy bien, con mucha química, buenas charlas, nos divertíamos, la pasábamos bien juntos y nos enamoramos.
Teníamos discusiones como en toda pareja. Pero la cuestión es que muchas de ellas eran por su entorno familiar: tener que ir todos los fines de semana a casa de sus padres porque era obligatorio, cumplir con todos los velorios, bautizos y fiestas, incluso pasar parte de las vacaciones con ellos.
Paralelamente notaba que yo no caía completamente bien a su familia. Quizás porque se notaba mi hastío. No lo se.
Total que decidimos comprometernos, ahorramos y nos casamos con gran fiesta.
Nos fuimos a vivir a otro pueblo por el trabajo de mi marido y al principio marchaba todo bien. Pero poco a poco, su familia comenzó a entrometerse más en nuestras vidas, viniendo en cualquier momento sin consultar u obligándonos a ir a visitarlos por los eventos familiares.
Incluso a su madre se le ocurrió regalarnos un perro sin preguntar.
Todo esto comenzó a agobiarme.
Cuando no estaba su familia cerca, todo estaba muy bien entre nosotros. Nos gustaba pasar tiempo juntos, nos reíamos, conversábamos, salíamos, siempre tuvimos una excelente química (mañana, tarde y noche).
Al año de casados su madre enfermó y ahí todo fue a peor. Le empezaron a exigir mayor presencia, más tiempo y energía. Y yo también tenía que estar ahí, porque si no era mala esposa.
Nosotros nos llevábamos muy bien y casi no discutíamos, pero si había una discusión era por su familia. Y ahí fue cuando me di cuenta de que no me priorizaba y descuidaba nuestra relación por complacerlos.
Cada 4 o 5 meses teníamos una discusión que siempre terminaba cuando él amenazaba con irse.
Y en una de esas discusiones se fue a casa de sus padres. Volvió a la semana y me dijo que quería separarse, que se iba a buscar otro sitio y que ni bien pudiese se iba. Me dijo varias cosas más que todas parecían frases salidas de la boca de su madre (cosas horribles).
Me quedé en shock y le dije “esta bien, si es tu decisión”.
El tiempo que continúo conviviendo conmigo fue un ida y vuelta de tratos hostiles y apasionadas reconciliaciones que no llegaron a nada.
Y finalmente, se fue.
Pero a los 3 días de irse comenzó a enviarme mensajes, pedirme explicaciones y hacerme reclamos. Yo le respondía, pero le decía que se hiciese cargo de su decisión. A las dos semanas me pidió hablar con tranquilidad. Me dijo que no imaginaba su vida sin mí, que era todo para él, que me amaba, etc.
Yo lo extrañaba mucho, lo amaba, me desarmé y lo dejé volver.
Total que vino la pandemia y las visitas semanales a sus padres y eventos familiares se terminaron. Pasamos unos excelentes meses de pareja, riéndonos, conversando, mirando películas, haciendo miles de cosas juntos.
Pero a mitad de diciembre fue el cumpleaños de su padre. Nos pidieron que vayamos y nos quedemos. Arreglamos todo para estar una semana con ellos. No se cómo, pero al entrar en esa casa, automáticamente su hostilidad y desprecio hacia mí volvieron (sus comentarios, sus miradas desaprobatorias, sus reproches). Estuvimos de malas toda la semana.
Y cuando por fin regresamos, él estaba muy enojado. Me dijo que quería divorciarse, que juntaba sus cosas y se iba.
Esa noche se fue a casa de un amigo y a los pocos días vino por sus cosas. Me responsabilizó de todo, me trató de tóxica y no se cuántas cosas más (otra vez su madre y sus hermanas hablando).
Esta vez me enojé y terminé como dinamita. Estaba demasiado agobiada.
No hablamos por casi un mes, en el que estuve fatal de tanto llorar, hasta que me envió un mensaje y me pidió venir por sus libros. No me opuse. Vino, casi no me habló, tomó lo que le hacía falta, volvió a decirme que tenemos que divorciarnos y se fue.
Les pregunto, ¿así termina una relación de más de 8 años? ¿Con todos los planes y proyectos que teníamos para nuestra vida?
Todavía estoy aturdida y desconcertada. A veces pienso que es como un niño. Todas las discusiones tenían el condimento de abandono, esencial para que yo cediese y me causase una inseguridad extrema.
Ahora mi mente va y viene entre extrañarlo terriblemente, recordar todos los momentos preciosos que vivimos, nuestra vida soñada y detestarlo por todo lo que me ha hecho sufrir.
No dejo de pensar en él y quisiera volver el tiempo atrás.