El odio es un sentir normal en un duelo, pero no debe ser su destino final. Odiar es idealizar, en negativo, pero idealizar a fin de cuentas. Trabajar el duelo también implica en aprender a ver a la otra persona no como una diosa, no como una psicópata desaprensiva, sino como un ser humano con sus luces y sus sombras, que ha hecho las cosas como ha podido y que también acarrea su miedo a equivocarse, sus culpas, la angustia de soltar una relación muy larga que ha sido su zona de confort...En estos momentos tenemos la falsa impresión de que los ex que nos dejan por el hecho de ser ellos quienes deciden, tienen más capacidad, más discernimiento o más frialdad. Dejar a alguien con quien has estado desde la adolescencia es complicado, se ve en tu historia que ella lo intentó en varias ocasiones y no pudo, imagino que su proceso también fue complicado, con muchas dudas, altibajos y culpas.
Intenta en algún momento verla desde el cariño y la compasión, porque es una persona que a fin de cuentas compartió toda su vida adulta contigo, compartió su tiempo, que no volverá, te proporcionó mil recuerdos, historias, aprendizajes, nadie está obligado a amar a nadie, nadie está obligado a estar con nadie, que una persona camine a nuestro lado durante un tiempo de nuestras vidas intentando dar lo mejor de sí, es un regalo y un privilegio (como el que nosotros también damos).
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