|
Domingo, resaca y atardecer
Cómo empezar…
Trato de explicar cómo me siento. Hurgo en mi cabeza y todas las palabras que encuentro se quedan muy pequeñas, es posible que sea yo el que con tan pobre léxico, desconozca las apropiadas, o quizás no existan, quién sabe.
Ahora la soledad no es una carga, sino una liberación.
He conducido por cualquier camino hasta llegar a un lugar sin vida aparente. Salgo del coche a fumarme otro cigarro con la música de fondo, entre cada canción sólo de escucha el leve sonido del viento. Contemplo todos los horizontes que tengo alrededor, me apena verlos plagados de molinos de viento, pero enseguida me concentro en el atardecer, al fin y al cabo, es lo que me ha traído aquí.
Hace muchísimo calor, una brisa mitiga el bochorno, está nublado y eso hace todavía más bonito el paisaje. Algunos rayos de sol atraviesan las nubes donde estas son menos espesas, y el momento invita a hacer una foto.
En poco tiempo he recuperado algo que me gustaba hacer, estar solo, un rato para mí mismo. Antes lo hacía amenudo. También he encontrado algo nuevo que me ayuda, escribir.
Las palabras empiezan a llenar el papel y cuando quiero darme cuenta me he soltado una larga “chapa” yo solito. (Y ahora a vosotros).
Sigo sin saber explicar mis sensaciones, y mientras trato de encontrar una frase que las describa, me quedo embobado mirando un mar amarillo de girasoles que ocupan una lejana parcela. Hasta el lugar más remoto hemos troceado, aquí, sin una sola verja, se adivina perfectamente que cada palmo de tierra tiene su dueño. Un sinfín de cuadrículas irregulares salpicadas por algunos árboles que parecen, más que pertenecer al entorno, molestar entre tanta horizontalidad.
Está claro que no sé explicar lo que tengo dentro y sólo hablo de lo que veo fuera. Parece que hoy seguiré sin saber qué es lo que siento, pero está bien, muy bien…
|
Modo Hilado