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Usuario Intermedio
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Voy a contar mi historia lo más resumida posible, aunque creo que en el título ya se ve por dónde van a ir los tiros. Tengo 18 años, y hace unos 4 que conocí a la que sin saberlo se convertiría en la mujer de mi vida (o al menos eso sigo creyendo) Iba conmigo a clase en el instituto, y desde el primer día empezamos a hablar y nos hicimos muy amigos. Si en ese momento acabé en la friendzone con ella fue precisamente porque a mí me gustaba otra chica por aquella época, y en ningún momento quise nada más que amistad con esta de la que os hablo hoy. Básicamente íbamos juntos a clase y nos contábamos nuestros problemas, tanto los que tenía yo para conquistar a la chica que me gustaba por ese entonces como los que tenía ella para ligarse al chico de turno.
No sé en qué momento me di cuenta de que mi amiga me gustaba. Fue una sensación un poco extraña, por el hecho de que yo mismo al conocerla la había enviado a la zona de "solo amigos" pero ahora, cuando una relación de novios entre ella y yo hubiera sido inimaginable, había comenzado a atraerme muchísimo. Poco a poco, llegó el punto en que lo que en un principio había sido una leve atracción, una sensación inexplicable que ni siquiera sabía si era enamoramiento o no, se convirtió en casi una obsesión. Seguíamos hablando y quedando prácticamente a diario, pero ahora yo lo hacía porque no era capaz de vivir sin ella. Me sentía culpable, ya que seguía comportándome como el gran amigo que había sido siempre, incluso dándole consejos amorosos, pero mientras tanto no podía dejar de pensar que la amaba. Para mí era la chica perfecta y no comprendía por qué no me había dado cuenta antes. Comencé a idealizarla, pensaba día y noche en ella, incluso estaba completamente seguro de que era la mujer más guapa del mundo. Y sinceramente, aunque me dieran a elegir entre ella y la modelo más hermosa del planeta, la seguiría eligiendo a ella una y otra vez.
El caso es que los años pasaron, seguimos hablando, pero cada vez menos. Cuando dejamos de ir a clase juntos la relación tan fuerte que habíamos tenido comenzó a desaparecer, principalmente porque ella tenía nuevos amigos e iba olvidándose de mí. Esto era algo de lo que podía darme cuenta fácilmente, ya que en el pasado yo había sido siempre la primera persona con la que hablaba por Whatsapp, nos pasábamos el día hablando, pero ahora cada vez tardaba más en contestarme y ya nunca iniciaba ella las conversaciones. Me entristecía darme cuenta de que yo hacía el único esfuerzo que aún mantenía lo poco que quedaba de nuestra amistad. Y por más que trataba de tener más relevancia en su vida, me vi relegado a un segundo plano. Ya cuando casi habíamos dejado de hablar y apenas la veía alguna vez por ahí de fiesta, me enteré de que se había echado novio. Es curioso porque yo ya me había resignado a que ella no podría ser nada más que mi amiga, y a que tendría que irla olvidando con el paso del tiempo, pero enterarme de que tenía novio fue un auténtico jarro de agua fría. No sé por qué aquello me hacía sentirme tan mal y tan despreciado, si ya llevábamos semanas sin tener ninguna clase de contacto.
Hubo una época en la que volvimos a hablar más seguido, ella parecía interesarse un poco más por mi vida, aunque yo no podía evitar notar que se olvidaba de la mayoría de cosas que le contaba y de que realmente fingía la preocupación por mí. No os confundáis, ella es una de las mejores personas que conozco, y por aquella época yo estaba en uno de los peores momentos de mi vida. Casi había abandonado el instituto, tenía muchos problemas con las drogas y el alcohol y supongo que ella se enteró e intentó ayudar. Pero aquello solo sirvió para hundirme más. Ella aún no sabía, o tal vez ya lo sospechaba, lo que yo sentía por ella. De nuevo me hablaba como a un amigo, y aquellas conversaciones me sirvieron para enterarme de la relación ejemplar y feliz que tenía con su novio. El pensar que mientras yo me hundía en un pozo negro había un tipo que estaba en la cresta de la ola, acostándose con una mujer increíble por la que yo daría incluso mi vida, me ponía enfermo. Llegué a sentir dolor real y físico por el interior de mi cuerpo y en el corazón cada vez que pensaba en ello. Y estaba dándole vueltas en mi cabeza las 24 horas del día. Hasta que un buen día tomé la decisión de que había que acabar con ello.
¿De qué me servía seguir torturándome por una mujer que jamás me iba a querer como yo la quería? No paraba de preguntarme esto a mí mismo hasta que me autoconvencí de que debía cortar toda relación con ella. Y de la noche a la mañana dejé de hablarla. Fue probablemente una de las decisiones más difíciles y dolorosas de mi vida. Desde el primer día empecé a echar de menos las conversaciones que habíamos tenido en el pasado, pese a que en su momento estas habían sido frustrantes debido a mi amor no correspondido. Además hubo otra cosa que me hizo sentir definitivamente como una mierda: el hecho de que ella aceptase con total naturalidad que habíamos dejado de hablar, y que ni siquiera intentara mantener nuestra amistad. Eso fue lo que terminó por demostrarme que yo no le importaba en absoluto. Entre ese pensamiento y la paranoia mental ocasionada por las drogas, me enterré en una espiral de tristeza y desmotivación de la que creía que no iba a salir.
Pasaron los meses, y no volvimos a hablar nunca, pese a que yo seguía mirando de vez en cuando su foto de perfil en WhatsApp o esperando que me dijera algo. Alguna vez la vi por la calle y la saludé, incluso nos paramos a charlar sobre cómo nos iba la vida, pero eso ha sido toda la relación que hemos tenido desde que decidí dejar de hablar con ella. Pensé que con el paso de los meses, concentrándome en recuperar mi vida, mis estudios y a mi familia (tenía muchos problemas en todos esos ámbitos, por eso me parecía increíble que no pudiera dejar de pensar en ella) me acabaría olvidando del asunto. Pero no. Sí es cierto que hubo una época en la que apenas pensé en ella, pero siempre había un momento en el que me ponía a recordar, aparecía su imagen en mi cabeza y... me venía abajo. Cuando aquello me pasaba me rayaba un montón pensando en todo, me repetía una y otra vez a mí mismo que era un fracasado absoluto, que no valía para nada y que nadie me iba a querer nunca. Me comparaba con su novio, un tipo bastante parecido a Superman, con unos músculos esculpidos y una cartera repleta de billetes. El pobre hombre no tenía cerebro, pero eso es lo de menos cuando tienes pectorales y un buen coche aparcado en el garaje. ¿Qué tenía yo que ofrecerla a ella? Vivía con mis padres en un barrio de mierda y me pasaba el día callejeando y drogándome para escapar de la realidad. Este tipo de cosas eran las que pasaban por mi cabeza a diario.
Pude dejar un poco el asunto de lado cuando me vi obligado a coger las riendas de mi vida. Estaban a punto de expulsarme en el instituto, donde no había ido a clase en todo el año y apenas había esperanzas de que me sacara el curso en las recuperaciones. Decidí tomarme las cosas en serio y, no sé muy bien cómo, unos pocos meses más tarde estaba graduándome y empezando la Universidad. De pronto tenía algo por lo que sentirme orgulloso y realizado, al fin había logrado algo en mi vida, que por otra parte ha sido siempre una sucesión de ilusiones y objetivos que nunca llegan a cumplirse. Por eso el hecho de marcarme como objetivo aprobar el bachiller y conseguirlo fue algo inesperado y que me aportó mucha autoestima. Pero las drogas seguían ahí, y con la Universidad llegó una época de libertad absoluta. Ya era un adulto, ya podía decidir si quería ir a clase o no, y además venía de aprobar bachiller cuando nadie había dado un duro por mí, así que me relajé y solo pensé en disfrutar del trabajo bien hecho, en lugar de preocuparme por empezar mi nueva etapa estudiantil con buen pie.
Así fue como me vi encerrado en mi casa, drogándome cada vez más, todas las mañanas en las que tendría que haber estado en la uni. Cuando ya estaba muy drogado salía a la calle a darme paseos por toda la ciudad o me ponía a escribir historias, poemas, canciones... lo que se me ocurriera. El caso es que cuando paseaba por las calles de mi ciudad me ponía a mirarlo todo, los edificios, los jardines, las estatuas y me acordaba de mí mismo cuando de niño había ido por esos mismos lugares. Por aquel entonces empezó a invadirme un sentimiento de nostalgia que me ahogaba por dentro. Me acordaba de mi infancia, de mi colegio, de mis amigos... y, como no, de ella. Ella era el tema más recurrente en las paranoias que me venían a la cabeza una y otra vez. Habría dado lo que fuera por volver atrás, a aquella época en la que éramos amigos y hablábamos a diario. Sí, habría regresado de buen grado a esa friendzone de la que yo mismo había salido costosamente. Estaba desesperado, porque hacía meses que ya no sabía nada de ella y sin embargo mi cabeza no paraba de bombardearme con su imagen ¿Cómo podía seguir tan enamorado de una mujer a la que llevaba tanto tiempo sin ver?
Decidí ponerme a investigar qué había sido de su vida, y contacté con alguno de sus amigos. Cuando me enteré de que se había ido a estudiar fuera de la ciudad, concretamente a casi 700 kilómetros de aquí, me llevé un duro golpe. Aún seguía con su novio, aunque ahora su relación era a distancia, y tenía pensado pasar los 4 o 5 años que durase su carrera en aquella lejana ciudad. La verdad, no sé por qué me afectó tanto, pero recuerdo que en el momento en que me lo dijeron me costó incluso reaccionar. Me di cuenta de que si en unos pocos meses ya casi me había olvidado, en 5 años mi imagen se borraría definitivamente de su cabeza. Ella se sacaría su carrera (es una estudiante muy trabajadora, todo lo contrario a mí) y continuaría cumpliendo sus objetivos ya sin acordarse de su viejo amigo, aquel que se quedó estancado entre drogas y problemas. Es decir, aquello significaba que nunca más iba a volver a verla. Y no podía soportar pensar en eso. Tal vez os cueste comprenderme, pero pensad que yo había perdido por completo el rumbo de mi vida, de hecho ya no había absolutamente nada que me importara, y lo único en todo el mundo que podía hacerme feliz se encontraba a 700 kilómetros de aquí. No quería conocer a otras mujeres, no quería dejar la droga y recuperar mi vida, porque tampoco quería recuperar una vida en la que no estuviera ella. Así que sí, básicamente esto supuso mi fin como persona.
Supongo que solo me apetecía desahogarme y contar mi historia, agradezco la paciencia que ha tenido que tener quien haya llegado hasta aquí. Ya que esto es para hacer consultas, aquí dejo la mía, aunque sinceramente a medida que he ido contando la historia lo que os iba a preguntar me parece cada vez más ridículo. Mi pregunta es: ¿creen que tengo la más mínima posibilidad aún de conquistarla? Me han dicho que si quiero recuperar mi vida y no acabar muerto, o loco, o entre rejas debo luchar por un objetivo, incluso aunque este me parezca imposible. Pues bien, no existe objetivo más imposible y que más ansíe que el de conquistarla de una vez por todas. Y la única posibilidad que tengo de dejar las drogas es hacerlo para trabajar en mejorar mi imagen y mi forma de ser para, si algún día vuelvo a verla, que note que he cambiado y que ya no soy el fracasado que conoció. Sé que suena estúpido, y lo es, pero no, mi vida no me importa lo más mínimo, tan solo me importa ella y si logro algún cambio tan solo será por ella. Me da vergüenza admitirlo, pero ya me he marcado el objetivo de renovarme como persona para ir a buscarla de una vez por todas y decirle lo que siento. Aunque tenga que recorrer 700 kilómetros. Sé que no es nada realista, pero aún así me gustaría saber su opinión sobre esto, es la última esperanza que tengo de conseguir a la mujer de mi vida, mi última baza, y si no lo consigo (como es probable) me olvidaré definitivamente de ella. ¿Creen que puedo cambiar para volver a por ella y conquistarla no como su amigo de toda la vida, sino como un hombre nuevo?
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