¿La justicia, ese equilibrio que entre un extremo y otro, ese punto intermedio… es un ideal inexistente, es un concepto o una realidad?
¿La pobreza, el desamor, el hambre, las enfermedades, son pruebas irrefutables de que no existe la justicia o son casos fortuitos de la vida que a todos nos pueden afectar?
¿Es justa, democrática, equitativa la desgracia? ¿A todos nos toca? ¿O hay personas a las que les toca más desgracia que a otras? ¿Es porque se lo merecen? ¿O simplemente por “Mala suerte”? ¿Es todo una consecuencia de todo o es la suerte un factor importante que condiciona los resultados de la vida?
Algunos hablan de la ley de la compensación, otros dicen que todo se paga en la vida, otros dicen que cada quien es dueño de su propio destino y responsable de este, pero son tantos los casos desafortunados, hay tanto sufrimiento en el mundo, son tantos los momentos agrios y tan pocos los dulces, cuesta tanto ser feliz, que uno va perdiendo la fe en la aplicación de la justicia y se va volviendo teoría muerta, conceptos sin fundamentación ni aplicación.
La injusticia divide al mundo en ricos y pobres, felices e infelices, afortunados y desafortunados y en la medida en que estas brechas sean más grandes y arraigadas cada vez es más difícil recuperar, tener o mantener la fe en el mundo, en los seres humanos, en la vida y hasta en uno mismo.
De pronto la idea de la vida después de la muerte es un invento humano para soportar durante la vida el flagelo de la injusticia, quizás la resignación sea una opción, o quizás, solo quizás, haciendo honor al famoso dicho que menciona que
la esperanza es lo último que se pierde, el mundo mejore para demostrarnos, que el ideal de justicia era VERDAD.