Fotografiar el instante: la idealización

Danteojos

Hay veces en que nada más levantarme, luego de hacer resonar contra la loza del inodoro el correspondiente chorro de líquido amarillo, me asalta el impulso de ir a la terraza para contemplar las primeras luces del mundo, justo en ese momento en que, recién amanecido, el cielo todavía es apacible y sobre las festoneadas cumbres de la sierra se desperezan los primeros rayos del sol columpiándose sobre las nubes. Reconozco que es una visión que me llena de paz e introduce en mi organismo una buena dosis de armonía con la que empezar con buen pie la jornada.

Lo cierto es que me gusta saberme parte de ese entramado de luces en el que despunta la vida, quizá porque soy consciente de que llegará el momento, cuando repose en la “cajita”, en que ya no podré ver nada.

Es una pena que no se me dé bien el arte de la fotografía, porque en ese caso intentaría plasmar toda esa belleza en un arsenal de instantáneas tomadas en diferentes días. Aunque sospecho que ni siquiera las fotografías, en su indiscreta labor, son capaces de plasmar dichos instantes tal y como son en el momento de observarlos. Al menos a mí suele pasarme así. Las pocas veces en que he fotografiado un paisaje que previamente me subyugara, ha sido para descubrir acto seguido que la belleza de la imagen robada no se correspondía con esa otra que justo momentos antes me había hechizado. No sé si eso se deberá a que soy un pésimo fotógrafo (algo que ya doy por descontado) o, más posiblemente, a que, por mucho que así lo pretendamos, resulta muy difícil, por no decir imposible, aprehender la realidad mediante una sola instantánea, más allá de aquellas que a fuego quedan marcadas en el caleidoscopio de la memoria.

Quizá pasa también algo parecido con la idealización. Imaginamos algo, lo recreamos en nuestra cabeza como algo idílico, nos dejamos seducir por todo el abanico de posibilidades que ofrece…, para luego los hechos dar lugar a una realidad que echa por tierra lo previamente idealizado. Y es que a menudo las fotografías de la realidad acostumbran asimismo a divergir de la imagen que creíamos haber captado antes de ser por sus voraces fauces engullidos.

usuario_borrado

La fotografía mental no necesariamente tiene que ser algo malo.
Idealizar es un choque con la realidad, pero si se sabe razonar desde un principio la caída a veces no es tan dolorosa.

Aparte me gusta ver el cielo e imaginar que Dios amaneció muy artístico para decorar el cielo con tan bellos colores y esparcir las nubes como si hubiese usado la brocha con la técnica de punteo.

furiosa

Yo tenía el amor idealizado...

El golpe que me dio la realidad... Digamos que el resultado se podría explicar, ya que hablamos de "fotografías", con algo parecido a:



Idealizar es siempre una mala idea, si no eres lo suficientemente fuerte de las cicatrices te puedes prácticamente desangrar.

Danteojos

No sé si será una mala idea, pero en cierto modo resulta inevitable, casi diría que consustancial al ser humano. Añadiría incluso que necesario, toda vez que la idealización entronca con los sueños y vivir sin soñar, aunque es por supuesto posible, se me antoja algo vacío y triste.

Es cierto que la realidad es muy puñetera y a menudo destroza los sueños y, con estos, las idealizaciones que los forjaban; pero aun así, la alternativa basada en no soñar me parece muy sombría. Es como las personas que van por la vida revestidas de corazas: estarán protegidas, no lo niego, pero dudo mucho que puedan llegar a ser verdaderamente felices.

_Nela_

Curiosamente a la persona que más he idealizado es a la más daño me hizo. Y todavía a día de hoy recuerdo aquel primer amor y me entra nostalgia, a sabiendas de lo mal que se portó y lo tonta que yo fui. Supongo que es melancolía por no ser ahora la misma que era entonces, con tantos sueños e ilusiones, esa joven ingenua que creía en vidas predestinadas y un largo etcétera.


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furiosa

Uno se construye muros para protegerse de los demás, pero nada lo protege de sí mismo. Al encerrarse además impide que los de fuera puedan llegar para ayudarle.

Soñar... bueno, sería genial vivir el presente en vez de anhelar un futuro que no va a llegar. Pero supongo que está en nuestra naturaleza fantasear con las cosas. Aunque con ciertas heridas, una persona deja de soñar con ciertas cosas porque el dolor es demasiado grande al recordar esos temas.

Iker_Jimenez

Discrepo , aun así se puede llegar a ser verdaderamente feliz , la idealización o establecer una relación no es un factor determinante. Quienes van revestidos de corazas nivel 100 , pueden estar muy bien si así lo desean.
Hablo evidentemente por mi.

Zeus6

Se necesitan emociones para vivir, actúan como un bálsamo contra la crudeza de la realidad, lo ingrato, lo aburrido, ¿quien no a idealizado algo, y quedó hechizado ante tal deslumbramiento de belleza?. Pero la mente ociosa en ese hedonismo experimenta solo el "destino" , y nunca el "viaje" o en el "camino" para alcanzarlo, y que quizás este no existe, o que es tan solo un espejismo.

Pero se siente en algún rincón de la mente y lo hacemos nuestro, lo malo es cuando entra en conflicto con la realidad, que sobriamente exige " cambios", y eso es lo que duele profundamente, tanto como para no volver a idealizar,..por auto-protección como los escudos,..
Pero como leí de un tal Paulo Coehlo: Vale más haber amado y perdido, que no haber amado nunca.
¿Quien nos quita recordar la belleza de la idealización después,.?,..

luchanadj

Quien contemple el amanecer en una zona despoblada, en un bosque o una playa desértica, sabrá que es una de las sensaciones que no se olvidan nunca es el olor, el olor a amanecer. Es único e inigualable.

En cuanto a la idealización, es cosa de bohemios. Es maravilloso ser bohemio y la mejor forma de olvidarse de la peor cara de ser humano.

Danteojos

Es cierto. La verdad es que todo aquello que consigue estimular de algún modo nuestro componente sensorial puede dar lugar a experiencias únicas y maravillosas... ¡Los sentidos al poder!

Melchochita

Señor Danteojos,

Los sueños y las emociones, no son necesarios para vivir, sino para disfrutar el tiempo de la vida.

Soñando, el tiempo está lleno de pliegues, instantes, situaciones, momentos, que hacen que la vida valga la pena, que se trate de algo más que subsistir y sobrevivir.

Las ilusiones le dan magia a los días, y los sentimientos, hacen que el tiempo de vida sea un tiempo con sentido.

Yo soy una soñadora empedernida y me siento feliz de serlo. No me importa si idealizo, qué más da si lo disfruto.