Es que con eso de no tener un sitio llegué a hacerlo en: los baños de la universidad, probadores de ropa, coches ajenos, la playa, la calle, la mayoría de estas veces con mi primera novia, cuando por fin una amiga me prestó su casa, mi novia (la primera) gimió y gritó tanto cuando lo hicimos que era como si se hubiera estado aguantando las ganas de gritar todas las anteriores ocasiones.
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