El desamor, y el olvido, productos de continuos fracasos sentimentales, donde ya ni se saben las causas, nos llevan al camino de la oscuridad y el pesimismo, así como el resentimiento.
Así estoy yo, ya sin esperanza, con el reloj corriendo, extrañando con lágrimas mi adolescencia, donde quizá pude haber tenido mejores esperanzas. Pero mi problema es ser tonto, y simplemente no servir, y contradecir a la naturaleza que no me hizo para amar ni para concebir sentimientos más allá de la tristeza.
De qué valen los amigos? De nada, porque nunca te van a entender por más amigo que seas, porque la mentira estará a flor de piel de ellos y de la gente, porque en definitiva no van a sufrir lo que uno sufre. En verdad a nadie le importa la vida de uno, seamos sinceros de una vez por todas. La familia no importa ni importará, porque los padres un día morirán de viejos, entonces de que valen el posible cariño (u odio) de alguien que morirá antes que uno. Cuando el destino es el desamor hay que aceptarlo o simplemente aplicar la solución final, que a veces no es tan mala, porque a veces la vida es insoportable. Pero quien quiera tener fuerzas que las tenga, y yo lo admiro por eso, quizá pueda torcerle la mano al destino, yo lo intenté y no pude, mi única satisfacción es que peleé esta guerra hasta las últimas.
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