La importancia del dinero es obvia, pero no sólo en lo que a una relación de pareja se refiere, sino para casi todo en la vida. Sin dinero no podríamos cubrir nuestras necesidades básicas de alimento y vestido, y sin tales necesidades básicas cubiertas nadie iba a tener ganas de embarcarse en las siempre agitadas aguas del amor. En suma, que para amar en plenitud hace falta cuando menos tener asegurado el sustento básico. Esa es al menos mi opinión.
Ahora bien, lo que me resulta teñido de cierto egoísmo es supeditar una relación sentimental al hecho de poder salir de cena fuera, viajar, ir a un concierto, etcétera. Pero ¿qué clase de amor es ese que no se sostiene si no se puede acudir a tales eventos? Si dos personas se encuentran bien en su mutua compañía, no tiene por qué importarles estar sentados en un parque comiéndose una bolsa de pipas, o en su casa tranquilamente viendo una peli, serán felices simplemente porque están juntos, sin necesidad de ir a ver un musical o a cenar al restaurante de moda.
Cosa distinta también es que dentro de una pareja una de las personas no trabaje. Habría que ver si la razón de ello es voluntaria o, por el contrario, obligada por las circunstancias. En el primer caso, esto es, que el elemento o elementa no trabaje porque no quiere y sea además un gandul o gandula que no haga ni siquiera las tareas domésticas, entonces la otra persona tiene todo el derecho del mundo a darle la patada, pues ¿quién quiere mantener a vagos? Ahora bien, si la razón de no trabajar es porque no encuentre un trabajo pese a buscarlo o, como sucede en algunos casos, que de común acuerdo se haya convenido que se quede en casa cuidando de los hijos u ocupándose de las tareas domésticas, entonces me parece perfecto, no se podría hacer ningún reproche a dicha persona.
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