Cuando el que deja sufre mas que el dejado

El Otro

Me identifico mucho contigo porque cuando vivía en Madrid, conocí a una chica que estudiaba actuación. Era terriblemente seductora, al punto que yo pasaba por alto todas sus acciones desconsideradas.

Gocé y sufrí con tanta intensidad, que aunque decidí cortar al cabo de cuatro meses, y otra vez, luego de un más fugaz retorno; necesito asirme a la fantasía de que alguna vez… tal vez…

Cuando corté con ella tuve la sensación de haberme extirpado un órgano vital; y pese a que no soy de tomar, tuve que hacerlo para resistir el impulso de llamarla. Tomaba de manera compulsiva, para aturdirme... y cuando volvía a mi piso, algunas veces pasaba por una calle frente a una plaza que estaba llena de prostitutas... y les contaba mi historia.

Eran muy buenas conmigo, porque sabían que yo no iba a salir con ninguna de ellas, pero se ve que les enternecía lo que les contaba y pese a que solía estar totalmente borracho, algunas me deseaban que pronto se arreglara todo, y otras que ya encontraría la que me hiciera olvidarme de ella.

Creo que durante algunos meses viví esa forma de duelo, y era más espantoso saber que si yo quería, me bastaba con marcar el número y esperar a que ella atendiera... pero siempre cortaba como mucho al primer llamado.
Me había mudado y dejé de frecuentar los sitios que ella conocía, no tenía como localizarme.

Sé que suena cobarde, pero como nos habíamos hecho mucho daño, preferí seguir un camino insoportablemente doloroso, pero que al menos dejaba una puerta abierta para el futuro.

La llamé al cabo de seis meses, volvimos a empezar... al principio fue más hermoso y ardiente de lo que ya habíamos vivido... Pero el pedacito de cielo sólo nos duró unas cuantas semanas. Después volvió el infierno.

Comprendí que su manera de amar era la de los que por alguna razón están tan desesperados, que así como se entregan sin retaceos, así también, llevan el estigma de la autodestrucción en sus actos. Sus arrepentimientos, sus llantos, sus ruegos y la dulzura arrolladora de sus palabras eran tan efímeros, que pensé que iba a volverme loco, pero loco irrecuperable.

Una parte de mí todavía la ama, y quizás la ame siempre.
Por eso te dije que me identificaba contigo, son mujeres que pese a todo, en algunos momentos, nos transportan a lugares que sólo ellas parecen conocer.

Fuerza y adelante!