El famoso "contacto cero" de ahora no es más que la aplicación práctica de un principio antiquísimo, que es el de "no hacer". Milenario, se puede decir.
Implica DESAPEGO. Todo aquello a lo que nos aferramos, aun cuando no sea algo beneficioso para nosotros o para nuestro trayecto vital, constituye una barrera para nuestra propia evolución.
En el caso de las relaciones de pareja eso se ve aún más evidente. Cuando una persona deja de querernos se rompe la conexión entre nuestra persona y la suya. El tercer elemento externo, que es la relación que tienen esas dos personas, desaparece y vuelve a la nada. Pero, salvo en contadísimos casos, esa desaparición no es vivida de igual modo. Siempre hay alguien que continúa teniendo sentimientos de amor, aunque ese amor ya no sea genuino porque le falta la contrapartida que lo equilibra. De ahí que sea necesario romper el ciclo para continuar adelante.
Continuar insistiendo sobre algo que ya no existe sólo conduce al sufrimiento. Sufrimiento expresado en el rechazo de la persona que ya no siente, y de impotencia de la persona que lo padece, al contemplar el alejamiento del ser a quien quería.
Para poder romper esa inercia, el único camino es desaparecer de la vida del otro para continuar con la tuya. No como una estrategia, sino como la integración de uno mismo con sus zonas dañadas. Por eso, el "contacto cero" sólo funciona si de verdad hay voluntad de superación, de responder al dolor de una pérdida con un crecimiento personal y una enseñanza. Si se usa sin estar convencido de que ya hay un final, y debe haber un cierre, se "reacciona", y no se vive con autenticidad, por lo cual se convierte en una representación y al final se fracasa y se vuelve a caer en la adicción. En este caso, a la otra persona.
Y toda adicción siempre es reflejo de nuestras propias carencias, no de los actos de los demás. Sean cuales fueren esos actos. Si de verdad quieres tener éxito en ese "contacto cero", todo trabajo y toda solución nacerán y regresarán a ti mismo. Nunca vendrán de lo externo.
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