Antes que nada, agradezco que pases por acá. No sabía a donde acudir con mi problema. Lo que tengo que confesar es vergonzoso, lo reconozco y soy consciente de que merezco incluso su desaprobación. Sin embargo, he de hacerles saber que yo mismo no reconocí el curso que estaba tomando esta situación que ya se salió de mi control. Todo sucedió gracias a una red social a través de la cual conocí un muchacho. Por un tiempo frecuentaba redes sociales y conversaba con personas de toda clase. Nunca había tenido pareja en mis 31 años de vida y siendo ese mi anhelo solía saludar personas y mostrarme tal y como era. En ocasiones no tenía buenos resultados puesto que no soy el tipo atractivo y seguro de sí mismo que suele encantar a la gran mayoría, sin embargo, gané el aprecio de muchos.
Entre las personas que conocí hubo uno en particular que se sintió halagado por la forma respetuosa como me dirigía a él. Yo perdí contacto por un tiempo no muy prolongado para reencontrarme con él a través de la misma red social. Empezamos a conversar tendido y nos entendimos bien. Descubrí de él muchas cosas, para empezar, que procedía de Colombia y tenía 3 años en mi país (Panamá), tenía 20 años (en comparación conmigo que tengo 31) y era muy despierto y risueño. Era amante de las cosas simples y no ostentosas. Se vestía de forma humilde y no aspiraba a grandes lujos. No le importó que no tenía mucho que ofrecerle salvo mi amistad y él la aceptó gustoso. Después me daría cuenta de que él estaba completamente sólo en el sector del país donde vivimos. No tenía más que un sólo amigo con el que rara vez convivía. La mayor parte del tiempo la pasaba solo y tenía muchas dificultades porque no podía trabajar al no contar con un permiso. Después de un tiempo me daría cuenta que estaba viviendo aquí ilegalmente. No comía bien, tenía cero acceso a medicinas, se comunicaba pocas veces con su familia y estaba endeudado con su arriendo. Eso me enterneció mucho. Fuera de eso me contó las dificultades por las que pasaba en la infancia y luego me relató historias delirantes alrededor de sí mismo que afirma haber vivido desde su infancia, llegando algunas al plano sobrenatural. Aunque aquello me llenó de miedo sentí compromiso con él ahora que lo sabía porque a un amigo no se le deja cuando está pasando por las malas y si me apartaba de él lo estaría haciendo.
Lo que le pasaba era algo así como un caso de identidad disociativa. Al detonarse los síntomas con momentos de tremendo estrés me dije que cuando estuvieramos juntos haría que pensara lo menos posible en cosas malas para que estuviera tranquilo y hubiera paz en su interior. Él se sentía contento estando conmigo que empezó a comunicarse conmigo más seguido y terminamos compartiendo más de una vez a la semana paseos a pie y conversaciones en parques y plazas. Recorrimos muchos pueblos locales no muy lejanos en paseos y lo defendía de la gente que lo oprimía, que, muy a mi pesar, es hostil con los extranjeros de una forma inhumana.
En algún momento entre todos esos que compartimos él empezó a decir que yo era su pareja, que nadie nunca lo había tratado de ese modo. Yo insistía en decirle que no creía en cosas del amor porque en el pasado me habían sucedido experiencias que me indicaban que el amor no podía existir. Dejábamos de tocar el tema pero al reanudarlo yo sacaba otra excusa, que si mi pasado, que si los prejuicios, que si su salud mental, que su situación migratoria pero él insistía.
De buenas a primera empezó a llamarme su pareja y entonces yo no lo corregí, cosa que él entendió como una afirmación de mi parte. En algún momento le dije: “si somos pareja ¿por qué no recuerdo que me hayas declarado tu amor o que yo lo haya hecho?” Pero a él no le importó. Vinieron días más duros en los que fue echado de su arriendo y yo hice todo lo posible por colocarlo en un nuevo hogar. Cuando lo conseguí después de mucha mortificación mi cariño y compromiso por él era más grande, sentía su dolor como si fuera mío, pero no era amor, porque el amor me empujaría a hacer cosas que aún no estaba dispuesto a hacer. Pero él sólo veía amor en mis ojos. Llegó el día de su cumpleaños y para celebrarlo lo llevé a una ciudad turística en mi país que es muy gustada por su clima y su flora. Él se olvidó de sus preocupaciones. Me dijo que de los 3 años que ha vivido acá aquel había sido el día más feliz y me lo debía a mí. Me lo decía lleno de lágrimas y sonriendo. Pero YO ERA EL QUE ESTABA MÁS FELIZ, viéndolo tan feliz a él, viendo cómo de pronto el dolor que tenía se iba, por lo menos un día. Me gasté casi todo mi sueldo en él. En la noche, ocurrió lo malo, que no debía ocurrir. Nos pusimos cariñosos y en medio de la conmoción me dijo que me amaba y que hacía mucho tiempo que su corazón no sentía eso. Yo estaba tan nublado que se lo dije: “TE AMO” y él lo creyó completamente porque me lo preguntó. Yo me arrepentí al instante y no tuve el valor para retractarme. Él estalló en felicidad y yo era feliz por él. Decidí seguir con esto porque al fin y al cabo podría aprender a amarlo con el tiempo, pues él era muy bueno y no conocía chico alguno que fuera como él y que me tratara bien y que sintiera todo eso por mí. Y también, porque mi compañía lo hacía feliz, no se sentía desamparado conmigo.
Sin embargo no ha podido pasar. Todo aquello fue hace hoy un mes y mi corazón sigue igual. Nuestra situación no ha cambiado. Seguimos juntos, él pasando trabajo, yo haciendo el esfuerzo para mantenerlo en pie. Estuvimos a punto de separarnos por siempre porque, por voluntad, me pidió que lo denunciara a migración. Aquello me rompió el corazón pero accedí, inútilmente, pues los crueles funcionarios de migración sólo lo humillaron. De todos modos, por mucho que me importe él, por mucho que me duela cómo sufre, por mucho que quiera su bienestar y felicidad, sigo sin amarlo, porque no me imagino pasando con él toda mi vida, porque no me imagino uniéndome a su familia (compuesta sobre todo por gente mala), porque siempre estoy pensando en que quiero que nos separemos y porque sigo imaginando otro futuro para mí.
Lo que hice fue un error cruel, pero no fue deliberado. Duele mucho pensar en qué nos sucederá. Tengo miedo de perderlo porque lo quiero como amigo y por el sexo, pues, no tengo por qué mentir aquí, si vine es para pedir ayuda y por eso confieso que sexo con él no me interesa por lo que no quiero sacarle provecho. De hecho, si les contara mi deseo, es que se vaya a Colombia y allá haga su vida, encuentre un buen muchacho y se establezca con él y se reencuentre con su familia. Yo siento que yo soy una distracción en su camino. ¿Pero qué hago? No sé qué hacer…
-Seguir con él a ver si nace el amor?
-Romper con él y romper su corazón? Decirle que mentí por piedad cuando le dije que lo amaba y que sólo lo quiero como amigo?
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