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Antiguo 16-Oct-2011  
Usuario Experto
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Bien, como os dije que contaría mis citas desastrosas en las webs de contactos, comenzaré con la primera y una de las más desastrosas:

Era un caluroso Martes de Julio. El reloj marcaba las cuatro de la tarde pasadas, y como ya venía siendo costumbre, degustaba mi café de la tarde delante del ordenador contestando a solicitudes, viendo perfiles, y demás acciones que suelen llevarse a cabo en páginas de este tipo. Nada más iniciar la sesión, pensé que sería un día sin mucha novedad. No había mensajes nuevos, y tan solo pude ver una solicitud aceptada de la media docena que envié el día anterior. De repente, el popup del chat se tiñó de azul parpadeante acompañado de su sonido de campanita, avisandome de que alguien me había enviado un mensaje por chat. Abrí la ventana y era justamente la chica que acababa de aceptar mi solicitud ese mismo día. "Al final no será una tarde tan aburrida" pensé. Y aunque su perfil no me llamó la atención especialmente, soy de la opinión de que a las personas se las conoce hablando y no por una simple descripción de diez líneas.
Charlamos por chat durante un rato. El protocolo se repetía como en cualquier comienzo por chat: "¿Como conociste la página?", "¿Cuanto llevas sin pareja?", y un largo etc. de preguntas típicas. Al final, decidí tomar la iniciativa y le propuse ir a tomar un café a una centrica cafetería de la ciudad para continuar en persona la conversación. Al fin y al cabo se trataba de una página para conocer gente, no de un chat. Ella aceptó y acordamos vernos allí, en la puerta, a las seis de la tarde. Ambos perfiles tenían foto, así que no sería dificil localizarnos en la puerta. Cerre la página, y acompañado de algo de música comencé a vestirme y a arreglarme para el encuentro.

Llegué al lugar de la cita con cinco minutos de antelación, pero para mi sorpresa, ella ya estaba allí. Si soy sincero, me costó reconocerla. Si, se parecía a la chica de la foto, pero como si de repente le hubiesen pasado por encima diez años de golpe. Según su perfil, ella tenía 24 años, sin embargo, las bolsas de los ojos en combinación con el azul ojeroso le daban el aspecto de una treintañera desaliñada. Además, ella indicaba que su color de pelo era rubio y sin embargo, unas raices negras de aproximadamente un par de centimetros brotaban de lo más profundo de su cabellera. Por lo demás, vestía con un pantalon vaquero de cintura baja y una camiseta de tirantas corta de color rojo cuya combinación dejaba al descubierto una pequeña porción de un vientre cubierto con más estrías de las que cabe esperar en una chica de veinticuatro años. Ahora mismo muchos pensarán que soy un superficial, pero mucho más lejos de la realidad. De hecho a pesar de todo, ella era como mujer mucho más atractiva que yo como hombre. Nunca me ha importado en exceso el aspecto físico de una chica para quedar con ella. El motivo de mi desilusión, es que no fue sincera en la descripción y fotografía de su perfil, y la sinceridad y naturalidad es algo que valoro mucho a la hora de dar una oportunidad a alguien.

Ella me reconoció al momento, me acerqué, nos saludamos con los tradicionales dos besos que no llegan a rozar las mejillas, y mientras buscabamos una mesa apartada en la cafetería para poder charlar con tranquilidad, comenzamos a intercambiar las primeras impresiones.

.- Sabes, estás mucho mejor en persona que en ela foto .- Me dijo sonriente.
.- Vaya, gracias .- Le respondí correspondiendo a su sonrisa.

Tras acomodarnos en una de las mesas situadas en la esquina inferior de la cafetería, me miro a los ojos y me preguntó mi opinión sobre ella. Ella no era fea, ni mucho menos, sin embargo su belleza era más bien un vestigio de lo fue, en lugar de una belleza actual y natural. Evidentemente no iba a responder lo que mi mente estaba pensando, así que me limité a un auxiliador "estás genial". La camarera no tardó en tomarnos nota, yo me limité a mi tradicional café con leche, mientras que ella quiso aprovechar para hacer una pequeña merienda acompañando al suyo de uno de los trozos de tarta de almendras que se exponían en el escaparate del refrigerador. Tras tomarnos nota, la camarera se fue, y comenzamos a ponernos al día a base de preguntas sobre nuestras vidas. Sin embargo, fueron sus preguntas hacia mi, las que me hicieron levantar la guardia, y más adelante, comprobar, que no había nada que hacer, y que la cosa no iba a pasar de esa tarde. Practicamente no me dejó hablar. De hecho, en alguna ocasión, la conversación se acercaba más a una entrevista de trabajo, que a una cita. ¿Vives solo?, ¿La casa es tuya o de alquiler?, ¿En que trabajas?, ¿Y se gana mucho dinero así?, ¿Donde has aparcado el coche?, es que aparcar por aquí está dificil, ¿Ah, que no tienes coche?. Al parecer alguna de las respuestas no le hicieron demasiada gracia por los cambios que se producían en la expresión de su cara, que aunque disimulados, no pasaban desapercibidos. Fue ya casi al final de mi taza de café, cuando de repente todo se iluminó, y todas esas preguntas tan superficiales cobraron sentido. Salió de ella, yo solo tuve que indagar un poco sobre su vida personal. Su sonrisa se esfumó mientras me contaba su historia. Al parecer, a sus veinticuatro años de edad, era ya madre de tres hijos, lo que explicaba las atemporales estrías de su vientre, pero como guinda del pastel, cada hijo era de un padre distinto. Intentó suavizarlo haciendose un poco la víctima. Que si los hombres la habían tratado muy mal, que si ella estaba muy enamorada de ellos cuando pasó, que si era muy duro para ella vivir con su madre que era una mujer insoportable que no la dejaba vivir. Tras terminar su relato, fue cuando comprendí lo que buscaba, no quería conocer un chico del que enamorarse y comenzar una relación. Buscaba a un ingenuo adinerado que la sacase del agujero en el que se había metido. Ya me resultó extraño, que acostumbrado a la frialdad y superficialidad de los perfiles de la página, una chica como ella, hubiese aceptado la solicitud de un tipo como yo si al aspecto físico nos limitamos.
En ese momento con el mayor tacto, comprensión y dulcura posible, le respondí con sinceridad. Le dije que fue muy imprudente por su parte, que con la de sistemas que existen hoy día, no se como llegó a quedarse embarazada tres veces, y que yo en su lugar, antes de intentar arreglar mi vida sentimental, arreglaría primero mi vida personal, que sobre una vida personal ordenada, todo marcha mucho mejor. Cual fue mi sorpresa, que de repente, se levantó interrumpiendo mis palabras, golpeó con las palmas de las dos manos la mesa de la cafetería y me gritó: "Eres un cerdo, como todos los tíos, a las personas se las aprecia y se las valora por lo que son, no por lo que arrastran del pasado". Parecía que hubiese utilizado ya más de una vez esa frase con algún otro pobre infeliz. Yo me limité a responderle: "Si, tienes razón, pero las cosas que arrastramos del pasado son un reflejo de lo que somos". Creo que no se esperó la contestación. Se limitó coger bruscamente su bolso y salir por la puerta de la cafetería. Que decir tiene que me tocó a mi pagar su café y su trozo de tarda.

Resumiendo, esta ha sido la peor cita de mi vida. Se que es un ladrillo tremendo, por eso lo he redactado de forma que se haga entretenida su lectura.

Espero opiniones. Un saludo
 
 

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