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Hola a todos,
Ha pasado casi un año desde que lo dejé con mi ex y aunque han sido 12 meses difíciles ha habido grandes avances desde entonces. La tristeza, desánimo y cambios de humor son prácticamente inexistentes. He recuperado el apetito y me encuentro mucho más alegre y relajado, con ganas e ilusión. Pero sobre todo he sacado muchas enseñanzas de todo ese sufrimiento. He aprendido a controlar un poco mejor mis emociones y mis impulsos, aprender a disfrutar de estar solo y sobre todo a aceptar las cosas como vienen y no pelearse con la realidad aunque cueste y duela.
Tampoco me engaño a mí mismo porque soy consciente de que queda camino por recorrer. Aún hoy a veces reaparece el morbo/curiosidad por saber cosas de mi ex, pero lo controlo para mantener el contacto cero. También sigue habiendo momentos de nostalgia en los que me replanteo si aceptar la oferta de hablar que me ofreció hace unos meses y a la que no respondí, sería una buena manera de cerrar una puerta dando respuestas a preguntas que quedaron en el aire en su día pero...cuando recupero la sensatez creo que sólo serviría para reabrir viejas heridas y retroceder.
He de decir que todo esto lo he conseguido gracias al contacto cero, a hacer deporte y al apoyo de la gente de este foro. Así que a todos los que lo estéis pasando mal, no desesperéis ya que por suerte ésta es una "enfermedad" que antes o después se pasa. Intentad seguir los consejos que se dan en este foro ya que son realmente valiosos y ayudan a que todo ese dolor no se prolongue más de lo necesario.
El otro día leí en un libro la siguiente estrofa y con la que me sentí muy identificado. Me gustaría compartirla porque creo que refleja el punto al que debemos llegar muchos de los que andamos por este foro:
"...hace un par de semanas vi a Miguel. Iba en un taxi camino de casa y él esperaba al disco verde para cruzar la calle. Le miré durante unos segundos, buscando dentro de mí algunas de las cosas que había sentido por él durante un tiempo no tan lejano. No encontré nada, salvo un ramalazo de decepción, un poco de rencor y por consiguiente, cierta dosis de amargura que nos deja el tiempo que consideramos perdido.
No es eso lo que quiero sentir por Miguel. La próxima vez que le vea, me gustaría que hiciese en mi el mismo efecto que cualquier extraño. Llegará el día en que no recuerde el color exacto de sus ojos, igual que hoy no soy capaz de recordar el tacto de su piel, y entonces sólo sentiré melancolía por todo lo que nos unió una vez y que no supimos conservar para siempre. Y dentro de muchos años, quisiera que Miguel fuese un buen recuerdo distorsionado por la nostalgia, y pensar en él como alguien a quien quise mucho, que me hizo feliz durante un tiempo y luego desapareció, como ocurre con buena parte de las personas y cosas que nos hacen dichosos."
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