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Antiguo 29-Sep-2014  
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Después de leer de nuevo la extraordinaria novela “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley, cuya temática, como imagino sabéis, se centra en la vana búsqueda de la felicidad por parte del ser humano, sigue llamándome poderosamente la atención la forma en que dentro de esa sociedad utópica se instruía a sus miembros sobre la actividad sexual, educándoles desde temprana edad para que viesen en su práctica una cosa normal, sin por supuesto ningún genero de pudores o complejos.

No creo que a estas alturas del siglo XXI nadie ose dudar de la importancia que el instinto sexual tiene en el ser humano, una necesidad básica que se nutre del deseo y que, como tal necesidad, puede en cierto modo equipararse a otras de carácter fisiológico, como pudieran ser comer, beber o, con perdón, cagar.

Ahora bien, pese a esta trascendencia, resulta chocante comprobar cómo durante siglos la libertad sexual se ha visto de ordinario perturbada por adulteradas consideraciones morales y éticas que tendían a reprimirla o, como poco, tildarla de algo infamante y vil, represión que con inusitado encono han ejercido poderes e instituciones empeñadas en cohibir las congénitas pulsiones sexuales de hombres y mujeres.

¿Por qué?, se pregunta uno. Sospecho que, como en otros temas de índole similar, sea necesario buscar la respuesta en la influencia perniciosa que las religiones, sobre todo las preponderantes, han ejercido sobre la sociedad a lo largo de la historia y más concretamente durante los últimos dos mil años, empeñadas mediante su incisiva moral en conceptuar como vicio obsceno casi todo lo relacionado con el sexo, en especial lo referido a su práctica cuando no se ajustara a determinados cánones férreamente establecidos, a saber: heterosexualidad, procreación, relación conyugal bendecida, amor... De este modo, las prácticas sexuales menos convencionales, las no acomodadas a dichos parámetros estrictos, eran tachadas de inmorales, siendo por ello que la homosexualidad, la lujuria, la promiscuidad, la poligamia, etc, pasaran ipso facto a engrosar el listado de actividades espurias y escandalosas. Y entonces la sociedad, hay que suponer que atemorizada por el castigo divino con que los nuevos sumos sacerdotes intimaban a los infractores de tales normas y principios asignados, inclinaba la cerviz y los aceptaba como válidos e indiscutibles, dando así lugar a un conflicto del todo insoluble, en cuanto que los preceptos morales impuestos entraban en pugna con ese básico instinto que el sexo constituye para el ser humano, enfrentamiento este del que a lo largo de los siglos ha derivado toda una hornada de complejos, frustraciones y profundos remordimientos, como no podía ser de otro modo, habida cuenta que quedaban moralmente censuradas conductas a las que de un modo u otro tiende la naturaleza humana a mostrarse proclive.

Y es que, dejando al margen toda la moralina religiosa, lo cierto es que las relaciones sexuales (salvo en lo que se refiere a aquellas perversiones que en sí mismas constituyan una aberración y puedan ser inclusive tipificadas como delito) no deberían ser objeto de reproche moral alguno, toda vez que integran la manifestación de un instinto que viene impreso en el propio genoma humano y en el que, por tanto, no habría en principio más depravación ni ignominia que la que de manera hipócrita ha sido atribuida por tales religiones.

Así las cosas, los muros alzados han sido tan colosales que hoy por hoy, aunque la amenaza del infierno ya no asusta ni a los niños, siguen en cierta medida juzgándose inapropiados muchos comportamientos relacionados con el sexo, en especial cuando éste no va vinculado al amor, lo cual no deja de ser absurdo, puesto que ¿por qué narices ha de ir el sexo emparejado por fuerza con el amor, si son dos cosas completamente distintas? Por supuesto, resulta maravilloso cuando se produce dicho emparejamiento, pero ni por asomo es absolutamente necesario. Confundir algo tan excelso y especial como es el amor con lo que a fin de cuentas no es más que una importante fuente de goce, cual es el sexo, no deja de ser una mezcla absurda de conceptos, al menos según yo lo veo.

Por cierto, os recomiendo que leáis, si no lo habéis hecho ya, “El mundo feliz” de Huxley. En el fondo, los lavados de cerebro que se producen en esa sociedad utópica, más allá de las formas empleadas, no difieren demasiado de los que buena parte de las religiones monoteístas han llevado a cabo con sus fieles.
 
Antiguo 30-Sep-2014  
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Avatar de Syfo-Dias
 
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La novela de Huxley debería ser de lectura obligada en todos los institutos, porque es de esa clase de obras que te invita a pensar, a cuestionarte los adoctrinamientos de una u otra clase con los que el establishment trata de gobernar nuestras vidas.

Por eso no se lee, claro. Porque además es un libro que cuestiona cualquier clase de ideología, desde las izquierdas hasta las derechas, pasando por el socioconstruccionismo y el buen pensar. Más o menos como 1984, que es la otra pata del banco, aunque mucho más negativa que el primero.

El problema que mencionas con la moral sexual de las religiones organizadas (en este caso del catolicismo y algunas sectas protestantes, porque otras religiones no tienen tantos tabúes) no es que el Mensaje original sea restrictivo, sino que ha sido adulterado con el paso del tiempo.

En el caso del catolicismo el adulteramiento empieza ya con las Cartas de Pablo. Pablo de Tarso, probablemente un hombre misógino y/o homosexual, fue el verdadero inventor del Cristianismo, tal y como lo conocemos hoy en día. En el Mensaje del Maestro no había nada acerca de una religión organizada, y mucho menos sobre una casta parasitaria de sacerdotes, porque Él afirmaba que Dios está dentro de cada uno de nosotros. En todo el Nuevo Testamento (y, dicho sea de paso, en prácticamente toda la literatura apócrifa) no hay absolutamente ninguna referencia ni a la sexualidad, ni a la homosexualidad, ni a la maraña de normas, dogmas y cánones en que se ha convertido el catolicismo.

Sin embargo, y como decía Muktananda, "no hay quien siga a un Maestro sin pervertir Su Mensaje". Pablo de Tarso, que no conoció a Jesús, fusiló parte de las normas de la religión hebrea con otras de nuevo cuño, muy a la medida de su misoginia, y sobre eso se empezó a trabajar. Después vinieron las manipulaciones, interpolaciones y tergiversaciones en los Evangelios para atribuir nacimiento virginal a Jesús, convertirlo en Cristo (el Mesías de los hebreos, que poco o nada tiene que ver con el Mensaje de Paz y Amor que propugnaba el Carpintero), en rey, etc. Una vez arreglados esos evangelios se expurgó aquellos que no eran modificables (Adversus haereses de Ireneo de Lyon, Canon de San Atanasio) y, una vez elevado el cristianismo a religión organizada en el Concilio de Nicea, se perdió todo rastro del Mensaje original.

La moral sexual (por cierto, escasamente seguida nunca por parte del clero y mucho menos por los fieles) responde a otra naturaleza. Si dominas una de las fuerzas de la naturaleza, como es la sexualidad de los seres humanos, dominas gran parte de sus energías y de sus recursos. Es una especie de castración espiritual en un ámbito que es muy proclive a caídas, a debilidades y a ser capaz de inocular el sentimiento de culpa, que es un pilar básico, si no el más importante junto con el miedo, para poder someter a una persona.

Esto, mientras que gran parte de la población fue iletrada (hasta hace no mucho) era relativamente sencillo de conseguir. El problema es que la alfabetización y el acceso más o menos universal a la cultura ha socavado el cimiento de este poder, y la gente no se traga tan a la ligera que amar a tu pareja, incluso físicamente, pueda ser un acto sucio.

También te digo que lo que vivimos ahora es un modo de sometimiento distinto, la hipersexualización. De moralinas y Pedros Botero hemos pasado al culto a la sexualidad, que es otra forma de esclavización, en este caso dando importancia a la satisfacción desordenada de los impulsos, caiga quien caiga y sin ningún tipo de responsabilidad. El objetivo es el mismo: la alienación, la separación para hacernos individuos solitarios más fáciles de manipular, y la configuración de todo un sistema que nos tenga alejados de las metas más importantes de nuestra vida, que son ser conscientes de nuestra propia existencia, del lugar en el mundo que tenemos, de nuestra relación con lo Inconmensurable y del legítimo derecho que tenemos a una vida digna y plena.

Los mismos perros con distintos collares, en suma.
 
Antiguo 30-Sep-2014  
Usuario Experto
Avatar de Doctor_House
 
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No deberian meter estas cosas en los colegios, para eso estan
los colegios religiosos, cada cosa en su sitio, en su region...
Doctor_House esta en línea ahora  
Antiguo 30-Sep-2014  
Usuario Experto
Avatar de Zeus6
 
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De eso se trata, de crear o ser una sociedad dependiente, y sumisa a la oferta de su entorno o necesidad, que para conseguir, deberá seguir las "normas", así la sociedad es mas controlable y manipulable,..y devotos por la "seguridad" que ofrece.,
Así si no hay conflictos en esa predación legal e ilegal entre individuos, es una "sociedad feliz", como un eufemismo de: sociedad de "bobos", y pobre de aquel que se atreva a cuestionarla,...Un argumento él de la novela muy interesante, y alertador...
 
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