Usuario Experto
Registrado el: 26-May-2008
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Bueno, no sabía cómo titular esto. Les voy a contar una historia.
Conocí una mujer. Quise enamorarme de ella porque (se que es una idealización pendeja, pero qué más da) es lo que siempre he buscado. Es como si una bruja hubiera mezclado en su caldero todo lo que a mí me gusta: su inteligencia, su ternura, su amor por los animales, su pasión para hacer muchas cosas, sus gustos, su mirada, su sonrisa, sus besos, hasta la forma de sus pezones... Es rara, linda y misteriosa; toda ella está llena de pequeños detalles que me encantan y me enamoran, y en cada conversación descubro más.
Excepto por un pequeño detalle. Ella es ama. Practica el bsdm, tiene sumisos, y está muy metida en se mundo. Cuando me lo contó, me incomodó, pero como ella me gusta tanto, no me molesté, ni me intimidé. Incluso, me interesé un poco en ese tema, que hasta ahora, no me había interesado. Pero si me quedé con la espinita de no saber que quería ella de mí. Porque nunca me lo dijo directamente, los besos simplemente fluyeron mágicamente y en la cama no se motró dominante, más bien al contrario.
El problema surge (o más bien, me doy cuenta del problema) cuando, después de esa primera noche juntos, estando arreglando la siguiente cita, ella me suelta que quería hablar conmigo del contrato. Básicamente, que si quería seguir con ella, tenía que firmarle el contrato de sumisión. Me lo envió, lo leí; pensé en cómo podría encajar en eso, y no puedo. Soy demasiado independiente, rebelde y alérgico a la autoridad como para una relación de esas.
Nos vimos por última vez este fin de semana. La cita fluyó como antes, seguí descubriendo cosas lindas en ella; pero esta vez, no hubo ni un besito. Sin contrato, es decir, sin que yo acepte ser su sumiso, ella no quiere nada conmigo, sólo amistad. Y yo quiero todo con ella, menos ser sumiso. Así que llegamos a un punto muerto. Yo quiero una pareja, ella un sumiso, ninguno de los dos va a ceder. Yo de verdad me lo pensé, y aun me siento tentado a considerarlo; pero me conozco y se que no es bueno para mí; aunque sería lindo estar con ella, no disfrutaría la sumisión (preferiría ser dominante, de hecho), probablemente me enamoraría y lo pasaría mal sabiendo que sus intenciones son tan distintas de las mías.
Así que esto es un fracaso más. En una vida amorosa hecha de intentos fallidos, donde ninguno funcionó; un fracaso más ya se volvió algo un tanto intrascendente. Me duele ahora, y mucho; pero ya me acostumbré. Más que por perderla a ella, me entristece ver que siempre es igual, siempre hay algo que se interpone, alguna razón para que nunca encuentre a nadie. Me consuela saber que al menos, esta vez la razón fue un tanto más extravagante de lo habitual, y al menos el comienzo de esta historia abortada fue bonito.
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