Iniciado por fj bulldozer
Standby, Maria, Sakura, gracias por vuestras aportaciones y donde dejáis las cosas bien claras, al igual que mi amigo Lucha
Voy a ser franco, como bien dice Sakura, desde la emancipación femenina, en cuanto uno pide una mujer de signo más tradicional, o que tenga alguna característica tradicional, ya están poniendo el grito en el cielo, como si él fuera un verdugo, y tampoco es así
No creo que ninguna mujer en su sano juicio, ya sea feminista o no lo sea, aguantase un hombre que la mata a trabajar, desde el amanecer hasta acostarse (y el primero en acostarse sea él, y ella a prepararlo todo, absolutamente todo), y él, al llegar de trabajar, a tumbarse en el sofá, leer el periódico, ver el telediario, y ella a prepararle todo, todo, no solo cocinar, sino que tiene que estar todo preparado, y si no, se forma el dos de mayo o la batalla de San Quintín. Eso es totalmente comprensible que no lo quiera una mujer
Pero yo puedo garantizar que no soy así. He dicho que me gusta que cocinen bien, pero no que la quiera tener hecha una esclava. Yo pongo la mesa, lavo los platos, etc., sin embargo prefiero que cocine ella, pues creo que las mujeres tiene mejor mano para la cocina, (aunque luego casi todos los chefs de prestigio sean hombres, pero eso es porque han estudiado cocina como una carrera profesional, es otra historia)
Y de la misma forma, lo que no quiero es una feminazi, que me odie por ser hombre, me señale con todos los defectos posibles, que nada de lo mío le parezca bien, y para colmo de males, me denuncie para poder divorciarse rápido y se quede con la casa y el amante que se ha agenciado. Eso tengo derecho a pedirlo, y dejarlo bien claro, que no quiero una mujer así. Y seamos realistas, este prototipo de mujer ha prosperado gracias al feminismo radical, no al feminismo primario, fruto de reivindicaciones justas por una mejora en las condiciones femeninas, sino del feminazismo, ideado por los de la élite de la "pirámide", para garantizar que hombre y mujer se odien mutuamente. Nosotros con guerra de sexos, y ellos riéndose desde sus ocultos despachos elitistas
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