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Antiguo 16-Feb-2012  
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Buenas noches.

Como algunos/as sabréis, llevo ya algún tiempo en este foro. Un foro que, válgame la sinceridad, encontré navegando por la red tras ver por segunda vez el dorama japonés (telenovela japonesa, por definirlo de algún modo) de Densha Otoko. Es la historia de un chico otaku, amante del manga y anime, que se enamora de una chica al salvarla de un tipo en el tren (de ahí el nombre, Densha Otoko, el hombre del tren). Como el pobre se considera poca cosa, se mete en internet, en un foro de solteros, y allí es donde todo un compendio de personas solteras y con problemas como él, le van ayudando y dándole consejos para conseguir a la chica en cuestión (mas o menos como nosotros, vaya xD) Os la recomiendo a todos aquellos que no la hayáis visto, dicho sea de paso.
Bien, tras esta introducción, me animo al igual que Densha Otoko a narraros un poco la historia que estoy viviendo de un tiempo a esta parte, para que la comentéis, me aconsejéis si gustáis, y la vayáis viviendo conmigo. Una historia que comenzó hace más de diez años, en un instituto de Madrid...

Entrada 1 Una chica en el camino


Esta historia comienza un frío día de Noviembre del año 2002 en un tranquilo barrio de Madrid. Como cada mañana, me dirigía al instituto para dar las clases de primero de bachillerato, rama de humanidades.
Me recuerdo como un joven moreno de pelo corto, gafas, algo torpe y rellenito, pero con una boca dada a la risa, un gran corazón y una enorme imaginación (o eso decían todos aquellos que me conocían). Por aquél entonces comenzaba mis pinitos en el mundo de la literatura fantástica. Ávido devorador de libros y cómics desde pequeño, mis manos comenzaban a moverse sobre las teclas del ordenador para dar rienda suelta a mis historias. No eran pocas las noches que me pasaba frente al monitor, sumergido en un chat de rol interpretativo, donde conocí a muchos amigos y amigas que a día de hoy perduran en mi vida. También fue gracias a la red que pude experimentar mis primeros amoríos de juventud (más amores a distancia que algo realmente serio, aunque varias veces me encontré con la chica en cuestión y la cosa trascendió de simples conversaciones de chat o Messenger) Pero, por aquél entonces, nadie ocupaba mi corazón. Me encontraba soltero y libre cual pájaro.
Pájaros como los que entonaban sus trinos al naciente sol en aquella mañana a la que retorno en mi memoria. Fresca, invernal, y aún así trayendo un aroma a cambio. Un olor que en aquél entonces no podía distinguir, tan inmerso estaba en la aventura de rol que había llevado a cabo la tarde/noche anterior con mis ciber-colegas. Frente a mí, el sueño me impidió ver la espalda cargada con una mochila celeste de una chica que me precedía durante todo el camino hasta clase.
Tras algunos días más (como dije antes, era algo torpe en captar ese tipo de detalles), mi abotargado y somnoliento cerebro captó las imágenes que, mañana tras mañana, me enviaban mis ojos. Esa chica, fuera quien fuese, parecía tener el don de la oportunidad para cruzarse en mi camino. Daba igual a qué hora saliera: podían ser diez minutos antes, con el tiempo justo para llegar a clase, que media hora para ir holgado. Ella siempre parecía compenetrarse conmigo para ir unos metros por delante. Llegados al instituto, la joven desaparecía en su aula y no la volvía a ver hasta la mañana del día siguiente.
Ya no sólo veía su espalda, como es lógico. A veces, en las curvas del camino, atisbaba su pelo largo y castaño, cayendo en graciosos rizos por su espalda. El destello de sus gafas, el asomo de una sonrisa cada vez que saludaba a algún compañero o compañera de clase… Por lo que pude comprobar, iba un curso por debajo de mí, en aquellos tiempos a cuarto de secundaria. No sabía su nombre, y ni tan siquiera la había podido ver detenidamente. Pero había algo en aquella misteriosa chica que llamaba poderosamente mi atención.
Siempre he sido una persona que cree en el destino, en encuentros que están marcados en nuestro devenir. Aquello no podía ser una casualidad. Algo en mi interior me decía que aquella joven se había cruzado en mi vida para dárseme a conocer. Dada mi timidez (recordemos que, hasta entonces, sólo me había acercado a chicas o en grupo, o por Internet. Unos galones no demasiado brillantes en mi uniforme de combate, pero galones al fin y al cabo), no me decidía a darme a conocer.
Ni siquiera hablaba de ella, como suele ser lo normal, con los amigos del instituto o con mis padres. Era como un pequeño juego, una experiencia íntima que prefería guardar para mí. Estuve muchos días, semanas incluso, haciendo el mismo camino tras ella cada mañana (Dios, ahora lo pienso y a todo aquél que me viera y conociera de este hecho, podría parecerle prácticamente un acosador xD). Pero no me sentía así, y algo me decía que ella también sabía de mi existencia siguiendo sus pasos. Como si aguardara el momento oportuno. Quizás ella ya consideraba que había dado el primer paso abriéndome la senda, y que como en buen juego de ajedrez, era mi turno de mover ficha. No lo sabía, y lo único que tenía claro es que debía superar la barrera de mi timidez y dar el siguiente paso.
Así, una mañana de Diciembre, tras un buen desayuno que me diera fuerzas, después de mirarme por enésima vez en el espejo, salí a la calle con la mochila a la espalda. En mis ojos brillaba la determinación de hacer el siguiente movimiento. De cubrir aquellos metros que durante tantos días nos habían separado y darme a conocer por fin.



Bueno, y hasta aquí la entrada de hoy. Dada mi pasión por la escritura, espero que entendáis que lo cuente en forma de relato. Me es más sencillo y, creo, más ameno para vosotros el leerlo así. El próximo día seguiré con ello, esperando vuestra presencia para continuar la historia conmigo. Una historia que, a día de hoy sigue vigente, y no sé dónde acabará (aunque, como es lógico, sé muy bien dónde me gustaría que acabara)

¡Nos vemos!
 
 

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