Hace unos meses os contaba acerca de mis dudas sobre "formalizar" una relación con una persona que me lleva alrededor de 30 años, que había sido mi oncólogo en la adolescencia, y a quien entonces en un momento de pánico infantil le había pedido que se casara conmigo si me curaba. Nos habíamos vuelto a encontrar de adultos, empezado algo y él quería que viviéramos juntos.
Vuestros consejos y comentarios me ayudaron a reflexionar en un momento en el que estaba muy nerviosa e insegura de lo que quería hacer. Si era agradecimiento o amor, cómo de grave era que no pudiéramos tener hijos... y al final resulta que voy a casarme estas navidades.
Me consta que es muy rápido, -habíamos pensado en primavera, pero es más fácil reunir a todos en estas fechas- aunque ya nos hemos tomado demasiado tiempo en esta vida para reencontrarnos y no tiene mucho sentido -a mi entender, ojo- prolongar el noviazgo un siglo.
Os escribo hoy porque acabo de elegir mi vestido de novia y me ha dado por pensar las vueltas que da la vida, las cosas que cambian en nosotros (y las que permanecen iguales) con los años.
Si me hubieran preguntado de niña cómo querría casarme, habría dicho que vestida de princesa, por la iglesia, con el órgano sonando, y para nada con un señor con canas y progresando hacia la calvicie jaja Aunque sea la misma persona que me gustaba a los quince, mira tú por dónde. Y ahora resulta que me caso con un vestido sencillo, invitando a la familia cercana tan solo, sin gastar demasiado.
Con un amor tranquilo, muy lejos de los dramas de novela... pero eso también es bueno. Uno no se empareja para pasarlo mal, y considero que ya he sufrido bastante. Siento que puedo relajarme totalmente, en lugar de tener el alma en vilo ¿y qué quieres que te diga? No es lo que creía que quería, pero eso es felicidad.
Con mi historia quiero decirle a quien la pueda leer que todo llega, y a veces las cosas se hacen esperar. No todos los caminos son rectos, y a veces antes de llegar al final del trayecto hay que hacer trasbordos y paradas. Ya sé que el que espera desespera, y que es muy típico leer que hay cosas que vienen (o vuelven) cuando menos las esperas.
En mi experiencia, el amor es un euro perdido entre los cojines del sofá: lo encuentras no cuando te obcecas y pones patas arriba toda la casa, sino un día cualquiera, mientras sigues con tu vida y te dedicas a sacarla adelante.
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