Todos hemos sufrido soledad alguna vez en nuestras vidas, unas personas nos estancamos en este estadio que debería ser temporal haciéndose perpetuo, como si cumplieras una condena kármica por una vida anterior. Cuando ves que las horas, días, meses y años pasan te vas dando cuenta que sólo se tiene a uno mismo. Muchos han tenido oportunidad de conocer el amor, otros muchos se nos han negado, tener la oportunidad de mirar a la persona amada y decirle cuanto le amas además de ser correspondido es para muchos de nosotros un lujo reservado para los privilegiados. Al final el mundo en una lucha constante solo lo consiguen los más fuertes como si de una seleción natural se tratara, las sobras que somos nosotros los solitarios nos quedamos en un rincón a la espera de nuestra amiga melancolía acuda a nosotros a deborarnos insaciablemente dejandonos vacíos en nuestro interior. Sólo una cosa me ha mantenido la vista hacia adelante, el amor a nosotros mismos pero éste cae por falta de retroalimentación. La vista al horizonte se ve inmensa, no creo que haya nada si sigo dirigiendome hacia allá. Me entristece muchas veces no aguanto esta soledad, se me pasa por la cabeza acabar con mi vida en unas vías del AVE, lo único que me ha frenado ha sido la creencia de que los suicidas van al infierno, no quiero sufrir esta tristeza por toda la eternidad acabando allí sin salida, eso es querer escapar pero no tengo en donde hacerlo.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
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