Tú, siempre tú, el mismo que la hizo llorar toda la vida, volviste para secar sus lágrimas. Las tuyas y las de los demás, esas por las que mordía su almohada en las noches, esas que tú causaste en ella desde que recuerda. Lágrimas de niña, lágrimas de adolescente y, ahora, lágrimas de mujer, perra herida que ya no puede llorar más por ti y, en lugar de eso, se le forma un nudo en la garganta y para desatarlo debe maldecirte a gritos. Y, en realidad, no te maldice a ti, si no a si misma. Por haber sido tan estúpida al creer que la persona que le había fallado toda su vida, la quería, o, al menos, le importaba. Pero no era asi, tú no tienes sentimientos, no tienes alma, algún día la tuviste, pero ahora ya no. No sé si te la ha quitado una de esas arpías por las que moriste de amor o si tu dura vida te la ha robado. El niño del que ella se enamoró, la tenía, el hombre que ahora eres la ha deshechado por no servirle ya.
Se echó la culpa, no debí haber estado con él, se decía a si misma. Por eso, no puede estar contigo. Ahora ella se da cuenta que él nunca te ha importado, como nunca te ha importado nadie porque solo te importas tú. Si él te hubiera importado no lo hubieras hecho y lo sabes, pero te escudas en eso para no aceptar que la deseabas porque siempre ha sido la muesca que te faltaba en tu cinturón. Y,cuando la tuviste ya no era nada para ti.
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