He leído el tema hasta la página 6 (después ya me cansé xD).
Como muchos sabéis, tengo 23 años y mi pareja 59. Nunca me importó si era un solterón o un divorciado: me enamoré de él por como es ahora y no por cómo fue o dejó de ser, por las decisiones que tomó o dejó de tomar. Sé su historia sentimental y lo que ocurrió para que, llegado a cierta edad, no siguiera el dictamen de la sociedad que parece obligarte a casarte y tener hijos y con eso me basta y me sobra.
Ciertamente, a veces me resulta repugnante cómo se habla en este foro sobre la situación del "mercado" actual. Parece que se ha cosificado a las personas y que realmente se trata de un mercado donde uno parece venderse al mejor postor para establecer una relación mercantil en la cual, si no se está de acuerdo con el producto, éste se devuelve sin más y se emprende la búsqueda de otro nuevo o con mejores características. Las personas no tenemos precios, no podemos vendernos, tenemos un valor y se nos ha de valorar por lo que somos, no por lo que hemos sido ni mucho menos por lo que tenemos o dejamos de tener. Una relación sentimental no puede ni debe basarse en prejuicios, en ideas abstractas y superfluas, en meras palabras vacías o apariencias varias sino en hechos: en lo que uno y otro sienten, en lo que uno y otro se aportan, en lo que uno y otro se apoyan, en lo que uno y otro son cuando dejan de ser uno y otro para ser una pareja. Y todo esto no se busca, ni mucho menos en un "mercado", todo esto se encuentra, porque uno no tiene la libertad de enamorarse: uno se enamora o no.
Si tuviera 30, 40, 50 o 60 años poco me importaría lo que prefiero de manera utópica en otra persona o lo que busco idealizando unas cualidades que todos en mayor o menor medida tenemos sino que lo que me importaría sería el momento en que, al conocer a una persona, ambos nos desnudamos íntegramente, dejando atrás nuestros mayores miedos y temores y abriendo el corazón con la confianza, la seguridad y la certeza de que la otra persona sabrá cuidar de él. Ése y no otro es el momento que importa, en el que dejamos las apariencias y nos mostramos como somos a la otra persona y ésta, que ha hecho lo propio, nos acepta, nos ama y nos valora, así, desnudos, sin corazas, sin apariencias ni fingimientos.
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