Esta noche me siento melancólico, me asaltan dulces y amargos recuerdos.
De noches de conciertos, de bailes, de risas, de besos.
De su mirada, por momentos cálida y ardiente, por momentos fría y distante. Azul como el cielo y negra como el infierno.
De su cabello rubio, corto, rizado, tan áspero como sus reproches y tan precioso como sus palabras de amor.
De noches que terminaban entre el oasis de sus brazos, entre el calor de sus sábanas, entre el húmedo ardor de sus piernas, entre el sabor de cada uno de los poros de su piel.
Y es que, en noches como esta, recuerdas que hay mujeres que se quedan tatuadas para siempre bajo tu piel.
Afortunadamente, mañana la melancolía se esfumará con la salida del sol, como un efímero sueño que apenas alcanzas a recordar, como esos vagos recuerdos tras una noche de alcohol.
Y nunca, nunca, nunca, nadie sabrá si estas letras fueron realidad o fruto de una febril noche de invierno.
Ni siquiera ella.