Ya no puedo darte el corazón,
iré donde quieran mis botas,
y si quieres que te diga que hay que hacer,
te diré que apuestes por mi derrota.
Si te sientes un pobre desgraciado,
añorando el aroma de alguien a tu lao,
la sangre de tu tristeza contigo paseará,
sin cometer la torpeza de su nombre nombrar.