Antes escribí un ladrillo sobre el teatrillo social. Está por ahí; por donde se duerme la gente.
Estas cosas han pasado de toda la vida. En los tiempos en los que era persona decente y formal, formábamos una cuadrilla de diez colegas, y cada uno se presentaba a la hora que le salía de ciertas partes. Yo era de los puntuales pero a veces vacilaba, para no ser menos. Cuando había parejas, era ya un cachondeo. El margen entre el primero que se presentaba y el último podía ser de horas, y después recibíamos nuestras primeras comunicaciones SMS del típico colega que se retrasó por "percances" (quedarse viendo la tele en casa todo cómodo, por ejemplo); y cosas así. Teníamos a uno que se cabreaba mogollón por estos desaires, y si le dolía las muelas, le teníamos que tranquilizar. Muy entrañable.
Un caos absoluto. Pero éramos jóvenes; resilientes, flexibles, elásticos. Nos daba igual todo.
Entiendo que llegue un momento en el que no se soporte.
PD. No puedes hacer nada. Es inevitable. Toda resistencia será inútil.
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