El sexo es placentero porque la Naturaleza, en su infinita sabiduría, nos escondió el sacrificio de la perpetuación de la especie, que requiere enorme energía, esfuerzo, de quienes engendran, para criar a sus hijos, en un irresistible caramelito llamado placer, como culmen a un deseo, a un instinto que se tiene que satisfacer. Como el hambre, a veces peor que el hambre. En este juego pica hasta el más casto y puro.
Pienso que si no hubiera placer en esto del picor y el sudor, seríamos aún -con mucha, mucha suerte- cuatro homínidos comunicándonos a grito pelao y mamporros. Sin maquinitas de teclear, por supuesto. Estaríamos aún sobre la faz de la Tierra de pura chiripa, por no decir que nos habríamos extinguido. El 'hacer' hijos con cosquilleo de por medio es un signo evolutivo de no pocas especies, que deben a eso el seguir aquí, comiendo, corriendo, saltando, volando, nadando o saliendo en los documentales de la 2
Sin embargo, a pesar de nuestra condición natural y gracias a la sociedad, el conocimiento, la tecnología, se han aportado profilácticos, medios de comunicación de masas, calefacción central, junto con cachondeitos varios a añadir aquí -> ....... han procurado que el sexo sea pan de cada día, de cada hora, de cada minuto y -si me apuro- de cada segundo, sin riesgo a tener revoltosas criaturillas medoreando tras los nueve meses de rigor.
Se ha inflado el sexo al igual que han inflado los cereales de la mañana y parece que hay sexo hasta en la sopa.
Se ha eliminado la contrapartida al placer natural. Parece un triunfo, un logro, pero creo que la Naturaleza intenta cobrar su parte, y el hedonismo exacerbado quizá no sea tan buena cosa como aparenta. Hay que echar un poco el freno, madaleno. Solo un poquito. Y si vemos que tal, pues nos quedamos ahí.