Gladiador: tu gusto es compartido por muchos más que lo que se suele pensar, sucede que en los pueblos que hablan nuestra lengua todavía se guardan muchos prejuicios y además se asocia equivocadamente el gusto por unos pies hermosos con actitudes sunisas por parte de un varón.
Soy todo menos sumiso, soy dominante. Pero no por machismo sino por carácter, por naturaleza; por supuesto que aceitado por buenos modales y por la ternura natural que me inspiran las féminas.
Pero también me encanta que una mujer se cuide y luzca esas delicadas joyitas, diminutas y frágiles a la par de los nuestros. Tal vez sea ese mismo contraste lo que me produce atracción. No lo sé. Pero no me pienso unir a todos esos que se reprimen a tal punto que en reuniones con otros chico u hombres confiesan que le encantan los pies de su novia o mujer pero que ni locos se lo dirían.
Una duda, me imagino que conocés el poema de tu compatriota Manuel Osorio Calatrava:
Tus Pies
Claveles de mi sangre regaría
para tu pie desnudo, si pudiera
lograr que perfumara y floreciera
la sangre de mis venas, diosa mía.
Alfombra de mis besos tendería
para tus pies y con mi vida entera
-alma y carne, pagana primavera-
tu sonrosada planta besaría.
Dedos de luna con perfume agreste;
talón venusto en sangre de jazmines;
uñas de sol dormido en los cerezos.
Dame tu pie desnudo, pie celeste,
y déjame calzarle los chapines
cálidos y sedosos de mis besos.
Y seguramente los españoles y también los de este lado del charco el de Miguel Hernández:
Por tu pie, la blancura más bailable,
donde cesa en diez partes tu hermosura,
una paloma sube a tu cintura,
baja a la tierra un nardo interminable.
Con tu pie vas poniendo lo admirable
del nácar en ridícula estrechura,
y donde va tu pie va la blancura,
perro sembrado de jazmín calzable.
A tu pie, tan espuma como playa,
arena y mar me arrimo y desarrimo
y al redil de su planta entrar procuro.
Entro y dejo que el alma se me vaya
por la voz amorosa del racimo:
pisa mi corazón que ya es maduro.
Igualmente en nuestra lengua debe haber varias decenas de o tal vez cientos de poemas dedicados en alguna parte o en todo a los pies de la mujer.
No llegamos a compararnos con los franceces, que se podría escribir una antología del tamaño de una enciclopedia, pero hay varios.
Aquí en Argentina son 10, 28
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