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Antiguo 08-Feb-2012  
Usuario Intermedio
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Buenas noches, gente de ForoAmor. Para acabar el día, antes de marcharme a dormir, me pasé por estos lares con el ánimo de compartir con todos vosotros una creación propia. La hice en una noche de verano, pensando en cómo la vida a veces nos pone duras pruebas hasta que, finalmente, alcanzamos aquello que nos llena, en este caso, el amor verdadero. Un sentimiento, quizás, en estos tiempos que corren propio de ilusos, pensaréis algunos/as. No os puedo dar ni quitar la razón. Cada uno es como es, y el sufrimiento que la vida conlleva a veces, hace que nos cerremos en banda a creer que algo así es posible. Pero, como este paladín, a pesar de haber sufrido todavía mantiene viva esa esperanza en su corazón, es capaz de crear reflexiones así de vez en cuando. Espero que os ayude el leerla tanto como a mí el escribirla, y que la disfrutéis de igual manera. Sin mas dilación, os presento mi texto:

"Pasos por la Senda Nocturna"

Caminaba solo, por aquella senda de oscuridad y tinieblas. Arriba, las estrellas iluminaban sus pasos: titilantes, vigilantes, eternas.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…
Detrás quedaban años de dicha. Relaciones buenas que, con el tiempo, habían acabado malográndose. Caras conocidas le alentaban desde los lados del camino, amigos y amigas, familiares… Sus manos entraban en la senda, golpeando su espalda para animarle a continuar.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

Tanto dolor como había pasado debía conducir a algún lado. “Ser malo es muy fácil. Ser bueno es lo jodido, lo sabes. Los buenos reciben palos, y dolor, y sufrimiento. Pero al final, ellos obtienen su recompensa” recordaba que alguien le había dicho. “Aprende a quererte un poco más. Eso no implica egocentrismo, sólo piensa un poco más en ti. Verás como te va mejor” recordaba que le había dicho otra voz. “Por las noches abraza tu almohada, te relajará. Soy tu amiga, para lo bueno y lo malo, y estoy aquí. Todos estamos aquí” le susurraba otra voz más desde la vera del camino. Voces del pasado, del presente y, lo más seguro, del futuro.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

¿Quién podría explicar lo que era el amor? ¿Cómo saber cual era la chica destinada a él? Ante sus ojos, formas nebulosas danzaban. Seres fantasmagóricos que exhibían terribles e inquietantes sonrisas, pintadas en máscaras oscuras de ónice.
“¿Porqué sigues avanzando? Nos comeremos tu corazón, ya lo hicimos antes, podemos volver a hacerlo” susurraban, macabras, como el viento nocturno entre las hojas muertas de árboles podridos “Tu luz no durará siempre, y cuando se extinga volverá a la oscuridad primigenia. Y allí estaremos, esperándote, para saborear tus gotas de fútil resistencia. Déjate caer, déjate vencer, déjate morir” repetían en letanía una y otra vez.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

Llevó la mano a su costado, desenvainando el arma de la Esperanza. En otro tiempo luminosa, brillante y sin mácula. Ahora estaba algo herrumbrosa, desgastada por el uso, por las lágrimas y el dolor vertido sobre su prístina hoja. Pero, aún entonces, conservaba cierto brillo, al menos el suficiente para mantener a raya a aquellos espíritus, condenados devoradores de sombras. “¡¡Fuera, malditos!! ¡¡Yo os condeno a la oscuridad, regresad a los brazos de vuestra madre ramera!!” exclamó, desafiante, plantado ante aquellos enemigos en medio de su senda “¡¡Putas, apartad de mí el cáliz de la Desesperación!! Guardaos ésa miel podrida, vertedla sobre las simientes del Caos, germinad los corazones de los impuros, ¡mas no contaréis con el mío entre vuestros trofeos!”
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

Las lágrimas le ardían en las mejillas, trazando surcos ardientes, de fuego, en su recorrido. Su corazón, en otro tiempo gallardo, bombeaba lentamente. “No puedes luchar, estás demasiado cansado. Idiota, siéntate, túmbate, deja que la luz se apague. Déjanos acabar con tu dolor” decían aquellas voces susurrantes, envolviéndolo. Tras el muro de sombras, otra multitud de llamadas le exhortaban a seguir. Familia, compañeros, amigos, simples conocidos… “¡No te rindas, levanta, lucha, sigue avanzando! ¡No te des por vencido, tu meta llegará! ¡¡Cree en ti, continúa el camino, haz caso omiso al dolor, sobreponte a él, pelea, paladín, pelea!!” Aquellas palabras le llegaba algo sofocadas por el frío helador que lo rodeaba, por las macabras máscaras de falsas sonrisas, por el helor de su tacto y la podredumbre de su malsano aliento.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

No. No podía más. Estaba tan cansado, había dado tantos pasos. Tantos tropiezos, tantas veces se había vuelto a levantar. Soltando el arma, cayó de rodillas y, posteriormente, de bruces. La tierra entró en su boca, escupiéndola junto a la amarga saliva de la derrota. Sus ojos cansados, ardientes por las lágrimas, contemplaron como la luz de su Esperanza titilaba, apagándose lentamente, al igual que las estrellas sobre él. Ahora, las sombras en su derredor silenciaban las voces que lo alentaban, e iban tragándose con insana gula las lucecitas que aún alumbraban su camino. “¿Ves? No ha sido tan difícil. Pronto se cernirá la oscuridad sobre ti, deja que te arrastremos a nuestro mundo de sombras. Ponle descanso a tu dolor, a tu tormento, a aquellos que nunca has tenido y sabes que nunca tendrás” murmuraban las voces, acercándose poco a poco, cerniéndose como un ave de presa sobre él. “Lucha, lucha, lucha. Sigue avanzando, sólo un poco más” le animaban sus seres queridos, a la vera del camino, oyéndolos como a miles de kilómetros de distancia. “No me cogeréis. No aún, no ahora, pues de nada hubiera valido tanta batalla si me rindo al final” pensó él con los dientes apretados. Sus manos se movieron hacia delante y, arañando la tierra, comenzó a arrastrarse poco a poco, sin fuerzas para levantarse.
Otro paso, y otro paso. Sólo otro paso mas…

Se arrastraba, estiraba los brazos y movía todo su cuerpo con ellos. Arañaba la tierra, el dolor atenazaba sus músculos, la tierra le cegaba y se le metía en la boca, el polvo que levantaba inundaba sus fosas nasales. Escupía, tosía, no veía nada, pero seguía avanzando, haciendo oídos sordos a las voces malintencionadas que le rondaban cual buitres un animal moribundo, deseosas de alimentarse de su esencia, de devorar lo que quedaba de su espíritu. “He de seguir, he de seguir, no puedo dejarlo ahora. Ahora no, ya estoy cerca, lo noto… el dolor me acompaña, pero también los ánimos de aquellos que me quieren, de los que se preocupan por mí” se repetía con cada movimiento, dándose fuerzas mientras sus sentidos se cerraban a sus enemigos, y se abrían a sus amigos. Las manos le dolían, los ojos le escocían, la boca le sabía a sangre, saliva y tierra, y no hacía más que toser mientras el sudor de la perseverancia, de la lucha contra aquellos fantasmas, de seguir viviendo y avanzando, le recorría el polvoriento rostro.
Finalmente, sus músculos se agarrotaron, negándose a obedecer más. “No. Aún no. He de seguir, me lo debo, lo merezco, después de tanta lucha no puedo acabar así. Pero estoy cansado… tan cansado que ni mi cuerpo responde ya” se dijo, girando el rostro hacia el cielo nocturno, mirando a las estrellas.
No había otro paso, ni otro. Ni siquiera otro mas…

“No podéis hacerme esto ¡malditos! No podéis reíros así de mi dolor y mi esfuerzo” murmuró con los dientes apretados, viendo a los hados del destino contemplándole desde los luceros “¡¡Ahora no!! ¡¡Otorgadme lo que merezco o dejarme sumir mi ser en la oscuridad!! ¡¡¡Haced justicia!!!” gritó con sus últimas fuerzas, viendo como aquellos seres de sombra daban contestación a su pregunta “¿Es éste mi final? ¿Para esto tanta batalla y tanto camino andado?” Aquellas frías manos se extendían hacia él, yendo a tapar sus ojos, a silenciar su boca para siempre, a devorar las últimas luces que resistían con denuedo en su interior.
“No hay más pasos. No seguirán más pasos. Ni uno sólo más. Sólo… la muerte en vida. La soledad”…
Una luz lo envolvió de repente. Con la furia de una estrella caída, expulsó a aquellas siniestras sombras del pasado, haciéndolas retroceder hacia la oscuridad de la noche. Aquellos seres enmascarados, putrefactos e impíos, no lograron escapar. La blanca luz les alcanzó, haciéndoles estallar, desvanecerse en medio de chillidos agónicos de dolor. Las máscaras cayeron al suelo, haciéndose añicos y cenizas que arrastró el propio viento de la noche. Él alzó la cabeza, contemplando a una joven que, en medio del camino, dejaba lentamente de brillar. Bajó sus dulces ojos y, mirándole con ternura, le tendió la mano. “Levanta, bienvenido al final de tu camino” su voz era como el sonido de un cantarín arroyo para el sediento. “¿Eres real, o mi mente me muestra otra ilusión soñada?” preguntó él, dubitativo, a unos centímetros de aferrar aquella suave mano. “¿Qué te dice el corazón, mi bravo guerrero?” preguntó eludiendo su cuestión, sin cortar el contacto visual con él. Aquellos ojos le devolvían las fuerzas y la luz de la Esperanza retornó a su arma. Aferró aquella mano como un naufrago su madero salvador en medio de una tormenta marina, y sintiéndose renovado se puso en pie. Allí, en medio de aquella noche, las estrellas cantaron su suave melodía, mientras los aplausos de sus seres queridos coreaban el primer beso que ambos compartieron. Los dos, cogidos de la mano, siguieron andando por el camino. “¿No recuperas el arma de la Esperanza?” se extrañó ella, viendo como la abandonaban detrás. Él negó suavemente, mientras el objeto desaparecía “No me hace falta. Ahora ella reside en ti. Tú eres toda la Esperanza que necesito” Ésta vez, tanto ella como él encontraban apoyo cuando sus fuerzas flaqueaban, mientras recorrían el camino iluminados por las estrellas y alentados por las felicitaciones y aplausos de aquellos seres queridos que contemplaban su marcha a la vera de la senda, recorriendo a su vez las suyas propias.
Otro paso.

“En verdad recibimos lo que merecemos. Por difícil que haya sido el alcanzarlo, a pesar de tanto dolor como el que sufrimos, siempre alcanzamos nuestra meta” reflexionó pegándose más a ella, compartiendo su calor, mientras sus corazones quedaban por siempre unidos.
Otro paso. Otro paso. Y otro mas. Con el mayor placer del mundo, siguieron caminando, ésta vez juntos.
Otro paso, otro paso, y otro, y otro, y otro…

Dedicado a todos aquellos que hayan recorrido o recorran esa Senda Nocturna con todas sus fuerzas, sabiendo que, al final del camino, se haya nuestra merecida recompensa
 
Antiguo 08-Feb-2012  
Super Moderadora ★
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En esta gélida mañana es un placer leer tan bello relato escrito en dias más calidos SirFrancis.
 
Antiguo 08-Feb-2012  
Usuario Experto
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Me alegro que aquel ser pudiese encontrar por fin el descanso del guerrero.
Muy buen relato. Saludos.
 
Antiguo 10-Feb-2012  
Usuario Intermedio
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Mi señora Ginebra, disfruté mucho de nuestra charla de hace unos días. Me alegro de que os haya gustado el relato. Como apunte anecdótico diré que, a mis familiares les gustó tanto, que fue elegido para que lo leyera el día de la boda de mis tíos, quedando como un regalo muy especial para la feliz pareja.

Luchanadj, gracias por la apreciación positiva, y al igual que a Ginebra (y a todos cuantos lo han leído) agradezco que os hayáis detenido un rato por sus frases, siendo un honor que os haya gustado. En efecto, encontró el descanso del guerrero (descanso relativo, puesto que opino que cuando encuentras a esa persona especial, comienza una senda distinta, pero senda al fin y al cabo ^^) Esperemos que, al igual que el mencionado caballero, podamos todos/as encontrar dicho reposo algún día.
 
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