Sin haber entrado en detalles, plantear una elección binaria entre pareja y una carrera profesional de éxito lo veo como un falso dilema. Se necesita concretar.
Un gran porcentaje de nosotros no nos vamos a volcar al 120% en conseguir objetivos, trabajo, prestigio o fortuna; afrontando una existencia incompatible (o tremendamente dificultosa) con lo que es tener pareja.
A veces me ha seducido la idea de dedicarme a la marina mercante, o aislarme en una estación del polo, estudiando trozos de hielo con una lupa, pero soy alguien que se marea y no aguanta el frío; así que me quedo donde estoy, y si acaso me aventuro a dar de comer a los patitos del estanque del jardín municipal, en grata compañía (si procede), a pesar de tener que dispersarme por una u otra obligación de índole profesional.
¿Tener que desplazarme de punta a punta del país, tener que estudiar tochos o completar interminables informes (por ejemplo) me va a impedir tener pareja? Pues dependerá del trabajo en cuestión, y de la pareja; a priori no tengo ni pajolera idea.
Este (falso) dilema de amor-trabajo se suele plantear desde sus extremos, con viajes o investigaciones absorbentes, junto a una convivencia por años en un piso del ensanche, pero luego está la vida para recordarnos que había un huequecito que no habíamos considerado, en todos esos infinitos matices posibles.
Formulemos una pregunta sencilla: ¿Qué hará la mayoría de la gente, preferentemente jóvenes, dentro de 5 años? Pues ni idea, a pesar de tener las cosas claras en un principio (carrera, jefe contento...) porque podrías alucinar entre lo que se proyecta y lo que se termina haciendo en realidad.
No me plantearía duda ninguna, al menos cuando el futuro está aún por escribir.
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