He encontrado este artículo escrito por Esteban Hernández en El Confidencial y me parece muy interesante al reflejar la clase de relaciones que se establecen ahora y sus bases. Por eso, lo trascribo aqui para poder debatirlo.
Entrevistadora: ¿Cuáles fueron las historias de amor más importantes de su vida?
Philippe: Bueno, depende de lo que quiera decir con eso. Podría decir que fueron las cinco mujeres que vivieron conmigo, pero también podría decir que no fue ninguna, porque con todas y cada una de ellas siempre tuve el mismo problema: que nunca logré sentir que fueran la mujer ideal, la mujer indicada, la única, ¿me entiende?
Entrevistadora: No, ¿a qué se refiere con eso?
Philippe: Bueno, por ejemplo, con una de ellas viví dos años, teníamos una relación excelente, charlas muy interesantes, nos reíamos, viajábamos juntos, cocinábamos, nos sentíamos muy cómodos, pero cuando ella comenzó a decir que quería tener hijos, tuve que preguntarme qué sentía por ella en serio, y no podía sentir esa especie de ¡guau!, ese sentimiento que imagino que uno debe sentir para tomar semejante decisión.
Entrevistadora: ¿A qué se refiere?
Philippe: A que debería sentir que es la mujer de mi vida, que tengo que estar con ella o seré un infeliz, que es la mujer más increíble que puedo conseguir, pero yo no podía sentir eso. Siempre sentía que, si no era ella, iba a aparecer otra (Risas). Tal vez me engaño pero siento que hay muchísimas mujeres lindas e inteligentes que siempre me van a desear. Pero lo triste de todo esto es que también creo que no existe esa mujer increíble y única que me haga perder la cabeza.
El caso de Philippe, estudiado por Eva Illouz (en la foto), profesora de sociología de la Universidad de Jerusalén, en su recientemente publicado en España Por qué duele el amor, (Clave Intelectual / Katz) no refleja la actitud de un individuo aislado, sino las complejidades del amor en las sociedades occidentales en el siglo XXI. Ya no vivimos en los estrechos contextos del pasado, donde las posibilidades de conseguir pareja estaban proporcionalmente vinculadas al espacio físico: cuanto más pequeña fuera la población en que se vivía y cuanto menores las posibilidades de desplazarse fuera de sus límites, a menos parejas se podía optar.
Hoy estamos en la situación opuesta, no sólo porque los límites físicos sean mucho más amplios, y podamos ligarnos emocionalmente incluso con personas que residen en países lejanos, sino porque hay muchos más medios para conocer posibles partenaires que viven cerca de nosotros. Algunos instrumentos nuevos, en especial las páginas de búsqueda de pareja, se han popularizado, cambiando por completo la concepción que teníamos de cómo conectar con los demás.
Contamos con muchas más opciones que en el pasado para buscarnos la vida emocional, y eso ha hecho que personas de todas las edades tengan claro, como ocurre con Philippe, que existiendo tantas posibilidades al alcance de la mano no tiene sentido desaprovecharlas vinculándose afectiva y sexualmente a una sola persona.
Un mercado infinito
“Es un hecho. Hoy se tienen un mayor número de relaciones. Nos acostamos con más personas porque tenemos más posibilidades pero también porque antes no se veía la experimentación o la novedad sexual como algo positivo. Hay prácticas como el cruising, el intercambio o el poliamor que antes eran impensables, y que hoy son conocidas y populares”. Como explica la psicóloga Miren Larrazábal, autora del libro Sexo para torpes (Anaya), la simple existencia de nuevas formas de relación sexual donde el vínculo con una sola persona ya no es imprescindible, demuestra la magnitud de los cambios en los que estamos inmersos.
No hay nada que podamos dejar por el camino, queremos todas las opcionesUna transformación compleja de vivir, pero fácil de explicar, según Illouz. La autorrealización se ha convertido en una de nuestras grandes pretensiones, “lo que trastoca y contradice la concepción del yo como una entidad fija y constante. Autorrerealizarse significa no comprometerse con ninguna identidad fija y sobre todo, no comprometerse con un solo proyecto de desarrollo del yo”, escribe en Por qué duele el amor. El yo es un blanco en perpetuo movimiento, algo que necesita ser descubierto o logrado, una meta que no se puede alcanzar mediante la renuncia, como demuestra uno de los testimonios que recoge: “Una de las cosas más difíciles de contemplar es la vida que no tuvimos, los caminos que no recorrimos, el potencial que dejamos sin realizar”. No hay nada que podamos dejar por el camino, queremos todas las opciones…
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