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Antiguo 13-Sep-2011  
Usuario Experto
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Amigos, éste relato lo tenía hace ya bastante tiempo guardado por ahí. Le quedaban unas líneas que hoy me propuse terminarlo y compartirlo con vosotros, espero que os guste.

Eran las doce de la noche cuando Nahír salía de casa, un viejo piso céntrico ruinoso compartido por varios cerca del Boulevar St. Germain.
De unos veintitantos años, de origen magreví, Nahir era alto, de complexión delgada, moreno y de facciones típicas rifeñas. De origen muy humilde, se instaló en París cuando era un bebé, junto con varias familias más vecinas y oriundas también de Marruecos.
Era pleno verano; el calor húmedo y recalcitrante de la ciudad sofocaba en ambiente.
Nahír se sentó en el saliente de un portal a revisar su móvil sin saldo, como siempre.
Hoy, apenas había comido un poco de cuscús, es todo lo que su estómago había digerido en todo el día. Pero no le importaba, poco le importaba el apenas haber comido, el no tener ni un euro en el bolsillo, el vivir hacinado en una cloaca más que en un hogar.
Hoy Fahíma tampoco le había llamado. Ya hace una semana que no lo hacía. Sin motivo aparente, la que fue su novia, a la que amaba como al sol y a las estrellas, desapareció.
Conoció a Fahíma en unas vacaciones con sus padres hace cuatro años, en su país, Marruecos. En ese verano tuvieron un romance intenso, llegaron a amarse como nunca habían vivido ni sentido nada igual.
Fahíma era una chica afortunada económicamente, pues sus padres eran terratenientes y dueños de varias hectáreas de explotaciones agrícolas de invernadero a las faldas del Atlas.
De baja estatura, pelo negro, ojos negros y el rostro de tez aceitunada y todo el embrujo y la gracia de mujer árabe bien parecida.
Los dos eran modernos, en cuanto a costumbres, no seguían al pie de la letra el Corán, aún devotos de Alá
Al terminar el periodo estival, tuvieron que separarse, con pena, dolor y consternación mutua. Pero con la promesa de mantener el contacto por teléfono e internet. Así lo hicieron hasta navidades, en que el chico arañaba algunos euros y días de permiso para subir al bus y bajar a ver a su amada.
Durante 3 años más lo hicieron así; algunos días de navidad los pasaban juntos en gran felicidad y también el mes de verano. Fueron días inolvidables.
Entre tanto, se veían y hablaban por internet.
Para Nahír el locutorio de dos manzanas a la espalda de su residencia, era su segundo hogar, y fervorosamente seguía los gestos de su amada en tan humilde lugar con auténtica pasión.
Un día de aquel verano Nahír se sentó en la consola del cíber y para su sorpresa, Fahíma no estaba.
Sin darle importancia, pues ella era siempre puntual, esperó media hora después de la cual, no pudo contener el ansia y la preocupación, pues no era normal, de llamarla. Para ello imploró al dueño del ciber que le anticipara cinco euros de saldo, pues era urgente.
Fahíma cogió el teléfono, le rogó que la perdonara, pues había tenido que acompañar, según ella, a su madre al médico, de manera urgente. Por supuesto, el tema quedó zanjado y la duda resuelta con las palabras de su amada.
Al día siguiente Nahír iba con más ganas que nunca a ver a su amada y en efecto, allí estaba ella. Todo trascurrió con normalidad, se sentía feliz; además ya faltaba poco para volver a verla en persona.
Nuestro chico, pletórico de alegría fue a darle la buen nueva a su novia, pues a la semana siguiente tenia vacaciones y todo preparado para viajar a su lado, pero la conversación tomó un punto de inflexión importante en ese instante, la reproducimos aquí:
-Fahíma, mujer mía, estoy lleno de alegría, el lunes estaremos juntos de nuevo.
-Nahír, amor te has precipitado, mi madre ha caído enferma y yo no podré atenderte, dejémoslo para más adelante.
-¡Cuánto lo siento! Pero no me importa, estaré a tu lado y junto a tu madre.
-No amor, ella está en la UCI y yo quiero cuidarla personalmente.
-Pero, escúchame...
A Fahíma se le saltaban las lágrimas, su cara se trasfiguró en unos minutos. Le dijo que lo sentía, que no podía ir, que le quería mucho. Ya no dijo más nada, sólo lloraba desconsoladamente y le pidió por favor que la dejara sola, que no podía con ese dolor.
En los primeros momentos, Nahír estaba confundido, no sabía que sucedía. Su mente estaba en blanco, algún mecanismo de auto-defensa le impedía pensar en nada. Se sentó en la entrada del locutorio por ver si el fresco de la tarde le ayudaba a pensar, a saber lo que realmente estaba sucediendo.
Ya tenía los billetes de autobús para ir a su país, las maletas, todo preparado y ahora...
El sabía que pasaba algo grave en su relación. No quería imaginar más, tan sólo de atisbar ese pensamiento su garganta se secaba y el decaimiento se apoderaba de su cuerpo.
Pero su esperanza estaba intacta, y en unos minutos tomó la decisión de tomar ese autobús.
Temprano, a la semana siguiente, Nahír, en efecto, partió en una línea regular que salía del centro de Paris ( París-Algeciras, Tanger, Agadir, vía ferri).
Durante todo el trayecto su mirada estaba perdida en la nada, sumido en una enorme indiferencia de los sentidos. Su mente era autómata, sólo atendía a los movimientos necesarios para subsistir.
Nahír llegó a su destino y a su alojamiento en una cavila mugrienta de Agadir.

Ahí nuestro amigo dejó las maletas, se sentó en el jergón sucio y destartalado que coronaba aquella estancia, más propia para zahúrda que para habitáculo de humanos, junto a una mesita de madera oscura desvencijada por los años y la carcoma y con la mirada al suelo, el cansancio en el cuerpo intentó pensar, ordenar algo sus ideas. Pero le fue imposible. Sólo una idea, como un punto fijo de luz tenue en un un horizonte negro.
Se levantó y salió deprisa, muy deprisa.

Conocía bien el camino que le llevaría hasta aquel lugar. Tenía que viajar en dos líneas regulares por los polvorientos caminos del interior del país. Allí caminar un trecho de unos 15 minutos a paso ligero y llegaría hasta una hermosa villa, majestuosa y verde, como un oasis en el desierto.
Tras 2 horas más de trayecto, llegó al lugar. Varias casas más humildes, aunque de tamaño considerable rodeaban aquella mansión.
En el lugar había hecho Nahír amigos y conocidos que le apreciaban por ser un chico afable y respetuoso, a la vez que educado.
A la postre, y al pasar por la portada de una de aquellas casas salió recibirle de manera muy cordial un hombre, bien entrado en la veintena, vestido con la chilaba típica y el gorro o fed rojo.

-¡Hola amigo mío Nahír? ¿cómo estás?-abrazándole muy cordialmente-.
-Mal amigo, mal, no se que le pasa a mi Fahíma...
-¿Fahíma? Ven amigo mío y apreciado...acompáñame al patio que tengo que contarte cosas...
El hombre, le llevó a un patio interior en la casa, jalonado por macetas con claveles rojos y blancos colocados de forma simétrica y en el medio una pequeña fuente de granito que manaba agua por una cañería de latón en su medio.
-Quiero que sepas que Alá a veces nos pone a prueba amigo mío, nos hace ver la cara más cruel de la vida y que por eso...debemos ser fuertes...-dijo con cara de circunstancias el lugareño amigo de Nahír-
-¿Pero que pasa?, ¡¡yo quiero saberlo ya!! - la desesperación y el cansancio hacían mella en el rostro de Nahír, que ya no era ni la sombra de lo que fue días atrás-.
-No es fácil para mi darte esta noticia, pero más vale que lo haga una persona que te aprecia, un amigo del alma, a que lo sepas en medio de la desconsolación de tu soledad.
Nahír no dijo nada, sólo miró las facciones tristes de aquel su amigo.
-Fahíma... se nos casa...lo siento.
-¡No puede ser! ¡ella es mía, lo dijo, lo prometió, no puede ser! Me estás mintiendo Mohamed, ¡me estás mintiendo ella no es capaz! Nahír chillaba a su amigo y apretaba los dientes de rabia.
-Se que ella no te haría eso Nahír, se que ella no..., pero no es voluntad propia. Así lo ha decidido la familia, es voluntad Nahír, es destino, no puedes hacer nada.
-¡No te creo! ¡mientes como un bellaco, nunca pensé que fueras tan estúpido Mohamed!
-Acompáñame, perdono tus palabras porque se tu estado amigo, pero ven, tendré que mostrarte, con todo el pesar de mi alma, la evidencia.
En ese momento llegaba a la lujosa villa donde vivía Fahíma un vehículo de gama alta, negro con los cristales oscuros, tras la enorme reja que se cerró sola salieron dos bultos que a la lejanía Nahír no pudo apreciar, pero se acercó rápidamente a la reja que bien conocía llegando a un punto que no pudo avanzar más, algo en su cabeza le dijo ¡basta! en medio de la calle.
Del brazo de un hombre ataviado con la chilaba y atuendo de lo señores pudientes del lugar estaba Fahíma.
Nahír quedó clavado de rodillas en medio de la calle, sus ojos vidriosos se empezaban a empañar por la cortina de agua que manaba de su rabia y tristeza. En su mente la figura de Fahíma con aquel...Su amigo mantenía la mano en un hombro de aquel Nahír arrodillado, postrado en medio de la calle del desconsuelo, de la agonía.
Pero como de la nada, Nahír se levantó con fuerza sobrehumana y salió disparado hacia la reja que enfrente se encontraba. La escaló a pesar de su altura haciéndose jirones su humilde ropa y desollándose con las flechas que coronaban la reja parte de sus manos y sus piernas. Tirándose de un salto al suelo y mientras la pareja se disponía a cruzar el marco de la puerta principal de la casa-mansión, Nahír agarró del cuello a aquel hombre y lo tiró al suelo. Volvió a agarrar a este ya en el suelo empujando sus manos contra su garganta con el objetivo de estrangularle, sus ojos bañados de odio y venganza.
Pero cuando su deseo parecía inminente varias manos agarraron a Nahír levantándole con fuerza. En un rincón del jardín florido de aquella villa uno señores de negro propinaron tal paliza a nuestro amigo que quedó inconsciente.
A la mañana siguiente, en una cochambrosa gendarmería de Agadir despertaba destrozado, dolorido, acabado.
Pero a Nahír lo que menos lo dolía era su cuerpo. Lo que más de le sangraba por dentro, era su corazón.
 
Antiguo 13-Sep-2011  
Usuario Experto
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No Alioth este relato es único. Tiene su fin aquí. Gracias
 
Antiguo 13-Sep-2011  
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Iniciado por luchanadj Ver Mensaje
No Alioth este relato es único. Tiene su fin aquí. Gracias
lo sé chiqui, el "sigue" es para que sigas escribiendo más cositas
puestos a pedir...
 
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Usuario Experto
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La mala suerte con la que muchos estarán identificados, pero a la vez es una lección para entender que la que no es para nosotros no es para nosotros. Era de esperar que la familia de una chica de clase alta no querrá para ella un barrendero, ni alguien de trabajo honrado y modesto, desgraciadamente, pero las clases sociales, por muchas revoluciones que haya habido, siguen ahí

Muy bien, Luchana, continúa publicando relatos, como dice Alioth
 
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