Al comienzo mi historia fue muy dura. Me enamoré de mi profesor de teatro, era casado pero su única hija tenía dieciocho años, estaba crecidita ya. El estaba aburrido de su mujer desde varios años antes de conocerme, pero había continuado con ella, por su hija. Todos mis amigos me decían que los profesores de teatro viven seduciendo a sus alumnas y que nunca iba a dejar a su mujer y todo eso. A mi no me importaba porque cuando lo tenía conmigo lo sentía tan mío, era tan romántico y apasionado que me sentía segura.
El único problema que tuvo fue que su hija le había dicho siempre que aunque sabía que con la madre ya no se llevaba que nunca, pero nunca se fuera a meter con una de sus alumnas porque no se lo iba a perdonar. El la quería muchísimo y le tenía miedo a que cumpliera su palabra. Tuve que tener mucha paciencia y sufrí en secreto pero nunca se lo dije porque comprendía lo duro que era para él.
Primero se divorció mientras seguíamos saliendo en secreto por lo de su hija, yo ya estaba próxima a cumplir veintiuno, al menos era dos años mayor que ella. Esperó unos meses y un día habló con ella, tuvieron algunas semanas conflictivas, finalmente aunque odiándome por dentro lo aceptó.
Han pasado casi tres años de todo aquello, hoy adora su único hermano que es mi hijo, en realidad lo mima y lo malcría más que yo misma. Viene a casa casi todos los días y por suerte su marido le lleva diez años, así que no desentonamos tanto cuando salimos los cuatro. Nos hemos hecho amigas amigas, sabe que amo a su padre y que siempre he tratado de hacerlo feliz como él lo hace conmigo. Y eso es suficiente para ella.
Se que estas historias no siempre terminan del mismo modo, pero en mi caso sí, y estoy orgullosa de haber sido lo suficientemente fuerte como para soportar todas las presiones que sufrí de mis amigos y de mi familia, hoy ellos también terminaron aceptando.
Que cada uno encuentre su propio camino de felicidad, un beso para todos.
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