Lo es, y de sobra. Ningún profesor en su sano juicio daría su correo electrónico a alumna alguna, por mucho que esta llorase y suplicase. Basta con amenaza de hablar con sus padres, si se pone muy pesada, para que se corte todo de raíz, y la chica (o niña) dejará de molestarle
Si un profesor termina por dar su correo, cediendo a sus súplicas, es que, en el fondo, no le disgustaba que se lo pidiera
|