Las personas con las que jugamos de pequeños no tienen por qué ser en la actualidad muy afines precisamente.
Una niña muy majilla con la que jugaba yo en mi casa ahora mismo es dueña de un bareto. No me veo con esa tipa para nada.
Otra vecina que (jugando) me tiró por las escaleras (ay, esto ya apuntaba maneras
) y me hizo una raja en la ceja... ahora está felizmente casada y tiene un hijo, al menos.
La famosa negrita que me tuteló en un maravilloso verano en la playa y con la cual lo pasé tan bien jugando en la piscina... en un mundo ochentero en el que los negros eran el exotismo personificado... vaya usté a saber donde estará. Lo mismo ahora es una veterana nadadora en su Botswana natal o escribe relatos románticos y pastelosos... o tal vez vende pescaito frito en un chiringuito de Málaga... yo que sé.
Lo que quiero decir es que ha pasado media vida desde que os conocisteis por primera vez y lo mismo ya no es esa persona con la que conectabas... para jugar... porque otra cosa con siete añitos pues no sé.