Ya lo dejaba claro el gran Zola en su decimonónica “Nana”. La cosa es de hace tiempo sabida. Pero el hombre, más noble, romántico por naturaleza, ingenuo si queréis, creyente en el amor desinteresado, no es malpensado, y es por ello que cae una y otra vez en la misma trampa: “señora” de buen ver, o no, que no tiene donde caerse muerta, “pilla” a caballero adinerado (más o menos), y lo lleva ante el “altar”, para, seguidamente, traer al mundo un heredero… hecho su “trabajo”, y en connivencia con la “justicia”, la “señora”, trocada en bruja de medio pelo, pasa a continuación a desplumar al pobre infeliz.
¡Y no son arpias!... no, no son arpías…
Pd: Por supuesto que no son todas así, alguna hay de buen corazón (cada vez menos, todo hay que decirlo), pero andad con cuidado, amiguitos, en cuanto detectéis a una “aprendiz de meretriz”, en cuanto veáis de interés indicios, del tipo que sea, huid, salid corriendo sin mirar atrás, tal que si el mismísimo os persiguiera.