Que mejor ejemplo de los prejuicios que la película de Disney ganadora del Oscar
Zootopia. Para quien no la haya visto doy
Alerta de Spoilers.
¿Quién recuerda la escena donde Judy Hopps está siendo entrevistada para saber que les paso a los 15 depredadores encontrados en estado salvaje? Dice a todo los medios de comunicación que ser agresivo es genético, ni siquiera midió sus palabras o las consecuencias que podría traer su impulsiva acción. No espero tener toda la información o tener los dos lados de la historia, sino que se dejo llevar por su prejuicio que todos los depredadores son peligrosos. A pesar de que Nick Wilde un zorro que llego a considerar su amigo le afectaron sus palabras.
Judy Hopps pudo no provocar polémica en Zootopia de no haber tenido absolutismo. Ya que siempre tendremos diferencias de opinión en donde no necesariamente debemos catalogarlas en blanco y negro.
Confieso que me ha encantado los trabajos que últimamente Disney está haciendo con sus películas dejando atrás un mundo estereotipado. En los que dejan como pilar que estamos aquí para aprender y mejorar como personas
Ser una destacada versión de nosotros mismos.
Conforme avanza la película Judy y Nick eliminaron sus prejuicios en que no importa la especie, el tamaño o el género,
sino tus acciones. Además, tener prejuicios sociales a etiquetas individuales hay mucho trecho.
Cuando interactuamos con diferentes personas, es común que nos quedemos con lo superficial del individuo, con el que estemos tratando al momento, es un conocimiento superficial -por encimita- Y verdaderamente, poco nos preocupamos por ahondar sobre como es realmente la persona en cuestión. Ahí es cuando elucubramos las etiquetas que distorsionan la manera con que estamos viendo a la otra persona, a veces asumiendo certezas absolutas, generalmente equivocadas.
A los seres humanos nos encanta etiquetar al otro y cáusticamente nos quedamos con el trocito que conocemos de él.
Esto se debe a que manejamos imágenes generalmente aceptadas, porque es casi imposible encontrar y reconocer la esencia verdadera del otro. Manejamos etiquetas malsanas descalificadoras; por ejemplo, tonto, abusador, aburrido, ignorante, despreciable, … Son innumerables las etiquetas que cada día colocamos.
Soy de las que creen de que todo aquello que nos convierta en mejores seres humanos debe cultivarse con fruición y ponerlo en práctica con vehemencia. Hay lecturas sobre desarrollo personal (
autoayuda), que por su sencillez cautivan y marcan. Soy de las que piensa, que prejuzgar nos llevan a producir gran cantidad de sustancias toxicas emocionales.
Como sentimos temor de pedir una aclaración, hacemos suposiciones temerarias y las asumimos como ciertas y hasta las defendemos e intentamos presumir que son los otros los que no tienen razón.
Medito sobre la vida, la naturaleza, la familia, la gente y algunas veces, trato de penetrar en mi interior, busco, rebullo, esculco en los más recónditos rincones de mi esencia humana. Eso me hace aceptar a los demás, aceptarme a mi misma con una religiosa reverencia y acercarme a la más sublime esencia infinita. En pocas palabras
amarme por quien soy.
Si queremos desarrollar un acercamiento mejor, con todos aquellos que se encuentran en nuestro entorno y que la vida se deslice con sutil armonía, seamos osados para inquirir y expresar con sinceridad lo que quieres, Comunícate con prístina claridad a fin de que evites dramas, tristeza, malos entendidos. De esta manera tan simple sentirás que tu vida se transforma notablemente.
Para que no te afecten las etiquetas negativas cree en quien eres, que nadie te limite con una sola palabra tu esencia. No juzgues a quien te juzga porque reproduces una conducta que no te gusta.
Valorate y amate, para que no tengas que sacrificar tu dignidad a cambio de respeto.