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Estábamos sentados, observaba detenidamente su rostro, la miraba y sentía cuanto me gustaba, admiraba sus ojos, su sonrisa encantadora, verla sonreir era mágico un momento único para mí guardaba en mi mente cada gesto suyo, simplemente me encantaba observarla veía esas dos marcas que tenía en su frente eran únicas, la veía y sabía que estaba perdido, en sus ausencias no podía dejar de pensarla, era tonto talvez o sólo un iluso más, pero estaba ahí para ella cuando quisiera, cuando me necesitará, yo sabía que había cometido ese gran error y lo estaba pagando caro, Aquel día verla llorar me partió en dos, No salio de mi una lágrima, pero cuando estuve sólo todo se tornó gris y mis lágrimas fluyeron como fluye el agua en los ríos, yo quien siempre pensaba que nada podía doblegarme, estaba ahí rendido suplicando piedad, tal vez eso bastó para darme cuenta cuanto la quería pero ¿ha caso era demasiado tarde? no pude dejar de buscarla la extrañaba. La tarde de de ayer muy temprano le escribí nisiquiera lo abrió pero sabía que lo había leído, lo acepté y me dije a mi mismo dale tiempo, pase a verla a su trabajo le lleve un girasol se que le encantan, ella salió y me sonrió me limite a saludarla y le entregue el girasol me despedí y me fuí, por la noche salimos a cenar platicamos un poco y nos retirarmos, el hecho de estar con ella me hacía sentir bien, el verla era mágico para mí, la quería y eso me importaba. Hoy navegaba en Internet encontré un texto de Alejandro Ordóñez, encajaba en mi vida, lo copie y se lo mandé, lo leyó pero no hubo respuesta, me hubiese gustado respondiera pero no esta en mi el poder hacer que lo hiciera, talvez lo leía en silencio y sentía como alguien que dice quererla tanto le había fallado, de cierto modo lo entiendo si yo fuera ella estaría igual, todo lo que construimos en ocasiones por algo tan tonto se viene a bajo. Y nos parte en pedazos. No podía dejarme de sentir culpable pero ya estaba hecho y no había forma de regresar el tiempo.
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