No tengo amigos, no tengo con quién hablar, me la paso sola la mayoría del tiempo, si no fuera por mis dos hermanas mayores que son mis amigas, mi vida sería un absoluto desierto.
Nunca he sido buena para las relaciones personales, porque cuando quise tener amigos, o eran mentirosos, o se aprovecharon de mí por no saber poner límites en ese momento.
Tenía contacto con gente, y era porque asistía a una iglesia, pero desde que abandoné esas creencias, todo eso acabó.
La vida aquí en una ciudad tercermundista es agobiante, aquí la gente es mucho más cerrada, muy religiosa, muy fanática. Aquí no se puede salir tranquilo porque temes por tus pertenencias y hasta por tu vida, hay mucha inseguridad, y tampoco es que haya mucho que hacer, es más bien como un pueblo pero más grande.
En fin, quisiera que las cosas fueran diferentes, pero es lo que hay. A veces amanezco con la nube negra sobre mi cabeza, quizás hoy es uno de esos días.
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