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Usuario Experto
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En el sexo hay una periferia y un centro, al igual que en una ciudad. En la periferia, con sus amplios espacios, es más probable que te pierdas por desconocida, mientras que en el centro es más fácil coincidir. Si quieres quedar con alguien que no conoce la ciudad te citas en el centro, en algún punto donde es posible que una persona te indique dónde estás, si te has perdido.

En la periferia el amor sexual es una liberación de la energía que se va acumulando y que llega a convertirse en una carga. Necesitas soltarla y sacarla fuera, entonces el otro está distante, perdido en la periferia de sus propia sensaciones. Y hay mucho ruido, el que provoca la necesidad del otro para liberarla.

Así que conocer el recorrido que hace mi energía sexual en el cuerpo es fundamental para ir de la periferia al centro de nuestro ser.

Saber cómo rige todos mis procesos de salud, manteniendo sanos mis órganos y músculos; la forma en que activa mi vitalidad, y sobre todo, conocer la manera en que la reprimo, cargando el cuerpo, contrayéndolo, poniéndolo rígido, como una olla presión que acumula emociones y preocupaciones.

El sexo en la periferia son dos que están muy lejos el uno del otro. Hay demasiada distancia, demasiado ruido, demasiados pensamientos. Y no es algo que tenga que ver con si nos movemos o no. Con si hay posturas, juegos o risas. Todo lo que pase en la periferia no tiene valor si hay distancia. Aunque lo que se viva sea políticamente correcto o incorrecto según lo pactado por ambas partes.

Cuando nos citamos en el centro y nuestra energía sexual juega, son dos que expresan un amor auténtico. En presencia del amado surge el silencio, no hay pensamiento. La duda, la búsqueda del deseo, la inquietud, el miedo, todo lo que genera ruido desaparece. Y desaparece porque se produce el silencio que permite que dos estén cerca. Un silencio lleno de risas, de pasión, de juego, donde los cuerpos dejan de ser el objetivo. Se rompe la barrera y lo importante es el encuentro y la complicidad.

Entonces el sexo se convierte en algo sagrado. Cuando estás realmente enamorado el otro provoca presencia.

Absoluta presencia a lo que se está compartiendo para que surja el silencio. Nada que no tenga que ver con lo que pasa en ese momento en que dos se aman les distrae. ¿Para qué necesitar pensamientos cuando se ama? Y esto da lugar a la veneración. Cuando ocurre, cuando tu objeto de amor se vuelve algo divino, ya no es necesario usarle. Sucede una intimidad profunda en la que te dejas ir, sin que haya alguien que esté haciendo.

“Si no puedes ver lo divino en tu amada o amado, no puedes verlo en ninguna otra parte. ¿Cómo vas a verlo en un árbol, con el que no existe ninguna relación? (…) Si no puedes verlo en la persona a la que amas, si no se siente a Dios ahí, no se le puede sentir en ninguna otra parte”.

Cuando esto ocurre es imposible olvidar el vislumbre y gracias a esa experiencia todo puede ser una puerta que te lleve a amar. El sexo en el centro, en vez de en la periferia, se convierte entonces en una meditación que va más allá del placer y del propio cuerpo.

Y de la misma manera que necesitamos un plano para no perdernos, lo mismo ocurre con el sexo. Hay que aprender a ir al centro desde la presencia, el silencio y la veneración.



Entrada inspirada en El libro de los Secretos de Osho.



http://www.gracielalarge.com/2011/04...-del-sexo.html
 
 

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