La Historia de Milo

luchanadj

¡Hola, soy Milo! Un perro mestizo de cuatro años.
Aún recuerdo cuando Andrea, la hermana más pequeña de la familia me trajo a casa. Tenía días de vida y era un regalo que papá prometió a la nena si sacaba buenas notas en el cole.

Recuerdo que mamá renegaba porque no quería “bichos” en casa, pero
Carlos (papá) se lo había prometido. Tuvieron una pequeña discusión, pero al fin papá consiguió conformarla ¡Pobre mamá!

Provengo de una camada de 5 perritos muy sanos. Mi mamá es una bull terrier blanca de mediana estatura color marrón claro. Mi papá es un fuerte y grande american stanford negro, con la panza blanca.
Yo soy como mi mamá, marrón clarito. Pero todos en casa dicen que soy muy lindo.

Que días tan hermosos aquellos en que Andreíta y su hermanito Paul jugaban conmigo. Las tardes interminables con el ovillito de lana, la pelotita de juguete por el jardín de casa. Día a día nos íbamos encariñando todos.

Un día me trajeron un collar ¡mi primer collar! Y es cuando salí a la calle por primera vez ¡qué curiosidad! Todo era nuevo para mi. Los jardines, parques, las aceras, todo ¡ncluso hice mi primera amistad!
Una perrita cocker blanca muy simpática, como su dueña, que siempre me dedicaba unas caricias ¡cómo esperaba ese momento de la mañana!
Así fui creciendo en un entorno de armonía, de paz. Nunca me falta de nada y todos se portan muy bien conmigo.

Mamá (aunque no es mi mamá de verdad, es una mamá humana para mi y la quiero como tal) a veces se queja porque Andreíta y Paul han crecido y no pueden sacarme lo que debieran (ellos estudian ahora fuera y nos vemos poco, sólo los fines de semana). Pero mamá termina sacándome, con menos frecuencia y a veces ¡no me puedo aguantar! me hago pipí discretamente en una esquina de la escalera de casa. Mamá me regaña, pero al final comprende que realmente no podía más.

Hace unos días mis amos estaban raros y yo los miraba con preocupación, aunque se que me quieren mucho, pero me miraban y mamá gritaba a papá muy fuerte, pero yo no podía entender lo que decían. Como son muy cariñosos me acercaba a ellos para lamerles, que es mi forma de expresar cuanto les quiero.

Hace como dos semanas papá me subió a su camioneta como siempre para pasear. Yo en esos momentos me pongo muy contento, pues son paseos maravillosos por mil sitios, algunos nuevos, otros que ya conozco pero siempre me lo paso genial y conozco amigos con los que me gusta cambiar juegos, olores, algún ladrido...

Aún no se porque papá lloraba mientras conducía. Llegamos a un sitio nuevo tras dos horas de viaje, una playa muy bonita. El se agachó, me acarició y me hablaba llorando ¿porqué lloras pensé? ¡si yo estoy muy contento!

Me extrañé un poco cuando el me quitó el collar, pero son cosas de humanos ¡qué importa!
Me puse a oler y marcar mis sitios como yo siempre hago. Pero en un rato me extrañe que anochecía y en mi ronda no estaba papá.
Bueno, no pasa nada, cuando me suceden estas cosas, nada más fácil que buscar la camioneta ¡no falla!

Pero ¡no estaba la camioneta! ¡qué raro! Eso nunca me había pasado. Me puse a olfatear los lugares por donde vine y mira que yo tengo muy buen olfato y no suelo perderme...estaba seguro la camioneta de papá estaba aquí.

Era de noche y hacía frío. No estaba acostumbrado a esa sensación. Tengo frío. Y ya me tocaba mi comida de la noche. Si, mi estómago lo revela.

Nunca pude encontrar a papá, no se la de kilómetros que llevo encima. Rastreo, busco, pero nada me es familiar. Han pasado bastantes días.
Tengo hambre, apenas pude comer unos huesos hace dos días, unos huesos que me encontré en el suelo, de una bolsa de basura rota y encima tuve que compartirlos con otro amigo ¡nos peleamos por ellos! Pero tengo mucha hambre.

Mi pelo ha pedido el brillo, estoy sucio, me siento solo. ¿Papá, mamá, dónde estais, os hecho mucho de menos? ¡Andreíta, Paul, venid a buscarme!

Si supierais que ayer me atropelló un coche y apenas puedo caminar, mis patas traseras sangran y creo que me he roto algún hueso de mi patita trasera derecho ¡cómo me duele! Y encima de día estas malditas moscas no me dejan vivir, pero siento que cada rato que pasa tengo menos fuerzas para espantarlas. Estoy extenuado.

Hoy estoy aquí, cobijado en la sombra de éstos contenedores de basura. Hoy una señora mayor me habló amablemente y me acercó un papel de aluminio con unos huesos. Al he comido, pero no tengo hambre.

Por momentos siento que me fallan las fuerzas, se van, de éste dolor que siento, dolor físico, me duele todo, pero también me duele el no encontrar a mis amos ¡los quiero tanto!

Pero casi no tengo fuerzas ni de llorar, estoy aquí tumbado y siento que se me nubla vista, el dolor punzante va y viene...¡¡ayudadme por favor!!

No se hablar, ni tengo fuerzas para quejarme ya, presiento que ha llegado el momento. En mi cabecita está el recuerdo de mis amos, ¡los amo tanto! Seguro que estarán buscándome, ojalá me encuentren y me salven ¡si ellos supieran por lo que estoy pasando!
Papá ¿dónde te has metido? Mamá, Andreíta quiero tus caricias, Paul llévame de nuevo al campo, a chapotear en el río y a jugar contigo...

Os quiero, os querré siempre...pero me voy...ya me voy...mis ojos se cierran, el dolor remite...que paz.