La dignidad y el orgullo en las relaciones de pareja
El mundo de las relaciones de pareja es ciertamente difícil. Difícil porque tenemos que tratar con tres elementos diferenciados:
el tú, el yo y el lo nuestro, que deberían ir unidos en aquello que comparten, pero no siempre es así. Como ya sabemos, éste no es un camino de rosas, y es inevitable que en las interrelaciones entre esos tres elementos surjan conflictos, distintos modos de apreciar una misma cosa y comportamientos de diverso pelaje, que pueden sumar o restar tanto a nuestra propia persona como a la relación.
Aquí es donde se plantea la dualidad que refleja el título: si la dignidad y el orgullo son términos sinónimos, y cuál es más sana que la otra.
La
dignidad se define como el reconocimiento que nosotros mismos hacemos de nuestra propia valía y la exigencia autónoma de que merecemos un respeto. Por el contrario, el
orgullo consiste en el sobredimensionamiento del ego, situándolo por encima de los demás, y justificando de ese modo palabras, actitudes y conductas que lo reafirmen.
¿Qué es lo que sucede? Que en nuestro vivir día a día frecuentemente elegimos mostrar orgullo por encima de la dignidad, o suprimir directamente ésta, y de ahí se derivan gran parte de nuestros problemas de pareja.
La dignidad, o su ausencia
Dignidad y autoestima van frecuentemente de la mano. Cuando se carece de la segunda la primera es virtualmente imposible. Por eso aceptamos relaciones que sabemos desde el inicio que están condenadas a una muerte temprana. Por eso cedemos todo nuestro terreno a la pareja, cuando deberíamos tener nuestras propias parcelas de decisión. Por eso nos arrastramos cuando perdemos a esa persona que sin embargo nos está haciendo sufrir. Por eso aceptamos malas palabras, malos gestos, vidas sin amor y hasta malos tratos.
Dignidad, en términos sentimentales, es saber reconocer que uno merece ser tratado con él máximo respeto y afecto posibles. Que cuando una relación se termina hay que aceptar el final y no porfiar en imposibles. Que hay que cuidarse al máximo para recuperarse pronto, tanto por nosotros mismos como por el resto de la gente que nos quiere.
El orgullo, o el veneno autoinducido
Sin embargo, lo más frecuente no es hacer un análisis en términos de qué es lo que necesitamos o nos beneficia, sino de actuar con revancha, ya sea contra la persona que nos lastima como contra nosotros mismos. Es la diferencia entre
reaccionar y responder (1), en favor de la primera.
El orgullo se manifiesta en actos de desprecio a la pareja, en
silencios sonoros, en violencias verbales o físicas, en posturas encastilladas que impiden un mínimo de diálogo. En implicar a terceras personas, hacer campañas difamatorias contra el ex o utilizar el sarcasmo y la ironía como modo de sacar la rabia de dentro. Una actitud autodestructiva que siempre perjudica al que la ejerce, aunque en primera instancia parezca no ser así.
¿Qué es lo que pensáis al respecto y cuáles son las conductas que podemos ver, en un sentido u otro, en nuestras vidas y las de los demás?
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(1) Sobre esto quiero escribir un hilo específico. No es lo mismo reaccionar que responder. Lo primero se hace desde la precipitación, el dolor y el caos, y lo segundo desde la tranquilidad, la serenidad y el orden espiritual.