Al final resulta que es un capullo y que tu ansiedad estaba justificada. Ahora solo te queda aprender que realmente cuando estés así es que algo no va bien de verdad y tienes que pararte a analizar lo que esté pasando.
Ese tío no se merece ni un pensamiento tuyo ni una lágrima ni nada de nada. Ha jugado contigo, te ha estado comiendo la oreja para meterse en tu cama y encima andaba con otra...
Vamos, una joyita. A estos hay que empaquetarlos y regalarlos con un lacito... Pobre de la incauta que lo haya pillado...
|