NO se si recuerdan que hace unos días publiqué la primera parte de unos versos que llevaban por título el mismo de este post. Pues bien, aquí pongo, aparte de la primera parte, ya publicada (para el que no lo recuerde), la segunda.
Diez mil son los que aprisionan
en los huesos tengo el alma
este vértigo no acalma
las fuerzas me abandonan,
¿por qué, Dios mío, ajironan
y arrancan mi vida a tiras
si nunca dije mentiras
mi mente lúcida estaba
todo, todo lo entregaba
y en eso, ya no me miras?
Y ya volviendo al asunto
de esa perra cantidad
si y no es barbaridad
si al aire yo le pregunto:
¿es verdad de todo punto
que es imposible salvar
esa cifra de ultramar
y ya como un alma en pena
por esta vida terrena
me tendré que resignar?
Mi caballo, ese de hierro
y mi desesperación
quemaron cada rincón
y al gritar desde un cerro,
¡dime destino si yerro
haz que pare esta locura
que me quema y me tortura
no es por falta de valor
todo se hace por amor
tan sólo tu eres mi cura!
Más nadie contestó
y yo al borde del abismo
recordé que era lo mismo
quizá ella se agotó.
¿Pero por qué eso pasó
si yo tan seguro estaba
y a cada paso que daba
era fiesta y alegría
más cerca ya la veía
y hasta mi alma entregaba?
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