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Hola, escribo este mensaje para poner en palabras lo que me lleva rondando por la cabeza desde hace tiempo. También escribo por si alguien ha pasado por una situación similar, para que me cuente su experiencia.
Me presento, soy Alberto tengo 30 años y soy gay, aún no he salido del todo del armario. Trabajo en las oficinas centrales de un banco y aunque pueda parecer raro pues estoy rodeado de gente de más o menos de mi misma edad y la mayoría tiene ya un poco de "mundo" el ambiente es bastante homofóbico, y una salida del armario a destiempo podría condicionar mucho mi futuro laboral.
Hace ya más de un año y medio, comenzó a trabajar con nosotros un consultor externo, diré que se llama M. y viene 2 veces por semana. Al principio no me fijé en él, le veía un chico corriente, y tampoco teníamos mucho contacto laboral.
Pasados unos meses, por reformas en mi departamento, nos trasladaron temporalmente al departamento donde él colabora. Empezó entonces un juego de "miraditas" que me hizo prestarle algo más atención, sin embargo, aún así, yo no estaba muy convencido de que me gustase. En estas, llegó el verano, y con el buen tiempo se relajaron las formalidades en el vestir. En su caso aún más, ya que por ser un consultor externo, no está igual de obligado que nosotros por las normas de la empresa. Esto, supuso que de vez en cuando apareciese vestido de calle, con unas camisetas ajustadas que dejaban ver el cuerpazo que tiene, lo que hizo que se acrecentase enormemente mi interés por él, queriendo desde entonces conocerlo mejor. Sé que esto puede parecer un poco frívolo pero es que sucedió así.
A partir de entonces me relacioné más con él, y sorpresa: además de estar bastante bueno, es un tío muy inteligente y bastante majo, algo pelma, porque le encanta hablar en términos técnicos pero con buen fondo. De él, yo sentía hacia mí que también tenía cierto interés, aunque en ese momento no sabía si era sólo amistoso.
En ese momento se me planteó una disyuntiva: arriesgarme o dejarlo pasar. Ahora lo sé: fui un imbécil, pues en aquel momento no me atreví a dar ningún paso más, ni siquiera a intentar tener una relación de amistad fuera del trabajo. Esta situación se prolongó en el tiempo, y aunque había un cierto "tonteo", nunca cruzamos la raya.
Varios meses después, con las obras finalizadas, volvieron a trasladarnos a nuestro departamento. Ahora tenía que buscar excusas para pasar un poco de tiempo con él, y al final, como solución tajante tomé la determinación de no implicarme más. Nuestro trato siguió siendo bueno, pero la "relación" se enfrío bastante, pues nos veíamos mucho menos. Me autoconvencí de que la cosa, por decirlo de alguna manera, para mí mejoraba bastante, ya apenas pensaba en él y en lo que podría haber sido.
Esto fue así hasta la última cena de Navidad, a él aún no siendo de la empresa, también le invitaron y allí nos encontramos de nuevo.
He de decidir que soy un chico guapete y me sé sacar partido, además, me interesa la moda, y siempre, dentro de la norma que nos impone el banco, me arriesgo un poco más que el resto. Cuento esto porque lo que sucedió en la cena está relacionado.
En esta cena, todo el tiempo, notaba como me miraba y como estaba pendiente de mí. El remate fue que en un momento me acerqué a su mesa, para hablar con un compañero suyo, y otro de los comensales (con el que me llevo muy bien) me hizo la broma de: "qué mono va este chico siempre", aclarando luego, que suelo vestir muy bien y que soy de los pocos que no parece un “padre” con el traje. En ese momento, me ruboricé, pero no tanto por el comentario ya que el otro chaval es un amiguete y estaba bromeando, si no por la mirada de deseo que él tenía. A partir de entonces, no di pié con bola en toda la cena, estaba despistado, pensando en él, cruzando miradas. Cuando por fin se acabó la cena, y pasamos a la barra libre, se me acercó y habló conmigo. En todo momento, noté que su intención era encontrar un tema que me pareciese interesante para estar conmigo, buscando que le diese pie para lanzarse. Y aquí llegó otra metedura de pata mía: sabiendo que había despertado algún interés en él, pensé que "ya estaba hecho" y le empecé a dar largas para picarle y aumentar su interés. Pero me salió el tiro por la culata y en lugar de crecerse y dar un paso más, el pobre se retrajo (es algo tímido) y acabó tirando la toalla. Al rato, al ver que no se decidía, opté por recuperar el terreno perdido, y me acerqué a él de nuevo, con la mala suerte que llegué justo a tiempo para oírle decir que se marchaba. Dios, qué cagada! pasé al ataque, le ofrecí que se quedase un rato más, que después nos íbamos a ir todos juntos de fiesta, que nos lo íbamos a pasar muy bien, pero él se había cerrado en banda y se marchó a casa. Los siguientes días me mortifiqué por haber hecho el canelo, y decidí intentar volver a tener más contacto con él, y ver qué podía surgir. Sin embargo, me llevé una decepción cuando vi, que él ya no mostraba mucho interés en mí. Me daba un poco de lado, intentaba esquivarme y no daba pie para que yo intentase recuperar el terreno perdido. Así pasaron varios meses más, y sucedió algo que me temía: encontró pareja. Nunca supe a ciencia cierta si fue así, pero la situación hacía ver que era eso: un montón de llamadas al móvil mientras estaba currando, cambio en la forma de vestir para mejor (esto es obvio en alguien que de por sí no tiene mucho gusto vistiendo, como le pasa a él), cambio de horarios, no se quedaba a comer, se marchaba corriendo en cuanto llegaba la hora... Me resigné y empecé a pensar que ya era realmente imposible. Y así han pasado varios meses más, pero de repente, hace poco tiempo, me surgió otra oportunidad: en el trabajo me asignaron nuevas funciones, y parte de lo que tenía que hacer requería de su colaboración. Esto en principio no me hizo mucha gracia, pero me llevé una grata sorpresa cuando a raíz de pasar más tiempo con él, vi que su posible relación se debía haber acabado, y todo había vuelto a la “normalidad” entre nosotros: tonteamos, bromeamos, y parece estar resurgiendo el interés por ambas partes.
Ahora estoy esperando ansioso que llegue de nuevo la cena de Navidad, porque de esta “no se escapa vivo”. He decidido arriesgarme y si él no está por la labor, al menos lo habré intentando.
Si has leído hasta aquí: te mereces un premio! Siento el rollazo que he soltado pero me ha valido para desahogarme. Gracias por haberme leído. Saludos
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