Ella

plaised

Ella
-Te voy a contar una cosa.

-¿El qué?

La luz se filtraba suavemente a traves de las ventanas de mi habitación. Sus ojos distraidos miraban al vacío mientras mis brazos la rodeaban.

-Que no me quieres.

Abrí los ojos, sorprendido. Me estaba quedando adormilado y esa pregunta me había despertado del todo.

-¿Qué? ¿Porque dices eso?

-La sigues queriendo a ella.

Mi corazón emitió un inaudible gemido de dolor. Su voz había sonado natural, parecía que tan solo se limitase a indicar un hecho que resultaba obvio, cómo que el cielo era azul o que sus labios eran rojos. Aún así la realidad me había golpeado repentinamente. Sí, la seguía queriendo.

-Pues creo que si, rubia.

-Pues claro que sí- aseguró mientras se levantaba y se ponía a horcajadas encima de mí -En tu interior todavía esperas que un día venga y te diga ” me confundí ,aún te quiero.” Y vuelvas con ella.

Oh, cómo la odiaba. Sus ojazos verdes parecían verlo todo. No hacía ni una semana que habíamos empezado a hablar y ya estaba encima de mí y además psicoanalizándome. Sonreí con aire retador y la miré fijamente.

-Hay algo que no entiendo… si tú la quieres a ella…¿Porqué te acuestas conmigo?- susurró mientras, muy suavemente acercaba los brazos a mi cuello, tumbándose sobre mí.

-No lo sé.- Suspiré - Supongo que es una forma de huir hacia adelante.

-mmm…adelante…solo soy un juguete que usas para olvidarte de ella.- ronroneó mientra me daba pequeños besos en el cuello.

- Tu tampoco me quieres.

Repentinamente se irguió. Suavemente iluminada por los pequeños agujeros de la persiana, me pareció una diosa dispuesta a ejecutar una terrible venganza.

- Mírame. Soy mas guapa que ella. Más alta. Más lista y más divertida. Soy perfecta. Deberías estar loco por mí , y yo loco por otro.

- Ja! - Había conseguido calentarme. Encogí las piernas y repentinamente cambiamos de posición. Ahora ella estaba debajo de mí, rozándonos los labios.

-Pues entonces, abandoname - susurré.

-No puedo -dijo mientras pasaba un dedo por mi nariz y mis labios, cómo con ternura. Oh, en estos momentos la vida adquiría todo su sentido tan solo por el hecho de estar a su lado. - Somos amigos. Y los amigos se ayudan.

La besé. Cómo si fuera la última vez. Cómo si tuviera miedo de que ella, cómo todas las otras, huyera de mi, se esfumara, se convirtiera en un mero recuerdo, una mala cicatriz en alguna parte de mi cuerpo. Y cada beso que daba dolía más que el anterior, porque en ese momento supe, que jamás sentiría algo por ella, que esta sería la última vez y que estaba condenado a sufrir por mujeres que me destrozarían.

Oh, Dios, era tan maravillosa…