Queda muy bonito ir de caballero por la vida y acordarte de felicitar a una ex el día de su cumpleaños. Pero ocurre que es sólo una ex, una persona de la que ya no tienes ninguna obligación de preocuparte y a la que, en justicia, como si la atropella un tranvía y la deja hecha trocitos desparramados en mitad de la calle.
Tenemos la fea y absurda costumbre de hacernos notar en la vida de quien nos deja, como si así fuese a iluminársele la mente y despertando de su error fuese a volver con nosotros. Pues no, la vida no es así, me temo. Si algo acaba, acabado está.
No le felicites el cumpleaños y procura desaparecer de su vida más antes que después, más que nada por tu equilibrio emocional y para que puedas rehacer tu vida cuanto antes mejor.
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