El problema es que se tienden a confundir conceptos.
El amor fogoso de las primeras etapas de una relación, el que desprende fuego, el que hace bailar mariposas en el estómago, el que nos lleva a volar sin alas, es un amor basado sobre todo en la química, en la activación de determinados neurotransmisores, y es normal que con el tiempo se apague.
Ahora bien, lo que sí puede mantenerse todo el tiempo del mundo es el cariño, el apego, la buena armonía, la confluencia de intereses..., y todo eso constituye en definitiva los elementos realmente valiosos para conformar los cimientos de una relación que se precie.
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