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Antiguo 02-Aug-2011  
Usuario Experto
Avatar de Nima
 
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Hacia mucho tiempo atrás, en un lugar lejano no muy bien situado en el mapa, había una pequeña aldea. Era pequeña con numerosas casas pequeñas, talleres artesanos y animales de granja que corrían libres entre los ciudadanos que allí habitaban.

Ese pequeño lugar estaba protegido por una muralla que se abría en contadas ocasiones. En ese lugar se podía divisar tras unos grandes árboles encima de la ladera de la montaña un gran castillo. Ese castillo había sido construido por los antepasados de la persona que allí vivía. Se trataba de un joven apuesto y de familia adinerada. Vivían allí alejados puesto que no era necesario que bajaran a la aldea, sus varios sirvientes se encargaba de llevar a castillo todos aquellos víveres y alimentos que esa familia necesitara.

En aquella aldea además de granjeros, herreros, trovadores…vivía en una pequeña casita una chica que dedicaba todo su tiempo a coser, hacia arreglos para la gente de la aldea y a su vez confeccionaba prendas que la gente más adinerada le encargaba.

El joven aristócrata por su parte, comenzaba a no ser feliz en su castillo, quería conocer más mundo, saber qué se escondía detrás de aquellos gruesos muros, había decidido que quería ser guerrero puesto que eso le permitiría viajar y conocer recónditos lugares.

Durante mucho tiempo estuvo pensando como llevar a cabo su plan. Pasaba muchas horas en el castillo por lo que era común que se lo recorriera varias veces al día. En uno de esos recorridos, se fijó que una de esas piedras que formaban el muro estaba un poco hueca, por lo que empezó a empujar hasta que consiguió moverla, sólo tenía que hacer un poco más de esfuerzo para que se movieran varias más, fue de esta manera, donde encontró un lugar por el que salir.

Un día al amanecer antes de que se despertara su madre, se atavió con sus prendas más roídas, quería salir por ese pequeño lugar que había descubierto y llegar a esa pequeña aldea, tan cercana pero a la vez tan lejana.

Caminó entre árboles y árboles, estaba un poco desorientado, pero se fue guiando por su oído, ya que con el sonido de los animales fue acercándose a esa aldea. Tuvo que trepar un poco esa muralla pero al final había hecho ese recorrido puesto que sólo había hecho ese recorrido cuando era un crío, hará veinte años atrás.

Fue recorriendo las pequeñas calles de esa aldea. Al ser tan temprano, esas estrechas y pequeñas calles estaban desiertas, todos sus habitantes aún estaban dormidos y su único acompañante en ese momento era el cacareo de un gallo. Iba andando cuando le llamó la atención una pequeña casa. Era una casa con una fachada de adobe blanca, una ventana pequeña y una puerta de dos hojas.

Ensimismado en eso estaba, cuando algo revoloteó a su alrededor, el se asustó y cuando giró su cabeza vio a una joven muchacha de larga melena que iba tras un gallo de color negro y marrón, se trataba del gallo que el joven había oído. Ella se quedó sorprendida al verle puesto que no le era conocida su cara, así que él chico antes de que ella pudiera decir ni una palabra dijo:

- ¿Te ayudo?

Ella simplemente respondió con una gran sonrisa. Al estar peleando para dar caza al gallo que se había escapado, el joven enganchó sus prendas con un viejo arado que había en la calle, por lo que al ver eso, la chica se ofreció a coser esa prenda a cambio de que le contara por qué estaba en la aldea.

El empezó a contar quien era, no sin antes que ella jurara que no diría ni una sola palabra. El chico le contó su plan para ser guerrero pero en un momento el se quedó callado, mirando fijamente a la pequeña hoguera con la que calentaban la casa, fue entonces cuando la chica le dijo:

- ¿Qué ocurre?

- Nada, pensaba en lo maravilloso que es sentirse libre como ese fuego, que arrasa con lo que quiere sin que nada le frene.

Esas palabras se habían grabado en la memoria del chico, incluso el mismo se quedó sorprendido, ya que él estaba acostumbrado a vivir con todas las comodidades posibles y se había dado cuenta que esa chica con un simple fuego y ese pequeño gallo era feliz y podía mostrar algo tan sencillo como una gran sonrisa, cosa que hacía tiempo que a él no le salía.

Pasaron la mañana juntos pero cerca de la hora de la comida el joven muchacho se fue a su castillo para no levantar sospechas delante de su familia y sus súbditos.

La chica sin embargo seguía con sus labores y casualidades de la vida o no, un joven cartero de la aldea le notificó que debía presentarse en el castillo. Ella pensó que le habían descubierto, así que no se demoró, se puso una de sus mejores ropas, se recogió el pelo y se presentó allí.

Estando en el castillo, vio al joven príncipe, estaba acompañado de un secretario de su madre, por lo que ambos fingieron el no conocerse.

Ella quedó admirada al verle vestido con esas galas, puesto que hacía pocas horas estaba vestido y se comportaba igual que ella. Él se quedó asombrado de cómo había llegado ella a castillo, puesto que había recogido su pelo en una gran trenza, lo que favorecía que sus ojos resaltaran aún más.

El secretario comenzó a hablar y tras llevar un rato hablando, con lo único que se quedó de toda esa información fue que tenía que confeccionar un vestido de gala para la reina. Ella esbozó una sonrisa miedosa aceptando el encargo, a que por un lado eso serviría para poder ver más al joven chico y por otro lado le causaba respeto, puesto que era la primera vez que confeccionaba para alguien tan importante.

Pasaron los días y el trato era continuo o bien se escapaba él a la aldea o bien ella iba al castillo. Él cada vez demoraba más el volver a castillo, ya que el tenía ya hecha su ropa de guerrero, puesto que esa chica joven ayudada de otros aldeanos la había confeccionado. Ese joven príncipe poco tenía ya de áquel, puesto que era como un aldeano más, estaba integrado, nadie se imaginaba de quién se trataba.

El joven se enfrentó a su familia, les informó de cuáles eran sus planes, sin embargo y como era de esperar, su familia no quería eso para el joven, le decían que con eso no sería feliz, que su lugar estaba en el castillo, que pronto conocería a una joven princesa que le haría olvidar esa descabellada locura. Pero el príncipe hizo caso omiso, cogió algunas de sus pertenencias y marchó del castillo, su familia y demás plebeyos daban por hecho que ya no lo volverían a ver, puesto que para ellos acabaría derrotado en la primera guerra a la que se enfrentara.

Aquel joven se refugió en casa de la joven costurera hasta que llegara el día de marchar, un día que se encontraba cercano. La chica se esmeraba en acabar pronto el traje de la reina, para de este modo poder disfrutar del poco tiempo que quedaba con el joven.

Pasados los días la joven había acabado su tarea y era momento de llevar el vestido. La joven se vistió acorde para la ocasión y se presentó en el castillo, lo que vio no le gustó, la reina había perdido la cabeza desde que el joven príncipe había dejado el castillo, por lo que la joven costurera volvió agitada a su casa para informar al chico. El príncipe también, tenía una noticia que darle, mañana emprendía su viaje.

Cuando ambos se encontraron y cruzaron sus miradas sabían que algo tenían que contarse. Comenzó ella a hablar y a intentar de convencerle que debía de ir a ver a su madre, antes de que fuera tarde y se pudiera arrepentir el resto de su vida. Él tajante, le dijo que no, que eso no es lo que quería en su vida, que lo que quería ser es guerrero y que mañana mismo embarcaba rumbo a su destino. Esas palabras cayeron como un jarro de agua fría sobre la chica, por lo que se quedó helada, petrificada, agacho su cabeza por un momento sin decir nada. Él se impacientaba esperando una respuesta, le animaba a responder, él se quería despedir. Fue en ese momento cuando ella levanta su cabeza y mirándole con esos ojos vidriosos, sin soltar palabra ninguna, ella misma le estaba dando la respuesta que el tanto exigía. Por un momento el joven se retiró, se quedó pensativo, y tras varios segundos, se acercó a la chica agarrandola de una mano y llevándosela hacia sí, la abrazó y le dio un beso. No había palabras, ambos se habían respondido mutuamente.

Al día siguiente ambos marcharon rumbo al castillo a visitar a la reina. Le informaron a su secretario particular de la intención que tenían de vivir juntos. Pasaron un tiempo cuidando entre los dos a la reina, pero no pudo ser posible y acabó falleciendo.

La joven costurera tenía su conciencia tranquila, había conseguido su objetivo, que el joven príncipe viera a su madre. Y él había conseguido aprender de esa joven costurera, y ser por fin feliz con las cosas más simples.
 
Antiguo 02-Aug-2011  
usuario_borrado
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Anda!!!!! no sabia que estaba aqui :P
Pues si..... la suma de las cosas mas simples son las que hacen la vida, es un gran error ir por la vida buscando la felicidad en algo concreto, por que no lo encontraras
 
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